P. Samir: Nadia Murad, un Nobel al coraje de la ‘memoria viviente’ de las masacres del ISIS

El comité de Oslo asignó el Nobel por la paz a Denis Mukwege y a Nadia Murad. La joven yazidí sufrió las reiteradas violaciones de los milicianos. Después de su huida, supo hallar el coraje para denunciar la locura yihadista. Sacerdote caldeo: “Hay cientos como ella, se necesita implementar programas orientados a su recuperación”.


Erbil (AsiaNews) – Un reconocimiento al coraje de “un símbolo y una memoria viviente” de la violencia y de las masacres padecidas por la población entera. Y la invitación a “ocuparse de atender a las numerosas víctimas que aún aguardan ser ayudadas, teniendo que afrontar los traumas por los abusos padecidos”. De esta manera, el P. Samir Youssef, párroco de la diócesis de Amadiya (Kurdistán), comenta a AsiaNews la asignación del premio Nobel por la paz 2018 a Nadia Murad, una joven yazidí que fue víctima de la violencia y de las violaciones perpetradas por manos del Estado Islámico (EI, ex ISIS). En los últimos años, el sacerdote caldeo ha acompañado a miles de refugiados cristianos, musulmanes y yazidíes que abandonaron sus casas en 2014, para huir de los milicianos del “Califato”. Y ha visto con sus propios ojos las devastaciones padecidas por las víctimas, a menudo mujeres jóvenes – incluso menores de edad -  que fueron tratadas por los yihadistas como verdaderas esclavas sexuales.

Esta mañana, el Norwegian Nobel Institute de Oslo asignó el Premio Nobel por la paz a la médica y activista yazidí Nadia Murad. Como puede leerse en los motivos alegados, que llevaron a conferir dicho reconocimiento, el comité ha querido premiar “el compromiso asumido contra la violación como arma de guerra”. En efecto, la violencia sexual es ampliamente conocida como un arma utilizada por los soldados y a menudo asociada a masacres o genocidios de poblaciones enteras, tal como ha ocurrido en Irak contra la minoría yazidí.

Nadia Murad, que hoy tiene 25 años, en agosto de 2014 fue secuestrada de su pueblo natal de Kocho, cerca de Sinjar, y fue llevada a Mosul, que por largo tiempo fue la capital y el bastión del ISIS en Irak. Durante el asedio de los Yihadistas en el monte Sinjar, la joven perdió a seis hermanos y a su madre. En la capital del “Califato” sufrió reiteradas violaciones y torturas, junto a miles de otras jóvenes mujeres, algunas de ellas menores de edad.   

Durante su cautiverio fue golpeada, quemada con colillas de cigarrillo y violada una y otra vez. Aprovechando un momento de distracción de sus verdugos, logró escapar y se refugió en la casa de una familia de la zona, que la ayudó a llegar hasta un campo de refugiados en Dohuk, en el Kurdistán iraquí.  

 

En septiembre de 2016 se convirtió en la primera Embajadora de buena voluntad de la ONU, para la dignidad de los sobrevivientes a la trata de seres humanos; un mes después, fue distinguida con el premio Sakharov – el máximo reconocimiento honorífico de la Unión Europea (UE) en materia de derechos humanos – por su compromiso en favor de las víctimas.

El pueblo yazidí, una minoría étnico-religiosa que vive en el país árabe, es uno de los que ha sufrido en mayor medida los crímenes de las milicias extremistas sunitas de Daesh [acrónimo árabe para el Estado islámico], que algunos activistas han llegado a equiparar con un verdadero y auténtico “genocidio”. Nadia Murad Basee (junto a Lamiya Aji Bashar) tuvo el coraje y la fuerza de narrar ante el mundo entero los horrores sufridos junto a miles de otras mujeres, incluso niñas menores de edad, bajo el yugo yihadista.

“Este premio, para el cual también fue presentado como candidato el patriarca Sako, es bello y nos llena de orgullo y felicidad”, cuenta el padre Samir. Esta asignación, prosigue el sacerdote, es “una señal de aliento, un himno a la vida y a la esperanza, después del drama padecido bajo Daesh”. No sólo para los yazidíes, sino “para todas las minorías - incluso la cristiana - que han tenido que padecer la guerra, el terrorismo, las violaciones” como armas de guerra.  Y afirma que Nadia Murad, “nos enseña a todos, que la vida prosigue y que se vuelve más fuerte por la experiencias negativas, que sigue adelante a pesar del mal y que debe estar unida a un perdón, que es fuente de reconciliación”. Su fuerza y su coraje “son una señal del amor de Dios”.

Para el P. Samir, el Nobel por la Paz conferido a Nadia Murad constituye una invitación a “conocer las historias de sufrimiento y persecución” que se han repetido en los últimos años en Irak. Es una invitación a relatar. “Yo mismo – subraya – concozco a muchas mujeres jóvenes que han sufrido la misma violencia y que jamás pudieron encontrar la fuerza para hablar de ello. Sólo han podido derramar lágrimas silenciosas y llenas de vergüenza. [Tenemos] la esperanza  – concluye el P. Samir – de que el mundo preste mayor atención a su drama, a su sufrimiento, y que se ocupe de que puedan recibir la ayuda adecuada y emprender caminos para ayudarlas a superar el trauma. Hoy en día, sigue habiendo cientos de Nadias Murad viviendo en Irak”.