Papa: Pascua, no es el tiempo para la indiferencia, egoísmo, división, olvido

En el Mensaje pascual y antes de la bendición Urbi et Orbi, el Papa Francisco sacude a la comunidad internacional para que no prevalezca “el miedo y la muerte”, sino que deje vencer “a Nuestro Señor Jesús”. Un recuerdo a los muertos de la pandemia, un aliento a los médicos y enfermeros. No a las sanciones internacionales; cancelar o reducir la deuda a los países pobres. Que Europa vuelva a encontrar la unidad. Sí al cese del fuego global; no a la producción y al tráfico de armas. “Una solución estable y duradera” para israelíes y palestinos y por todo Oriente Medio. Un recuerdo a las “poblaciones en Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias”. 

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “No es este el tiempo de la indiferencia”, “de los egoísmos”, “de la división”. “del olvido”: “¡no son realmente las palabras que queremos sentir en este tiempo. Queremos eliminarlas en todo tiempo! ellas parecen prevalecer cuando en nosotros vencen el miedo y la muerte, esto significa cuando no dejamos triunfar al Señor Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida”. Así el Papa sacudió  a la Iglesia, a los políticos, a la humanidad entera con su Mensaje pascual en el día de la resurrección de Jesús, poco ante de impartir la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo).

También este rito- que normalmente se realiza desde el balcón de la fachada de la basílica de San Pedro- sufrió las limitaciones debidas a las reglas contra la difusión de la pandemia. La bendición y el Mensaje fueron pronunciados en el altar de la Confesión, dentro de la basílica. Precedentemente, en el altar de la Cátedra, el pontífice había celebrado la misa, junto a pocos ministros y pocos fieles, en la basílica con las naves vacías (v. Foto).

No “una Pascua de soledad”

Delante de los “desafíos epocales” y a la pandemia que pone a dura prueba a nuestra gran familia humana”, el Papa recordó el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo resucitó!”, “otro contagio, que se transmite de corazón a corazón”, “el contagio de la esperanza”.

El primer pensamiento de Francisco fue hacia “en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles.

Delante de los “sufrimientos físicos” y a los “problemas económicos” que la pandemia está provocando delante de una “Pascua de soledad”, el Papa anuncia que la resurrección de Jesucristo “no ‘pasa por encima’ al sufrimiento y la muerte, sino que las atraviesa abriendo una senda en el abismo, transformando el mal en bien: marca exclusiva del poder de Dios”. 

Si bien a causa de la pandemia los fieles no pueden acercarse a la Eucaristía y a la reconciliación, Francisco subrayó que el Señor “puso sobre nosotros su mano (cfr Salmo 138,5), repitiéndonos con fuerza: no teman “resucité y estoy siempre contigo”

Esta consolación está dirigida en particular a m´dicos y enfermeros, “que donde están ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta el máximo de sus fuerzas y no raramente al sacrificio de la propia salud”, como también a aquellos que garantizan “los servicios esenciales necesarios a la convivencia civil”.

“Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres. 

Siguen las 4 exhortaciones a la comunidad mundial. Ante todo: “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos.

El Papa pide atención a los pobres, a quienes les falta los bienes de primera necesidad, remedios, asistencia sanitaria. Por esto el pide “que se aflojen...las sanciones internacionales” a los países que están más afectados (como Siria e Irán) y que venga reducido, o hasta condonada “la deuda que pesa sobre los balances de aquellos más pobres”.

“Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones. 

En la tercera exhortación, “este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África. 

La cuarta exhortación, “no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.

“Queridos hermanos y hermanas: Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso. 

Y deseó a todos una Feliz Pascua.