Cuando menos ocho muertos y 56 heridos en las manifestaciones que se desarrollan hace más de una semana. Los ciudadanos protestan por la creciente desocupación, la emergencia hídrica y la falta de servicios. Mons. Habib: la situación seguirá empeorando si el gobierno no toma medidas. Se siguen celebrando misas y actividades litúrgicas.
Basora (AsiaNews) - A causa de las sangrientas protestas que están azotando el sur de Irak, “hemos tenido que interrumpir todas las actividades culturales y de catequesis” en nuestras iglesias y parroquias “para proteger la vida de nuestros fieles, en particular la de los niños”. Es lo que cuenta a AsiaNews Mons. Alnaufali Habib Jajou, arzobispo caldeo de Basora, ciudad situada en el sur de Irak, donde desde hace más de una semana se lleva adelante una violenta protesta contra la corrupción y la mala gestión del gobierno, que ya ha causado ocho víctimas y decenas de heridos. “De todos modos –agrega el prelado- las misas y las otras actividades litúrgicas prosiguen normalmente”.
En Irak se está desplegando un vasto movimiento de protesta social que golpea fundamentalmente a la región meridional. Lanzada en Basora, la ciudad petrolera más importante del país y en el último tiempo, escenario de una crisis hídrica de enormes proporciones, la ola contestataria se ha difundido hasta propagarse en gran parte del sur, de credo chiita. Los manifestantes se descargan contra los servicios públicos que funcionan con demoras, protestan por la desocupación (que según datos oficiales, es del 10%, pero con picos de 60% en la juventud) y la corrupción endémica.
Los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes surgieron tras el intento de estos últimos de bloquear, en un primer momento, el acceso a los pozos de petróleo de Basora, y luego, algunos edificios de gobierno y sedes de partidos políticos. En respuesta a los hechos de violencia intervino el premier iraquí, Haider al-Abadi, quien afirmó que aprovechar la protesta para “incendiar edificios públicos” es “un intento de que el país retroceda” y detrás del cual hay “elementos del crimen organizado”.
Los anuncios efectuados en las últimas horas por altos funcionarios del Ejecutivo -entre ellos la tan preconizada asignación de tres millardos de dólares a la provincia de Basora además de las inversiones en la escuela, en electricidad y recursos hídricos- han bastado para aplacar el descontento. Para contener la violencia, el gobierno ha decretado el toque de queda en las localidades más importantes del sur del país.
También se ha visto interrumpido el acceso a Internet y a las redes sociales, uno de los motores de difusión de la protesta, tanto en Bagdad como en las provincias meridionales. Las autoridades temen que la manifestación –que cuenta con la “bendición” del gran ayatolá al-Sistani- pueda difundirse todavía más, hasta llegar a las calles de la capital.
La región de Basora posee cerca del 90% de los recursos de hidrocarburos del país; sin embargo, sólo el 1% de la fuerza de trabajo proviene de la zona, dado que las compañías petroleras prefieren emplear mano de obra extranjera. A esto se suma la prohibición de plantar arroz y maíz, -siendo un área de fuerte connotación agrícola- a causa de la falta de agua.
“La situación no es para nada buena –subraya Mons. Habib- y la tensión seguirá aumentando si el gobierno no introduce cambios significativos en sus políticas”. La crisis hídrica –prosigue- tiene efectos devastadores “en el sur de Irak, una de las regiones más cálidas del mundo, donde pronto las temperaturas tocarán los 53 grados”. El prelado confirma que hay “numerosas víctimas y heridos”, algunos de ellos “en la misma Basora, donde se inició la protesta”.
“Las personas se manifiestan contra la desocupación –advierte Mons. Habib- contra la pobreza, la falta de servicios públicos: electricidad, agua, polución, deterioro de la situación general… Y esto, pese que Basora es una de las ciudades más ricas, si se tiene en cuenta el petróleo y el gas natural (posee el 85% del total a nivel nacional)”. En los últimos días, concluye, “hemos oído disparos de armas de fuego, y hemos visto, con nuestros propios ojos, a la policía usando cañones de agua para impedir que los manifestantes ingresaran a los edificios de gobierno y a las oficinas de las compañías petroleras”.