Rohinyás, los refugiados prefieren las barcazas a los campos en Myanmar

El gobierno birmano declara que está dispuesto a proceder a su repatriación, pero Daca aplaza el proceso para el mes de diciembre. La desesperación de los refugiados reanima la trata de seres humanos. En el Golfo de Bengala se interceptó una primera embarcación, que se alistaba para dejar Bangladés. Arrestaron y transfirieron a 106 Rohinyás: estaban navegando a la deriva en las aguas costeras próximas a Rangún.  


Sittwe (AsiaNews/Agencias) – Una situación a la cual se suman más de 5.000 refugiados Rohinyás que viven en campos construidos sobre la “línea cero” –es decir, la zona de amortiguación ubicada sobre la frontera entre Myanmar y Bangladés- que se niegan a participar en el proceso de repatriación organizado por los dos gobiernos. En tanto, las autoridades bangladesíes y las organizaciones humanitarias internacionales temen que los refugiados, siguiendo su sueño de un nuevo comienzo, vuelvan a ser presa de los traficantes de seres humanos, En los últimos días, se incrementaron las tareas de control y patrullaje, y las fuerzas están interceptando las primeras embarcaciones.

Con el traslado de los primeros 2.260 refugiados, el 15 de noviembre pasado se esperaba dar inicio a las operaciones de repatriación de los rohinyás que huyeron de Myanmar rumbo a Bangladés, entre el 2016 y el 2017. Sin embargo, nadie ha manifestado voluntad alguna de dar marcha atrás, o al menos no mientras Naipyidó no garantice “seguridad y el derecho a la ciudadanía” para ellos. Si bien el gobierno birmano declara estar dispuesto a acoger a los refugiados a su regreso al país, lo cierto es que Daca ha decidido aplazar el proceso, anunciando como nueva fecha de inicio el próximo mes de diciembre.  

Mohammad Hussin, de 60 años, es líder de la comunidad del campo para desplazados internos de Kal Pyin, en Sittwe (la capital del Estado birmano de Rakhine). Él afirma: “Los refugiados no quieren irse de Bangladés, porque los repatriados como yo [víctimas de la violencia sectaria del 2012] viven desde hace años en campos del gobierno, y aún no pueden regresar a sus aldeas de origen”.  

En tanto, la desesperación de los refugiados reanima la trata de seres humanos: mientras los  funcionarios del Alto comisariado de las Naciones Unidas para los refugiados (UNHCR) se abocan a difundir campañas informativas sobre el fenómeno en los campos de refugiados, los traficantes a bordo de barcos pesqueros inestables se aprovechan de las esperanzas de esta gente. A cambio de una suma de dinero, se ofrecen a guiarlos en un peligroso viaje por el Sudeste asiático.   

La primera embarcación en dejar Bangladés rumbo a Malasia, una vez pasados los monzones, fue interceptada por las fueras de seguridad en el Golfo de Bengala. Sin embargo, los funcionarios advierten que a ésta seguirán otras. Ikbal Hossain, vicejefe de la policía de Cox's Bazar, afirma que las patrullas de la guardia costera han sido reforzadas, para impedir el tráfico [de seres humanos] a lo largo de la ruta que lleva a Malasia, ruta que fue clausurada en el 2015.

El 16 de noviembre pasado, las autoridades birmanas interceptaron a 106 Rohinyás a bordo de una barcaza que navegaba a la deriva por las aguas de la costa de Rangún. El grupo había huido de Rakhine en el 2012. Estafados con la promesa de obtener trabajo en Malasia –un  país que aloja a una de las comunidades rohinyás más numerosas (cerca de 150.000 personas)- los refugiados dejaron Sittwe el 25 de octubre pasado. El viaje tuvo un costo que varió entre 400 y 500.000 kyats (220-275 euros). Rescatados sanos y salvos, los refugiados fueron arrestados (fotos) para luego emprender, hace dos días, el regreso a sus respectivas aldeas, en el Estado de Rakhine.