Papa: ir siempre a la ‘fiesta’ gratuita a la que nos invita el Señor

“Frente a esa gratuidad, a esa universalidad de la fiesta, hay una actitud que cierra el corazón; ‘Yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente que me agrada, encerrado’. Y este es el pecado, el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros. La cerrazón. ‘No, para mí es más importante esto que aquello. No, lo mío’. Siempre lo mío”.     


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Siempre aceptar ir a la “fiesta” de la salvación, a la cual nos invita el Señor,  “que es gratuita”. Este es el tema que abordó el Papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la Casa Santa Marta, durante la cual comentó el pasaje del Evangelio (Lc 14,15-24) que narra que un hombre quiso dar una gran fiesta, pero los invitados, poniendo distintas excusas, no aceptaron su invitación. Entonces él envió a sus siervos a llamar a los pobres y a los inválidos, para que llenasen la casa y se deleitaran con la cena. 

Podría decirse que este es un relato, observó Francisco, que sintetiza la historia de la salvación y también describe el comportamiento de muchos cristianos. “La cena, la fiesta, es la figura del cielo, de la eternidad con el Señor”. El clima de la fiesta, agregó, es la alegría y la gratuidad. Porque una verdadera fiesta debe ser gratuita: “Y en esto, nuestro Dios nos invita siempre así, no nos hace pagar la entrada. En las fiestas de verdad, no se paga entrada: paga el dueño de casa, paga el que invita”.  Pero hay quien, incluso frente a la gratuidad, a esa universalidad de la fiesta, está en esa actitud que encierra el corazón: ‘yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente que me agrada, encerrado’. Y es este el pecado; el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros. La cerrazón. ‘No, para mí es más importante esto que aquello. No, lo mío’. ‘Siempre lo mío’. 

Este también es un rechazo hacia quien invita, es decir, hacia el Señor. “No me perturbes con tu fiesta’. Es cerrarse “a lo que el Señor nos ofrece: la alegría del encuentro con Él”. “Y en el camino de la vida, muchas veces estaremos delante de esta elección, de esta opción: o la gratuidad del Señor, ir al encuentro del Señor, encontrarme con el Señor, o encerrarme en mis cosas, en lo que es de mi interés. Por eso, el Señor, cuando habla de una de las cerrazones, decía que es muy difícil que un rico entre en el Reino de los cielos. Sin embargo, hay tantos ricos buenos, santos, que no están apegados a la riqueza. Pero la mayoría sí está apegada a la riqueza, encerrados. Y es por ello que no pueden entender qué es la fiesta. Pero tienen la seguridad de las cosas que pueden tocar”.  

La reacción del Señor ante nuestro rechazo es decidida: quiere que vengan a la fiesta todo tipo de personas, conducidas, incluso por la fuerza, malos y buenos. “Todos están invitados. Todos, nadie puede decir: ‘Yo soy malo, no puedo…’. No. Es más, el Señor, si tú eres malo, entonces te espera de un modo especial”. Es la actitud del padre para con el hijo pródigo que vuelve a casa; el hijo comenzó con un discurso, pero él no lo deja hablar y lo abraza, “El Señor es así. Es la gratuidad”. Luego, refiriéndose a la Primera Lectura, donde el apóstol Pablo pone en guardia sobre la hipocresía, Francisco afirmó que a los judíos que rechazaban a Jesús porque se creían justos, el Señor una vez les dijo: “Pero yo les digo que las prostitutas y los publicanos los precederán en el Reino de los cielos”. El Señor, reiteró el Papa, ama a los más despreciados, pero nos llama a nosotros. Sin embargo, frente a nuestra cerrazón, se aleja y se irrita, como dice el Evangelio que acabamos de leer.  “Pensemos – concluyó - en esta parábola que el Señor nos ofrece hoy. ¿Cómo marcha nuestra vida? ¿Que prefiero yo? ¿Aceptar siempre la invitación del Señor, o encerrarme en mis cosas, en mis pequeñeces? Y pidamos al Señor la gracia de aceptar siempre ir a su Fiesta, que es gratuidad”.