Tokio y Beijing: intentos de alianza entre los dos colosos del Asia
de Willy Wo-Lap Lam

Los temas centrales en la mesa de tratativas son: seguridad, comercio y la espinosa cuestión coreana. Los signos de deshielo nacen a raíz de la guerra de aranceles y del neo-proteccionismo estadounidense. Tokio supo ser un confiable socio económico de Beijing. Pero ahora, China apunta a convertirse en una superpotencia. Artículo publicado por gentileza de la Jamestown Foundation


Hong Kong (AsiaNews) – En el último tiempo está surgiendo un inesperado acercamiento entre China y Japón, que se ha ido dando de una manera mucho más veloz de lo que podrían haber imaginado muchos observadores. Y a diferencia de otras instancias anteriores -dado que los dos países se reconocieron mutuamente en 1972- esta vez, la iniciativa parece haber partido del lado chino. Sin embargo, debe remarcarse que los lazos entre los dos países más ricos de Asia están todavía muy lejos del culmen de relaciones alcanzado en aquél hito que fue la visita a Japón del ex presidente Hu Jintao en el año 2008. No obstante, los motivos que han promovido el reavivarse de estos lazos están conectados con el deterioro en las relaciones entre China y los EEUU, así como en los dramáticos acontecimientos registrados en la Península coreana.

Durante la participación del premier Li Keqiang con ocasión de la reanudación de los coloquios trilaterales convocados a principios de mayo entre los jefes de gobierno de China, Japón y Corea del Sur, Li entabló un diálogo al margen con su contraparte, Shinzo Abe. Fue la primera visita de Li a Japón en su rol de premier chino. Los logros más llamativos de este encuentro Li-Abe, que constituyó prácticamente una cumbre fueron: el establecimiento de “un mecanismo conjunto… a fin de manejar y controlar la crisis marítima mancomunadamente, en un intento por convertir al Mar de China Oriental en un mar de paz, cooperación y amistad”. Incluso antes de que Li emprendiera su tour, se dio por sentado que el presidente Xi Jinping llevaría  a cabo una visita de Estado a Japón al año siguiente, luego de su tan esperada participación en el encuentro del G20 en Osaka (HKO1.com, 4 de mayo).  Y con un raro gesto de su parte, Xi y Abe conversaron telefónicamente el día 4 de mayo, para establecer de qué manera podrían mejorar los lazos bilaterales, estando en los albores de las celebraciones por el 40mo aniversario del Tratado de Paz y Amistad entre las dos naciones (Xinhua, 4 de mayo).

Llegado este punto, no queda claro si estas medidas tendientes a fortalecer la confianza habrán de aplacar por sí mismas las tensiones. Los submarinos chinos, los buques de guerra, los aviones de combate y los drones han estado incrementando sus actividades en torno a la zona disputada, en las inmediaciones de las islas Diaoyu-Senkaku, así como en las cercanías de la Zona Económica Exclusiva del Japón (NHK News, 19 de abril Asahi Shimbun, 30 de enero). Pero es innegable que la maquinaria propagandística del Partido Comunista chino (PCC) ha reducido su retórica provocadora y nacionalista contra Japón. A modo de ejemplo, a principios del mes de mayo, Xinhua llamó retirar de la TV china todas las películas y representaciones escénicas anti-japonesas –que hacen hincapié en las atrocidades cometidas por los japoneses durante la Segunda Guerra mundial, así como en las incontables hazañas de los soldados chinos en su combate contra los invasores.  Refiriéndose a estos productos como “basura cultural” y “blasfemia contra la memoria [colectiva] de la nación”, Xinhua dijo que, básicamente, éstos “atentaban contra el sentido común histórico”  (Xinhua, 2 de mayo).

Un buen indicador, para ver si realmente tenemos una auténtica distensión sino-japonesa en el horizonte, es comparar las mejorías en curso con aquellos logros que supo apuntarse el ex presidente Hu durante su visita a Tokio en el 2008, para conmemorar el 30mo aniversario del Tratado de Paz y Amistad (en adelante “el Tratado”). El acuerdo alcanzado por Hu con su contraparte de aquél entonces, Yasuo Fukuda (hijo del ex primer ministro Takeo Fukuda, que firmó el Tratado en representación de Japón), fue considerado un todos-ganan, con un impacto de vasto alcance sobre todos los ámbitos, en lo que a esfuerzos bilaterales se refiere (véase China Brief, 17 de octubre, 2007). En primer lugar, las dos partes acordaron perseguir “una relación estratégica que sea de mutuo beneficio en todos los aspectos”. Más allá del reconocimiento teórico del “Mar de China Oriental como un mar de paz, cooperación y amistad”, lo cierto es que ambas partes estuvieron de acuerdo en emprender la exploración del gas y del petróleo que pudiera estar localizado en algunas zonas del lecho marino cercanas a la “línea media” en el Mar de China Oriental. Tan significativo como ello, es el hecho de que en el documento no se haga referencia alguna a cuestiones históricas o disputas vinculadas a islotes reclamados por ambos países (Xinhua, 8 de mayo, 2008). De todas maneras, el acuerdo jamás fue implementado, debido a la vehemente oposición encontrada en China, por el rechazo de los nacionalistas anti-japoneses. [1]

