Card Sako: la Iglesia iraquĆ­ necesita nuevas vocaciones masculinas y femeninas (I)
de Louis Raphael Sako*

En el país, la emigración y la inestabilidad han provocado una caída drástica en el sacerdocio y en la vida consagrada. Un llamado a las familias, para que alienten y apoyen a sus hijos en esta elección. Dado que la familia es el “núcleo primario”, los padres tienen la tarea de sembrar la semilla de la fe y “cultivarla, a través de la oración y la contemplación”.


Bagdad (AsiaNews) - “Emigración e inestabilidad”, son dos factores que han determinado una caída “drástica” en las vocaciones sacerdotales y monásticas, tanto masculinas como femeninas, “en nuestra Iglesia”. Es lo que escribe el primado caldeo, el Card. Louis Raphael Sako, en un mensaje dirigido a los fieles, y especialmente  a los jóvenes, muchachos y muchachas, para profundizar en el valor del sacerdocio y la vida consagrada, alentando a las familias a responder a la llamada de Dios. “Hay una carencia, tanto en números como en modalidades, y tanto dentro como fuera de Irak”, subraya el purpurado. El “núcleo primario” donde se descubre y profundiza la fe, es la familia. Por eso, los progenitores tienen la tarea de regar la semilla de la fe y “cultivarla, a través de la oración y la contemplación”.  

Partiendo de este llamamiento del primado caldeo, AsiaNews quiere acercar a sus lectores un reportaje sobre el tema de las vocaciones en Irak, el cual iremos ampliando en los próximos días. A continuación, el mensaje del patriarca Sako: 

Es deplorable que las vocaciones sacerdotales y monásticas hayan caído de forma drástica en nuestra Iglesia en los últimos años, a causa de las condiciones que han alimentado el fenómeno de la emigración y la inestabilidad [tanto política como social].  Y más aún, por las críticas contra la Iglesia y por las múltiples presiones a las que se ven sometidos los jóvenes. Nuestra Iglesia atraviesa una verdadera crisis de vocaciones. Hay una gran carencia de ellas, tanto en términos numéricos como en modalidades, y esto es así dentro y fuera de Irak. Todos están a la búsqueda de sacerdotes, monjas y monjes. 

Con ocasión del inicio del Año académico en curso, 2020-2021, me dirijo a nuestros jóvenes, a los hombres y mujeres, para invitarlos a ser generosos por amor a Cristo, a la Iglesia y a la sociedad, para que dediquen su vida al servicio de sus hermanos y hermanas. 

Quien ama, se entrega por entero. Este don de sí es un acto de amor profundo y conciente, que toma todo el ser: el pensamiento, la memoria, el corazón y los sentimientos. Para que, en última instancia, su vida se vuelva luz y esté colmada de significado. 

Y aquí quisiera apropiarme del texto de Isaías, en este pasaje: Luego, oí la voz del Señor que me decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Y yo respondí: “Aquí estoy, Senor, ¡envíame!”. (Isaías 6/8).

El primer núcleo en cuyo seno se refuerza la vocación es justamente la familia. Los progenitores debieran velar por este objetivo sublime, que es plantar la fe en el corazón de sus hijos. Y también cultivarlo, a través de la oración y la contemplación del testimonio de personas y de los grandes ejemplos que menciona la Biblia. Observando cómo ellos han seguido de cerca a Jesús y le sirvieron con alegría. Al mismo tiempo, es igualmente importante hablar de la experiencia de los sacerdotes llenos de Dios, que ellos conocen o ven con frecuencia. Quizás, de esta forma, Dios permita que uno de sus hijos pueda responder a la vocación de volverse pastor de su pueblo, o monje. Y tal vez así una de sus hijas pueda consagrarse como religiosa o volverse monja. 

La responsabilidad de participar en las vocaciones también compete a nuestros obispos, sacerdotes, monjes y monjas. Por eso, los invito a organizar actividades espirituales y a valerse de los medios - antiguos y nuevos - para desarrollar sus vocaciones. Nuestra sociedad simplemente necesita de un cura, de un padre, un amigo, un docente, un mentor y  un compañero, sobre todo en los momentos difíciles. La fuerza de la Iglesia radica en las personas como Cristo, que son fuente de un gran amor, de alegría, espiritualidad, visión, sabiduría y valentía, para que Dios pueda usarlas para difundir el bien. 

Patriarca caldeo de Bagdad y presidente de la Conferencia episcopal iraquí 

(Fin de la primera parte)