La metrópoli del Norte de Irak ha sido durante siglos un centro cultural y artístico de primer nivel. Los yihadistas proscribieron toda forma de música y ajusticiaron a cualquiera que violara las normas. La alegría de apasionados y ciudadanos por el fin de un período “humillante”. Hoy, “podemos volver a cantar”.
Mosul (AsiaNews) – Por siglos, Mosul ha representado un auténtico centro de atracciones para los artistas de toda la región, brindando los mejores músicos y compositores iraquíes. Sin embargo, en los últimos años, la metrópoli del norte asistió a una verdadera purga contra la música, el arte y la cultura en general, con la aparición de las células de Al Qaeda primero, y luego, con el ascenso del Estado islámico (EI, ex ISIS). Una persecución que registró un pico entre el 2015 y el 2017, antes de la liberación de la ciudad.
Imponiendo, muchas veces con la fuerza y el terror, la prohibición terminante a todos los ciudadanos de interpretar e incluso de escuchar música, los yihadistas en más de una ocasión destruyeron o incendiaron instrumentos musicales en la plaza pública. “Era imposible llevar conmigo mi instrumento musical, cada vez que salía de casa”, cuenta a la agencia AFP Fadel al-Badri, un habitante de la ciudad que durante mucho tiempo mantuvo oculto su atesorado violín para evitar que terminase en manos de los fundamentalistas. “Después de la liberación –prosigue- la música volvió a donde pertenecía, a Mosul”, que no ha ocultado su felicidad por el retorno de conciertos y festivales musicales.
Hoy, el violinista de 45 años puede volver a tocar en público, frente a una multitud apasionada y entusiasta que ahora puede aplaudir y cantar piezas de la tradición, sin el riesgo de terminar azotados o condenados a muerte. Después del ISIS, un pensamiento que todos comparten es que Mosul pueda volver a cantar y hacer brillar nuevamente su centenaria tradición musical.
Por otra parte, tras años de violencia y terror, hoy –si bien lentamente y bajo modalidades distintas, dependiendo del sector- la zona oriental de Mosul está volviendo a la normalidad. Desde las aulas escolares, pasando por las fábricas y las pequeñas empresas, el resurgimiento se funda sobre todo en un renovado impulso a la instrucción, el trabajo y la apertura de espacios comerciales y culturales. Entre ellos, un “café literario”.
En el pasado reciente, los yihadistas abatieron estatuas de poetas y escritores, quemaron libros y destruyeron instrumentos musicales en la plaza pública. También terminó en llamas la biblioteca universitaria, que poseía volúmenes de inmenso valor histórico y cultural. El fanatismo llegó hasta la abolición de cualquier libro que no tratase de religión (islámica); artistas y músicos fueron asesinados sin piedad.
Aún sigue vivo el recuerdo de un jovencito de 15 años, decapitado por “escuchar música occidental”. Una represión que comenzó mucho antes de que la institución del “Califato” en el verano de 2014. En efecto, las primeras señales surgieron poco después de la invasión de los EEUU, en 2003, con una afirmación progresiva de células de Al Qaeda, acompañada por una creciente derivación extremista palpable en la población civil.
Desde el músico y compositor Ziryab, que en el siglo IX introdujo el oud (una especie de laúd oriental, muy difundido) al reciente prodigio musical de Kazem al-Saher, Mosul posee una vasta tradición de artistas y compositores. La ciudad puede jactarse, asimismo, de un género peculiar de balada árabe famoso en todo el país y en la región. La música siempre ha acompañado los eventos tradicionales y las fiestas, como los matrimonios.
Ahmed al-Saher, una cantante de 33 años, define como “humillante” el período bajo el dominio del ISIS. Sin embargo, los yihadistas “no lograron matar el amor que los habitantes sienten por el arte en todas sus formas” agrega Amneh al-Hayyali, de 38 años, que hace poco llevó a su marido e hijos a un concierto, en la zona oriental de Mosul. “Hoy –concluye- luego del período oscuro de las decapitaciones, de los azotes, de los velos y las barbas… finalmente podemos volver a cantar”. La esperanza que albergan es que el gobierno central de Bagdad pueda contribuir a la reconstrucción de cines, escenarios, teatros y salas de concierto.