¿Por qué Xi está procurando un acercamiento a Tokio? En la disputa en curso con los EEUU, Beijing no ve más que una manifestación relativamente superficial de los esfuerzos que los EEUU y sus aliados llevan adelante para estrangular el avance de China, que se encamina a erigirse como una verdadera superpotencia. La decisión tomada por Washington el mes pasado, de prohibir que las empresas estadounidenses dedicadas a la fabricación de microchips, software y otros componentes entablen negocios con ZTE Corporation –una de las firmas chinas de bandera, dedicadas a la tecnología de punta- fue interpretada como parte de una “conspiración” desarrollada en múltiples frentes, tendiente a hacer fracasar la tan publicitada política industrial de China “Made in China 2025”, por la cual la RPC tiene previsto, para el año 2025,  sobrepasar a los EEUU, a Alemania y a Japón en ciertos sectores de innovación tecnológica (Apple Daily [Hong Kong], 23 de abril; Xinhuaapp.com, 4 de abril). Y esto va más allá del anuncio efectuado la semana pasada por el presidente de los EEUU, Donald Trump, quien dio a entender que Washington podría llegar a cejar en su devastador castigo contra el gigante que posee su casa matriz en Shenzhen.

Beijing quiere el respaldo de Tokio para edificar un frente unido de naciones que se levanten contra el proteccionismo comercial propio del estilo Trump. Después de todo, Trump ha amenazado con imponer gravámenes punitivos sobre el acero, el aluminio y sobre otros productos provenientes de Japón, y también de Corea del Sur (Hindustan Times, 9 de marzo; Reuters, 9 de marzo). Al mismo tiempo, Beijing tiene la esperanza de concretar acuerdos con empresas japonesas, para procurarse microchips y otros elementos esenciales de la tecnología que han quedado fuera del alcance del las empresas de tecnología chinas. El hecho de que NTT DoCoMo, uno de los mayores fabricantes de chips, anunciara que no vendería a ZTE componentes esenciales de tecnología, indica que algo no funcionó del todo bien en el acuerdo Li-Abe referido a alta tecnología, al menos, en el corto plazo (United Daily News [Taiwán], 4 de mayo).

La administración de Xi también quiere mejorar los lazos con Tokio en vista del rápido desarrollo de los acontecimientos en la Península coreana. Xi, quien siempre ha menospreciado al dictador de la RPDC Kim Jong-un, quedó consternado ante las primeras señales que hacían vislumbrar que el presidente Moon Jae-in y Kim deseaban dejar a un lado a China en los diálogos en torno a la desnuclearización de la RPDC. Tal como afirmó ante los medios de Hong Kong uno de los máximos expertos de Beijing en materia de las dos Coreas, Zhang Liangui, era “previsible” que tanto Seúl como Pyongyang no quisieran que China estuviese involucrada en los diálogos. “Esto resultaba inevitable, porque ambas Coreas han estado queriendo soltar amarras y alejarse de la influencia china”, dijo (South China Morning Post, 29 de abril).

Los temores de Xi respecto a perder el rol que tradicionalmente ha desempeñado China como primer árbitro de los acontecimientos coreanos, quedó reivindicado por la Declaración de Panmunjom firmada por Moon y Kim luego del histórico encuentro cara a cara del 27 de abril pasado. Ambas partes contemplaron “encuentros trilaterales entre las dos Coreas y los Estados Unidos, o encuentros cuadrilaterales que involucrasen a las dos Coreas, a los Estados Unidos y a China” tendientes a lograr la paz en la Península Coreana (Korea Herald, 27 de abril). Esto abrió la puerta a una conciliación negociada entre las dos Coreas y los EEUU. Previo a la cumbre Moon-Kim, Xi convocó a Kim para un diálogo secreto en Beijing, a fines de marzo, en el cual recalcó al dictador coreano de 34 años de edad que Beijing no sólo proveería ayuda económica a la RPDC, sino que también velaría por la seguridad del clan Kim (South China Morning Post, 28 de marzo; Japan Times, 28 de marzo). Menos de 40 días más tarde, los dos líderes volvieron a reunirse para tener un encuentro de dos días, en un balneario ubicado en la provincia nororiental china de Liaoning (Xinhua, 8 de mayo).

