Papa: los hijos de Dios están abiertos a lo "nuevo" traído por el Espíritu

Cierre y apertura: dos polos opuestos que describen cómo el hombre puede reaccionar ante el soplo del Espíritu Santo. La segunda es propia "de los discípulos, de los apóstoles": la resistencia inicial es no sólo humana, sino también "una garantía de que no serán engañados por cualquier cosa y luego con la oración y el discernimiento encuentran el camino".


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - En la historia del hombre "siempre habrá resistencia" a las novedades traídas por el Espíritu Santo - que "siempre viene a nosotros con algo nuevo" y "original" - y a los "cambios", pero los hijos de Dios que, a pesar de tener quizás una reticencia inicial, son libres y pueden abrirse a lo nuevo. Lo dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana en Casa Santa Marta comentando sobre el Evangelio de Juan (10.22 a 30) en el que se destaca el cierre de los doctores de la ley, una actitud que luego se convierte en "rígida".

Eran hombres capaces sólo de ponerse en el centro a sí mismos, inertes a la obra del Espíritu Santo e insensibles a las novedades. El Papa subrayó, en particular, su total incapacidad para "discernir los signos de los tiempos", siendo esclavos de palabras e ideas. "Vuelven a la misma pregunta, no pueden salir de ese mundo cerrado, son prisioneros de ideas. Recibieron la ley que era vida, pero la ‘destilaron’, la convirtieron en una ideología y, por lo tanto, giran, giran y no pueden salir, y cualquier noticia para ellos es una amenaza".

Por otro lado, la actitud de los hijos de Dios debe ser muy diferente, y aunque pueden tener una reticencia inicial, son libres y pueden poner al Espíritu Santo en el centro. El ejemplo de los primeros discípulos, narrado en la Primera Lectura, destaca su docilidad hacia lo nuevo y la actitud de sembrar la Palabra de Dios incluso fuera del esquema habitual de "siempre ha sido así". Ellos, subrayó Francisco, " han permanecido dóciles al Espíritu Santo para hacer algo que era más que una revolución", "un gran cambio" y al centro "estará el Espíritu Santo, no la ley, el Espíritu Santo". "Y la Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma. No era un grupo cerrado de elegidos, una Iglesia misionera: es más, el equilibrio de la Iglesia, por decirlo de alguna manera, está precisamente en la movilidad, en la fidelidad al Espíritu Santo. Alguien decía que el equilibrio de la Iglesia se asemeja al equilibrio de la bicicleta: está detenida, y va bien cuando está en movimiento; si tú la dejas quieta, se cae. Un buen ejemplo".

Cierre y apertura: dos polos opuestos que describen cómo el hombre puede reaccionar ante el soplo del Espíritu Santo. El segundo, para el Papa, es propio "de los discípulos, de los apóstoles": la resistencia inicial es no sólo humana, sino también "una garantía de que no serán engañados por cualquier cosa y luego con la oración y el discernimiento encuentran el camino". "Siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, siempre hasta el fin del mundo. Que el Señor – concluye -nos dé la gracia de saber resistir a lo que debemos resistir, a lo que viene del maligno, aquello que nos quita la libertad y sepamos abrirnos a las novedades, pero sólo a las que vienen de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, y que nos dé la gracia de discernir los signos del tiempo para tomar las decisiones que deberemos tomar en aquel momento".