Mons. Pizzaballa: El ‘camino de la cruz’ es parte de la experiencia de las Iglesias del Mediterráneo
de Pierbattista Pizzaballa

El discurso del administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, en el encuentro “Mediterráneo, frontera de paz”. “Las Iglesias del Oriente Medio y del Norte de África en más de una oportunidad han reafirmado que no necesitan tan solo ayudas económicas, sino también y sobre todo solidaridad, sentirse escuchadas”. Fraternidad y solidaridad humana; pero también, el coraje de denunciar.


Bari (AsiaNews) - Del 19 de febrero hasta hoy, los obispos de las diócesis que miran al Mediterráneo – pero también de aquellas cuyas culturas están ligadas a esta cuenca – se reunieron en la ciudad de Bari, con ocasión del encuentro de reflexión y espiritualidad “Mediterráneo, frontera de paz”, promovido y organizado por la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). En él han participado 58 obispos y patriarcas, procurando poner en común vías de testimonio, frente a desafíos que comparten, como el terrorismo y la libertad religiosa, las guerras, el diálogo interreligioso y los migrantes. Esta mañana, los pastores se reunieron con Papa Francisco en la Basílica de San Nicolás. En el encuentro, cuya guía estuvo a cargo del Card. Gualtiero Bassetti, presidente de la CEI, también tomó la palabra Mons. Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, presentando una síntesis de lo trabajado. Inmediatamente después, el Papa pronunció un discurso, que presentamos en otro artículo. A continuación, transcribimos las palabras de Mons. Pizzaballa.

 

Santísimo Padre:

Estos días de reflexión y oración han sido una bella experiencia como Iglesia, que nos ha acercado unos a otros de una forma más concreta. Nos hemos escuchado pero, sobre todo, hemos escuchado el grito que viene de los territorios de la cuenca sur del Mare Nostrum; hemos intercambiado experiencias y propuestas y, por último, nos hemos dado un panorama de situación:

 

a) Escucha

En primer lugar, hemos querido escuchar la realidad y hemos caído en ella. Desde hace siglos, el Mediterráneo constituye el centro de intercambios culturales, comerciales y religiosos de todo tipo, pero también ha sido el escenario de guerras, conflictos y divisiones políticas e incluso religiosas. En el tiempo presente, lejos de disminuir, todo ello parece aumentar. Las guerras comerciales, la avidez de energía y las desigualdades económicas y sociales han convertido esta cuenca en un centro de intereses enormes.  El destino de pueblos enteros ha quedado supeditado al interés de unos pocos, engendrando hechos de violencia que son funcionales a modelos de desarrollo creados y sostenidos en gran parte de Occidente. En el pasado, – basta pensar en el período colonial – las Iglesias fueron funcionales a dicho modelo. Hoy deseamos pedir perdón; en particular, por haber entregado a los jóvenes un mundo herido.  

Nuestras Iglesias del Norte de África y del Oriente Medio son las que pagan el precio más alto. Diezmadas y convertidas en una pequeña minoría, éstas no son, sin embargo, Iglesias que se den por vencidas. Muy por el contrario, han redescubierto lo esencial de la fe y del testimonio cristiano. Son comunidades que pese a enfrentar enormes dificultades e incluso persecuciones, han permanecido fieles a Cristo. El “camino de la cruz” es propio de la experiencia de las Iglesias del Mediterráneo. En este sentido, pensemos, en particular, en el destino de miles de migrantes, que huyen de situaciones de persecución y pobreza, y que han cambiado el rostro de muchas de nuestras Iglesias. 

Las Iglesias del Oriente Medio y del Norte de África en más de una ocasión han reafirmado que no solo necesitan ayudas económicas, sino también y sobre todo, solidaridad; sentirse escuchadas, que haya alguien que se apropie de su difícil realidad, donde también coexiste la luz de muchos testimonios de fidelidad y solidaridad humana y cristiana. 

 

b) Experiencias y propuestas

¿Qué hacer, entonces, como Iglesias, frente a todo esto? Si los actuales modelos de desarrollo someten al ser humano al consumo y a la violencia, nuestras comunidades no pueden cesar de construir caminos distintos, alternativos, de paz, de desarrollo y crecimiento; caminos que son un testimonio de nuestro estilo cristiano de estar dentro de la realidad; caminos cuyo centro es la persona: en las escuelas, en los hospitales, en las numerosas iniciativas de solidaridad y de cercanía con los pobres.  

El diálogo es la otra forma en que se expresa nuestra vida eclesial. A través del diálogo ecuménico entre las Iglesias, periódicamente nos dedicamos a organizar oraciones en común para pedir por la paz; a instituir, allí donde no existan, comités interreligiosos, sobre todo con los creyentes musulmanes, para trabajar de forma mancomunada en obras de solidaridad, poniendo en común lo que tenemos. Queremos hacer que esta fraternidad y solidaridad humana crezca y se transforme en experiencia. Esta perspectiva conlleva también la parresia, es decir la sinceridad de denunciar el mal que causa la pobreza y crea situaciones estructurales de injusticia. En un contexto que suele estar plagado de manipulaciones, nuestras Iglesias desean convertirse en una sola voz profética de verdad y libertad. 

 

c) Perspectivas

Por último, hemos insistido en fortalecer las iniciativas de conocimiento recíproco, inclusive con acciones de hermanamiento de diócesis y parroquias, con el intercambio de sacerdotes, experiencias de seminaristas y formas de voluntariado. “Vengan y vean” ha sido nuestro lema. Hasta ahora, mucho “se ha hablado de las Iglesias y sus realidades”. Ahora, hay que pasar a “hablar con las Iglesias y sus realidades”. La hospitalidad, tan típica de la cultura mediterránea, debe comenzar, ante todo, entre nosotros. 

En una realidad compleja y articulada como es la mediterránea, estamos dispuestos a hacernos cargo de sus contradicciones, aprendiendo y enseñando a vivirla con esperanza cristiana.

Estamos apenas en el inicio de un camino que será largo pero sin lugar a dudas, apasionante. 

Por eso hemos decidido seguir encontrándonos, de manera estable, para poder construir - poco a poco, y en los tiempos que el Señor nos irá marcando - un camino en común, donde hagamos crecer una cultura de paz y comunión en nuestros contextos heridos y desgarrados. 

Pedimos a Su Santidad la luz de Su palabra, sobre nuestra disponibilidad y nuestra tarea.