Una línea de pensamiento que se mantiene en Beijing es que, independientemente de los resultados que se alcancen entre Trump y Kim en la mini-cumbre que habrán de tener en Singapur el próximo 12 de junio, las tratativas finales referidas a los grandes temas , como la desnuclearización y las reformas económicas para la RPDC, deberán ser respaldadas por diálogos cuatripartitos, en los que deberán estar involucradas las dos Coreas, los EEUU y China (Lianhe Zaobao [Singapore], 8 de Mayo). A pesar de la alianza de larga data que Japón mantiene con los EEUU, la dirigencia de Xi espera que Tokio pueda ser persuadida de apoyar los diálogos cuatripartitos, y, con ellos, implícitamente, la noción de que China sigue siendo un árbitro imprescindible para el desarrollo de la Península coreana a futuro.  

¿Qué tiene la dirigencia de Xi para ofrecer a Tokio? Para empezar, dado que es factible que el desmantelamiento del arsenal de la RPDC sea un proceso que vaya dándose de manera paulatina y creciente, Beijing podría ayudar a la administración Abe, asegurando que los misiles de corto alcance que podrían alcanzar el territorio de Japón, habrá de ser destruidos tan pronto como sea posible. Esto es especialmente importante para Tokio, ya que la prioridad número uno de Washington será que se destruyan los misiles de largo alcance que pudieran llegar hasta Alaska o hasta el territorio continental de los EEUU.   Es probable que Tokio también procure ayuda de Beijing en lo que se refiere a asegurar que la administración de Kim se abstenga de solicitar, al menos en el corto o mediano plano, el retiro de las tropas americanas del territorio de Corea del Sur. Esto, debido a la percepción de Tokio, según la cual una reducción de las tropas de los EEUU en Corea podría tener un impacto negativo en el compromiso global de los americanos referido a la defensa de Japón y de otras naciones del Asia (Japan Times, 1ero de mayo; Stripes.com, 15 de marzo).

A pesar del daño devastador que Japón infligió a China entre 1937 y 1945, Tokio quizás amerita que se le reconozca que fue capaz de levantar a China sacándola del aislamiento diplomático, y que supo ayudarla a industrializarse en la década de 1960 y 1970. El gobierno del Partido Democrático Liberal reconoció a Beijing en 1972, siete años antes de que lo hiciera el gobierno de los EEUU.  Además de los hombres de negocios de etnia china, las firmas japonesas fueron las primeras en invertir en China durante la segunda etapa de la Revolución Cultural (1966-76). Luego de la Masacre de Plaza Tiananmen en 1989, quien entonces se desempeñaba como primer ministro japonés, Yoshiki Kaifu, fue el primer líder de un país democrático en visitar en China, en una época en que la RPC todavía era boicoteada por varios países Occidentales. (Apple Daily, 11 de mayo; People’s Daily, 3 de diciembre, 2004). De todos modos, estos avances en los lazos bilaterales, incluyendo el acuerdo del 2008 entre Hu y Fukuda, tuvieron lugar cuando Japón todavía se erigía como la nación más poderosa de Asia. Teniendo en cuenta las tendencias nacionalistas del presidente Xi, y su deseo evidente de resaltar el estatus de superpotencia de China, queda por verse si la tradicional relación simbiótica entre los dos países vecinos es plausible de ser reavivada.

 

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 [1] Una de las razones por las que el acuerdo Hu-Fukuda jamás llegó a concretarse es que el mismo preveía que las corporaciones petroleras japonesas invirtiesen en el Parque gasífero de Chunxiao Gasfield, localizado al oeste de la línea media del Mar de la China Oriental. Quien entonces se desempeñaba como Ministro de Relaciones Exteriores, Yang Jiechi, resaltó que las compañías chinas que invertían en Chunxiao no presentaban diferencia alguna con respecto a las firmas Occidentales como Shell y Unocal, que estaban participando en la explotación del petróleo y del gas en diferentes partes de China. Yang también hizo hincapié en el hecho de que las compañías implicadas en el parque gasífero de Chunxiao se regirían según lo establecido por la legislación china. (China News Service, 24 de junio 2008). Sin embargo, las explicaciones de las autoridades fracasaron cuando se trató de satisfacer a los “patriotas”de Netizen y a otros jóvenes nacionalistas. La vehemente oposición que presentaron ante la posibilidad del involucramiento de Japón en Chunxiao fue una de las razones que condujeron a mantener el acuerdo en suspenso. Para adentrarse en la discusión del tira y afloja diplomático en torno a esta cuestión, véase, por ejemplo,  Xinjun Zhang, “Por qué el Acuerdo Sino-Japonés del 2008 en torno al Mar de China Oriental quedó paralizado: Consideraciones sobre la buena fe y la reciprocidad en las medidas provisorias, quedando pendiente la delimitación de las fronteras marítimas” Ocean Development and International Law, Vol. 42, 2011, Volúmenes 1-2, págs. 53-65.