Desplazados en campos de refugiados Kachin, desesperados: ‘No queremos quedarnos aquí’
de Lawrence Jangma Gam

La guerra civil en el Estado septentrional ya entró a su séptimo año. El número de desplazados internos (IDPs) ha superado la cifra de 150.000. Algunos de ellos narran cómo fue la huida de sus hogares y cómo es la vida en las estructuras donde se hospedan.


Rangún (AsiaNews) – La guerra civil en el Estado septentrional de Kachin ya ha ingresado a su séptimo año, desde aquél 9 de junio de 2001, fecha en la que el Tatmadaw [el ejército birmano] y los rebeldes del Kachin Independence Army (KIA) interrumpieron un cese del fuego que había durado 17 años. Desde entonces, el número de desplazados internos (IDPs) ha superado la cifra de 150.000. De éstos, hay 130.000 personas viviendo en condiciones dramáticas en 165 campos de refugiados construidos en Kachin y en el norte del Estado étnico limítrofe, Shan; por otro lado, hay  20.000 personas hospedadas en comunidades de acogida. Sólo considerando los primeros seis meses del 2018, los nuevos IDPs suman más de 6.000. A continuación, brindamos algunos testimonios, que fueron recogidos por funcionarios del Consejo de las Naciones Unidas por los Derechos Humanos (UNHRC) en algunos de estos centros.

 

U Hka Ro Yaw y su mujer (foto 2) se encuentran viviendo actualmente en un refugio provisorio, en la localidad de Naung Nan (Myitkyina). U Hka Ro Yaw fue docente de primaria por más de 50 años. A fines de abril, estallaron los enfrentamientos armados en la zona cercana su casa, en la localidad de Injangyang. La pareja de ancianos pudo llegar hasta la capital del Estado de Kachin gracias a sus hijos, que los trasladaron sobre sus espaldas. Una de las hijas cuenta que la familia tuvo que esconderse en los bosques durante dos semanas, antes de poder partir. “Cuando sentíamos los disparos y el estruendo de los aviones caza, tomábamos a nuestros padres, los llevábamos sobre nuestras espaldas y nos adentrábamos en el bosque. Volvíamos a casa por la noche”, cuenta. La familia luego decidió abandonar Injangynag, debido a los tremendos bombardeos que se registraban en el área. “Las personas ancianas, como mis padres, necesitan recibir atención médica y alimentaria. Mi padre perdió el apetito cuando llegamos aquí”.  U Hka Ro Yaw quiere volver a su casa: “No quiero quedarme aquí. Quiero volver a mi pueblo, que se encuentra en una zona montañosa. Regresaré a casa cuando los combates se detengan”, afirma el señor anciano.

Una señora de 92 años llamada Daw Bauk Nam (foto 1) huyó, junto a su hija, del Estado de Shan en el 2016. Desde entonces, ambas viven como refugiadas en un campo para desplazados en Muse.  Daw Bauk Nam dijo que las condiciones de vida en el campo son difíciles de sobrellevar para los ancianos. “En el campo hay una clínica que brinda atención primaria de la salud. Las personas de edad avanzada suelen enfermarse y necesitan ir hasta la clínica para ser atendidas y para recibir tratamiento y medicamentos.  Si se trata de un caso grave, el personal médico traslada al paciente a un hospital en la ciudad, y en estas situaciones, la gente necesita de nuevos apoyos, incluso del transporte”.  

Ma Nang Mai Awng (foto 3) no está segura de cuándo podrá volver a la escuela. Estaban en receso escolar por vacaciones, cuando la joven quinceañera y su familia tuvieron que dejar el pueblo. Ellos también encontraron refugio en un campo de Myitkyina. Ma Nang Mai cursa el tercer año del ciclo superior y más adelante quisiera ser docente, para ayudar a los niños necesitados. “Cuando huimos del pueblo, yo estaba aterrorizada –afirma la muchacha-. No me gusta vivir aquí, hay demasiadas personas, no hay privacidad para cambiarse de ropa o para tomar una ducha. Todos pueden verme, incluso cuando duermo. Pienso que podría inscribirme en la escuela de aquí, pero tendré que comprar todos los útiles escolares y el uniforme. Estoy preocupada por mi educación y por mi futuro”.