Libertad religiosa violada también en los países democráticos

Un documento de la Comisión teológica internacional evidencia como hoy una violación substancial de la libertad religiosa se está verificando también en los países que se definen liberales y democráticos. “La presunta neutralidad ideológica del Estado liberal” está yendo hacia un “totalitarismo suave”.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- De violación de la libertad religiosa se habla frente a la violencia que quiere eliminar la fe de los otros y especialmente a los asesinatos que en los últimos tiempos han afectado a cristianos, hebreos y musulmanes. Pero, si hoy se puede hablar de nuevo martirio de cristianos, como admitió el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, una violación substancial de la libertad religiosa se está verificando también en los países que se definen liberales y democráticos. La denuncia surge del documento elaborado por la Comisión teológica internacional (CTI) que lleva por título. “La libertad religiosa para el bien de todos. Acercamiento teológico a los desafíos contemporáneos”, aprobado por el Papa Francisco el 26 de abril.

La Comisión afirma, de hecho, que en el contexto socio-cultural afirmándose en los últimos decenios, el Estado democrático está yendo hacia un “totalitarismo suave” que en nombre de una “pretenciosa neutralidad ideológica” removiendo “toda justificación ética y cualquier inspiración religiosa, demuestra la tendencia en elaborar una ideología de la neutralidad que, de hecho, impone la marginación, si no la exclusión, de la expresión religiosa de la esfera pública”. Y esto “rinde particularmente vulnerable a la difusión del nihilismo ético en la esfera pública”.

Estamos frente a “una ‘imitación laicista’ de la concepción teocrática de la religión, que decide la ortodoxia y la herejía de la libertad en nombre de una visión política-salvífica de la sociedad ideal: decidiendo a priori su identidad perfectamente racional, perfectamente humana. El absolutismo y el relativismo de esta moralidad liberal confluyen, aquí, con efectos de exclusión iliberal en la esfera política, dentro de la pretenciosa neutralidad liberal del Estado”.

Pero, “una cultura civil que define el propio humanismo a través de la remoción de la componente religiosa de lo humano, se encuentra obligada a remover también partes decisivas de la propia historia: del propio saber, de la propia tradición, de la propia cohesión social. El resultado es la remoción de partes siempre más consistentes de la humanidad y de la ciudadanía de la cual la misma sociedad está formada”. “La reacción a la debilidad humanística del sistema hace hasta aparecer justificado por muchos (sobre todo jóvenes) el acercamiento a un fanatismo desesperado: ateo o también teocrático. La incomprensible atracción ejercitada por formas violentas y totalitarias de ideología política o de militancia religiosa, que parecen ya consignadas al juicio de la razón y de la historia, debe preguntarse en modo nuevo y con mayor profundidad de análisis”.

El documento recuerda que ya la declaración conciliar “Dignitatis humanae” afirma que según el cristianismo “no se debe obligar a la religión, porque esta forzadura no es digna de la naturaleza humana creada por Dios”. “Dios llama a sí a cada hombre, pero no obliga a ninguno. Por lo tanto, esta libertad se convierte en un derecho fundamental que el hombre puede reivindicar conscientemente y responsablemente en relación con el Estado”. De aquí la afirmación de Juan Pablo II que la libertad religiosa es el fundamento de todas otras libertades, es una exigencia irrenunciable de cada nombre y constituye “la garantía de todas las otras libertades que aseguran el bien común de las personas y de los pueblos”.

Hoy en cambio, en la proliferación de los derechos subjetivos del actual Estado democrático, la libertad  pierde su l puesto de derecho fundamental y es reducida a una derecho subjetivo como los otros. Aún más, “la presunta neutralidad ideológica del Estado liberal, que excluye selectivamente la libertad de un transparente testimonio de la comunidad religiosa en la esfera pública, abre un espacio para la falsa transparencia de una oculta ideología del poder. El Papa Francisco nos puso en guardia de esta desvalorización  de la indiferencia religiosa del poder: “Cuando, en nombre de una ideología, se quiere sacar a Dios de la sociedad, se termina por adorar ídolos y muy pronto el hombre pierde a sí mismo, su dignidad es aplastada, sus derechos violados”. (FP)