Sínodo de Amazonía: una Iglesia en diálogo y atenta a la cultura de la convivencia

Se presentó el Instrumentum laboris. La hipótesis de ordenar sacerdotes hombres de edad avanzada, incluso casados. La ecología integral y el reconocimiento del rol de las mujeres. Alinearse en la defensa del territorio y de los derechos humanos.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Una Iglesia a medida de la Amazonía -explotada, desnaturalizada y abusada por el capitalismo- que respete en ella la cultura de la convivencia con y en la creación y que por tanto sea capaz de relanzar su misión evangelizadora. Es el Sínodo sobre Amazonía, tal como surge del documento preparatorio, el Instrumentum laboris, que fue presentado hoy en el Vaticano.

Una Iglesia a medida del “continente verde” al punto de plantear la hipótesis de la ordenación de hombres casados. En efecto, en el apartado Nro. 129, se lee: “Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana.”.

El tema del Sínodo “Amazonía, nuevos caminos para la Iglesia y para una ‘ecología integral’ es afrontado examinando, ante todo, la realidad de un territorio de 7,8 millones de kilómetros cuadrados en el cual existe la mayor superficie forestal ecuatorial del mundo. Un territorio que marca la vida y las culturas de miles de comunidades indígenas, campesinas, afro-descendientes, poblaciones que viven a orillas de los ríos y de las ciudades.

Un territorio y poblaciones amenazados por la destrucción y la explotación ambiental, por una violación sistemática de los derechos humanos fundamentales de los pueblos originarios, como el derecho a la tierra, a la autodeterminación, a la demarcación de territorios, a la consulta y al consenso previo. Amenazas que son hijas de intereses económicos y políticos de sectores dominantes de la sociedad contemporánea, en particular de las compañías que se dedican a actividades de extracción. Además, los cambios climáticos y la deforestación provocada por el hombre están conduciendo a la Amazonía a un punto de no retorno.   

En la segunda parte, el documento se ocupa de la “ecología integral” de la Amazonía, herida por la violencia y la corrupción que empujan a dejar el hogar, terminando muchas veces víctima del narcotráfico y de la trata de seres humanos, del trabajo y la prostitución infantil.

Los pueblos locales, sin embargo, tienen mucho que enseñar, en particular en lo que hace a la relación con la naturaleza, caracterizada por un cuidado de su tierra, del agua y del bosque. Los nuevos caminos de evangelización deben ser construidos en un diálogo con estas sabidurías ancestrales en las que se manifiestan las semillas del Verbo.

Y “la Iglesia se ha de encarnar en las culturas amazónicas que poseen un alto sentido de comunidad, igualdad y de solidaridad por lo que no se acepta el clericalismo en sus diversas formas de manifestarse”.  

“Son los pueblos de la Amazonía, especialmente los pobres y los culturalmente diferentes, los principales interlocutores y protagonistas del diálogo. Ellos nos confrontan con la memoria del pasado y con las heridas causadas durante largos períodos de colonización. Por ello el papa Francisco pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. “En este pasado la Iglesia a veces ha sido cómplice con los colonizadores, ello sofocó la voz profética del Evangelio”.

Un factor que obstaculiza la vida de la Iglesia es el hecho de que en la Amazonia las distancias son muy grandes. “Las distancias geográficas manifiestan también distancias culturales y pastorales que ´por tanto, requieren el pasaje de una ‘pastoral de la visita’ a una ‘pastoral de la presencia’ para reconfigurar la Iglesia local en todas sus expresiones: ministerio, liturgia, sacramentos, teología y servicios sociales”. De aquí la necesidad de crear “ministerios apropiados”, es decir, “nuevos ministerios, para responder de manera eficaz a las necesidades de los pueblos amazónicos”. “Se trata de indígenas que predican a los indígenas con un profundo conocimiento de su cultura y de su lengua, capaces de comunicar el mensaje del Evangelio con la fuerza y la eficacia de quien tiene su bagaje cultural”. En dicha lógica, también entra la ordenación de ancianos casados. Y también, “identificar el tipo de ministerio oficial que puede ser conferido a las mujeres, teniendo en cuenta el rol central que ellas desempeñan actualmente en la Iglesia amazónica”. “En el campo eclesial, la presencia de las mujeres en las comunidades no siempre es valorizada”, mientras que se precisa “garantizar a las mujeres su liderazgo, además de espacios cada vez más amplios y relevantes en el campo de la formación: teología, catequesis, liturgia y escuelas de fe y de política”.

Ser Iglesia en Amazonía requiere, por último, alinearse en la defensa del territorio y de los derechos humanos. “Como comunidad solidaria a nivel mundial, la Iglesia reacciona responsablemente ante la situación global de injusticia, pobreza, desigualdad, violencia y exclusión en la Amazonía. El presupuesto fundamental es el reconocimiento de relaciones injustas. Por ello es necesario: a. Asumir la denuncia contra modelos extractivistas que dañan el territorio y violan los derechos de las comunidades. Levantar la voz frente a proyectos que afectan al medio ambiente y promueven la muerte. b. Aliarse a los movimientos sociales de base, para anunciar proféticamente una agenda de justicia agraria que promueva una reforma agraria profunda, apoyando la agricultura orgánica y agro-forestal. Asumir la causa de la agroecología, incorporándola en sus procesos formativos en vistas a una concientización mayor de las mismas poblaciones indígenas. c. Promover la formación, defensa y exigibilidad de los derechos humanos de los pueblos de la Amazonía, de las otras poblaciones y de la naturaleza. Defender a las minorías y a los más vulnerables. d. Escuchar el grito de la ‘Madre Tierra’ agredida y gravemente herida por el modelo económico de desarrollo depredador y ecocida, que mata y saquea, destruye y despeja, expulsa y descarta, pensado e impuesto desde fuera y al servicio de poderosos intereses externos. e. Promover la dignidad e igualdad de la mujer en la esfera pública, privada y eclesial, asegurando cauces de participación, combatiendo la violencia física, doméstica y psicológica, el femicidio, el aborto, la explotación sexual y la trata, comprometiéndose a luchar para garantizar sus derechos y para superar cualquier clase de estereotipo. f. Promover una nueva conciencia ecológica, que nos lleve a cambiar nuestros hábitos de consumo, a impulsar el uso de energías renovables, evitando materiales dañinos e implementando otros itinerarios de acción conforme a la Encíclica Laudato sì.Promover alianzas para combatir la deforestación e impulsar la reforestación. g. Asumir sin miedo la implementación de la opción preferencial por los pobres en la lucha de los pueblos indígenas, comunidades tradicionales, migrantes y jóvenes para configurar la fisonomía de la Iglesia amazónica. h. Crear redes de colaboración en los espacios de incidencia regional, global e internacional, en los que la Iglesia participa orgánicamente para que los propios pueblos puedan expresar sus denuncias a la vulneración de sus derechos humanos”.