Un sacerdote católico armenio y el padre fueron asesinados en una emboscada en la autopista que conduce a Deir el-Zor; hay un diácono herido. Auto-bombas estallan en las inmediaciones de la iglesia caldea en Qamishli, dejando siete muertos y 70 heridos. Detrás de la violencia, la mano del Estado Islámico. Mons. Georges: “Cortan el agua y la luz, ya hemos pasado por esto”.
Alepo (AsiaNews) - La reivindicación del Estado Islámico (EI, ex ISIS) es una “señal clara” de que los atentados de ayer son “selectivos”, y apuntan contra los cristianos, un peligro del cual “ya habíamos hablado” en las últimas semanas. Es lo que subraya, en diálogo con AsiaNews, el vicario apostólico de Alepo de los Latinos, Mons. Georges Abou Khazen, al comentar el doble atentado de ayer en el noreste de Siria, que culminó con varias víctimas y heridos en el seno de la comunidad cristiana. “La ofensiva de los turcos contra los kurdos en el noreste - agrega el prelado - ha exasperado la situación, ya de por sí crítica, de una población que ya ha vivido las persecuciones y los genocidios de principios del siglo XX”.
Ayer, un sacerdote católico armenio (en la foto) y su padre fueron asesinados en una emboscada en la provincia de Deir el-Zor, controlada por las fuerzas kurdo-sirias, contra la frontera turca. El Pbro. Hovsep Petoyan, de la comunidad armenia de Qamishli, y su padre, Abraham Petoyan, cayeron en una trampa de Daesh [acrónimo árabe para el Estado Islámico] en la ruta que conecta Hassaké y Deir el-Zor.
El padre murió en el acto, y el sacerdote falleció poco después; también resultó herida una tercera persona, el diácono Fati Sano, que viajaba con ellos. Los tres se dirigían a la iglesia católica armenia de Deir el-Zor para supervisar el avance de la obra de restauración del templo. Al reivindicar el ataque, los yihadistas publicaron las fotos de los documentos de identidad de las víctimas y aludieron a “dos sacerdotes cristianos” - las primeras informaciones hablaban de dos curas - atacados “por el fuego de los combatientes” del ISIS.
Así mismo, ayer, en la zona, tres bombas - una motocicleta y dos automóviles repletos de TNT - explotaron en las inmediaciones de la iglesia caldea y de un mercado en la localidad de Qamishli, en el centro de la ciudad. “Las explosiones -cuenta Mons. Georges - provocaron siete muertos y el saldo de víctimas continúa creciendo: cuando menos, 70. Los artefactos explosivos fueron detonados cerca de la iglesia, y esto, para nosotros, tiene un significado muy preciso: quieren atacar a los cristianos”. .
Tal como recuerda el vicario de Alepo, en el pasado, cuando comenzó la guerra siria, uno de los primeros gestos perpetrados en el área “fue hacer estallar el mausoleo erigido en memoria de las víctimas del genocidio turco”. Las minorías del área, prosigue, “se encuentran en la mira del ejército turco y de sus aliados” [grupos anti-Assad y yihadistas], y por eso tratan de huir”.
Hace tiempo que venimos repitiendo, afirma el prelado, que “los milicianos del ISIS son instrumentos en manos de los Estados Unidos y Turquía”, para alimentar la tensión. La ofensiva de Ankara “ha generado mayor inestabilidad, afectando por igual a asirios, caldeos, católicos sirios… las mismas víctimas del genocidio turco en el pasado”. El ejército sirio, prosigue, “ha llegado a la zona y trata de infundir seguridad, pero si estos episodios se repiten, inevitablemente el miedo crecerá entre la población y habrá miles de personas queriendo huir”.
“Hemos alojado a algunos estudiantes universitarios provenientes del área afectada por los últimos ataques -subraya Mons. Georges - y ellos están sumamente preocupados, tienen miedo por sus familias, que se han quedado en su tierra. A la violencia, se suman gestos que confirman la escalada de tensión: están cortando la luz y el suministro de agua. Como ya sucedió en Alepo -prosigue -, a los atentados se suman los sabotajes y los actos vandálicos para incentivar la huida. Ya hemos pasado por esto antes”.
Los cristianos del noreste de Siria “están abandonados a su suerte y la realidad es cada vez más dura y complicada”, acusa el prelado. Los norteamericanos han regresado con sus tanques de guerra, pero solo para controlar los pozos de petróleo e impedir que el ejército sirio los recupere. En tanto, en la región “crece la inseguridad. Incluso nosotros, en Alepo -concluye - somos blanco de bombardeos. Sin ir más lejos, hace dos días murió una niña. Rebeldes y yihadistas se mantienen en las periferias y prosiguen con los ataques. ¡Estamos cansados!”.