Fracasa el sueño de Xi Jinping: los trabajadores migrantes, más pobres a causa del coronavirus

Se estima que para los migrantes, las pérdidas rondarán los 103 millardos de euros. Estas no serían recuperables ni siquiera trabajando horas extra. En las áreas rurales, el ingreso anual per cápita es de 1475 euros. Las autoridades falsean los datos sobre la reactivación de las actividades. En la empresas, obligan al personal presente a mentir a los inspectores del gobierno.


Beijing (AsiaNews/Agencias) – Los trabajadores migrantes perderán 800 millardos de yuanes (cerca de 103 millardos de euros) en sus ingresos, a causa de la crisis epidémica en China. Son las estimaciones de Gavekal Dragonomics, una empresa consultora con casa matriz en Beijing. Al menos 300 millones de chinos que viven en las zonas rurales son empleados en áreas urbanas e industriales. A fines de febrero, apenas el 30% de ellos había regresado a las fábricas. 

Los analistas sostienen que, tras reactivarse las actividades, aún cuando se trabajen más horas, será imposible recuperar las pérdidas. Los sectores más golpeados son el rubro manufacturero, la construcción, los trabajadores domésticos y el comercio minorista.

Las pérdidas que han sufrido los habitantes de las zonas rurales en este último período impedirán que Xi logre uno de sus principales objetivos en política económica: rescatar a a cada ciudadano chino de una situación de pobreza absoluta antes de fines del 2020.

Según lo enunciado por el Centro de investigación para la economía agrícola, dependiente del Ministerio de Agricultura, este año los trabajadores migrantes ganarán un 5% menos. De acuerdo con los datos oficiales, en el 2019, el ingreso per capita en las zonas más atrasadas del país fue 11.500 yuanes (1475 euros).  

Las autoridades sostienen que en las provincias más ricas, el 90% de las empresas ha reabierto sus puertas. Sin embargo, el dato es cuestionable. Caixin ha descubierto, por ejemplo, que en el área metropolitana de Beijing y en Zhejiang, los líderes locales y los empleadores inflan los porcentajes para estar en línea con los objetivos prefijados por el gobierno central. 

Para mostrar que la producción se ha reactivado, las empresas dejan encendidas las luces en oficinas vacías, ponen en marcha maquinaria que gira en círculos y falsifican la plantilla orgánica e incluso “adiestran” al escaso personal presente para que mienta a los inspectores de gobierno.