‘Destructología’: la lucha contra las sectas en la Iglesia ortodoxa
de Vladimir Rozanskij

Se publicó el primer manual que estudia los fenómenos de devastación que llevan adelante las sectas, la publicidad, el comercio basado en el engaño, e incluso el terrorismo. Alianza entre el Ministerio de Educación y el Patriarcado de Moscú. Bajo la mira, los servicios de magia y ocultismo, los juegos que empujan al suicidio y la negativa al tratamiento médico. También están bajo la lupa los Testigos de Jehová, los evangélicos bautistas y los pentecostales.


Moscú (AsiaNews) - El primer manual de “destructología” fue presentado en Rusia hace algunos días. Su autor, Roman Silant’ev (foto 2), expuso los contenidos de esta nueva ciencia en una entrevista concedida a Intefax-Religija. Se trata del estudio de la “formación destructiva” en el campo religioso y social, un peligro denunciado por los ortodoxos en los últimos 30 años, luego de la caída del comunismo. 

Combatir el extremismo sectario en el campo inter-cristiano e interreligioso es una de las preocupaciones más urgentes de la Iglesia ortodoxa rusa. Es por ello que ha insistido para conseguir una ley que prohíba las actividades “no registradas”, como la predicación en las calles y puerta a puerta, típica de movimientos como los Testigos de Jehová, los evangélicos baptistas o los pentecostales. Ahora incluso existe una nueva disciplina científica, el “destructivismo”, que se ocupa del estudio de las sectas y de su influjo sobre las personas y la sociedad. 

Según Silant’ev, ya hace varios años que la ciencia de la destructología es objeto de elaboración en varias universidades rusas, particularmente en la Universidad Lomonosov de Moscú, el ateneo más importante y más antiguo del país, que mantiene importantes lazos con la Iglesia Ortodoxa. El rector de la universidad,  Viktor Sadovnichij, acaba de ser reelecto para el quinto mandato, no sin cierta polémica, precisamente a causa de la protección estatal y eclesiástica de que goza.

La nueva disciplina cuenta con el patrocinio oficial del Ministerio de Educación Pública de Rusia, por ser considerada un medio para prevenir el extremismo religioso y el terrorismo; las figuras de mayor relieve del patriarcado de Moscú, como el patriarca Kirill (Gundjaev) y el metropolita Ilarion (Alfeev) hace años que invocan el apoyo de los especialistas en el estudio de las religiones y comunidades más controvertidas del país. Entre los profesores encargados de estudiar el tema figuran médicos y psiquiatras, que se ocupan de examinar los síntomas de los fenómenos “destructivos”.   

Según el manual de Silant’ev, las ideologías destructivas se expresan en formas bastante variadas, tanto en aquellas caracterizadas por una organización explícita como en variantes de sub-cultura, pseudociencia, formas de entretenimiento e incluso juegos difundidos por medios informáticos y de prensa.  Se denomina “destructiva” a cualquier forma de propaganda que provoque daños en la psique de las personas y atente contra la institución de la familia tradicional, fomentando el conflicto social en varios niveles. 

La actividad de los grupos destructivos va desde la publicidad hasta el comercio engañoso, llegando hasta el terrorismo liso y llano, según un esquema definido en cuatro niveles: 1) pérdida de tiempo y dinero en los psico-cultos, en las sectas con finalidades comerciales y en las organizaciones pseudo-deportivas; 2) pérdida de la salud en las sectas totalitarias y en la esfera de los servicios de magia y del ocultismo; 3) los efectos mencionados, llevados hasta la autodestrucción (juegos suicidas, dietas extremas, oposición a recibir tratamiento médico) y, por último 4) la amenaza para el entorno, que puede llegan al terrorismo liso y llano. 

Para Silant’ev, la nueva ciencia se ha vuelto necesaria en los últimos tiempos en vista del crecimiento de organizaciones anti-sectarias, que suelen ser incluso más desequilibradas y peligrosas que las mismas sectas, en una competencia que busca apoderarse de las conciencias. Por tanto, se requiere una autoridad objetiva, sostenida por el Estado y por la Iglesia misma. No se trata, por lo tanto, de un estudio genérico sobre los fenómenos religiosos, sino de una atención específica a algunas realidades que ponen en peligro a la sociedad. 

En la entrevista se recuerda que la actividad del ISIS sigue siendo muy intensa en Rusia, y que la agrupación continúa reclutando potenciales militantes. Se hace especial hincapié en esta particular tendencia a las masacres en masa, definida como la “subcultura Columbine”, aludiendo a la masacre perpetrada en 1999 en la Columbine High School de Colorado, que tendría varios seguidores en Rusia. Los jóvenes que han tratado de atentar contra la vida de compañeros y profesores serían exponentes de una secta definida como “necro-comunista”, cuyo adherentes siguen considerándose ciudadanos de la desaparecida URSS, y agreden a los “no-ciudadanos” de la sociedad actual que niegan la grandeza del comunismo soviético. 

El autor enumera varias sectas religiosas, como los pentecostales y los ortodoxos heréticos, seguidores de santones más o menos ligados a la Iglesia. Cabe destacar que también hay herejes musulmanes “coránicos” que reniegan de la doctrina musulmana tradicional y proponen una revisión total de ésta, en fuerte contraste con las autoridades islámicas rusas. En efecto, los musulmanes oficiales de Rusia sostienen la nueva ciencia “destructológica” tan poco como los exponentes de la Iglesia ortodoxa.