Islam, Covid-19 y el fin del milagro económico del sultán Erdogan

El país ha interrumpido el vigoroso crecimiento económico de las últimas décadas y la recesión parece inevitable. Estudios de la confederación de sindicatos confirman que el umbral de pobreza es 3,5 veces más alto que el salario mínimo. El intervencionismo en política exterior para enmascarar la crisis interna.

 


Estambul (AsiaNews) - Tras el vigoroso crecimiento económico que ha caracterizado a Turquía desde la década del 2000, el país está sufriendo ahora una fuerte recesión que amenaza con socavar el prestigio del presidente Recep Tayyip Erdogan. Durante muchos años el "sultán" obtuvo excelentes resultados: como Primer Ministro desde 2003 y como jefe de estado a partir de 2014. Sin embargo, la elevada tasa de inflación, la desocupación y una política financiera desastrosa han eclipsado los éxitos en los dos últimos años y lo han obligado a recurrir al factor religioso y a una política de nacionalismo e islam para enmascarar la gravedad de la crisis.

Los últimos datos proporcionados por la Confederación de Sindicatos de Turquía (TÜRK-İŞ), correspondientes al “Estudio sobre el umbral de hambre y pobreza”, confirman la magnitud de la crisis. Según el informe, para tener una dieta equilibrada y suficiente para satisfacer sus necesidades (por encima del umbral de hambre), una familia de cuatro personas debe gastar un promedio de 320 dólares al mes (2.516 liras turcas). Si a esto le sumamos gastos de ropa y vivienda (alquiler, impuestos, electricidad, agua potable, etc.), más transporte, educación y salud, el total asciende como mínimo a 1030 dólares (8197 liras turcas).

Teniendo en cuenta que el salario mínimo en Turquía es de 2324 liras, la línea de pobreza es al menos 3,5 veces más elevada que la que garantiza el estado. Y a eso se añade el problema de la inflación y el incremento de los precios: el dinero mínimo necesario para “comer”, para una familia de cuatro personas que vive en Ankara, aumentó el 1,39% en un mes. El dato ampliado a los últimos 11 meses muestra un aumento del 16,37%, que se eleva al 19,68% considerando los dos últimos meses. El crecimiento medio anual ronda el 14,57%.

Sindicatos y especialistas coinciden en que los efectos de la pandemia de Covid-19 en la economía del país han afectado con mayor fuerza a las clases medias-bajas y bajas de la sociedad, que hoy enfrentan crecientes dificultades. Los salarios insuficientes, la inflación y el desempleo son elementos que agravan cada día más la situación y empañan la imagen triunfadora de Erdogan de la última década. Durante demasiado tiempo el presidente ha hecho alarde de seguridad - e indiferencia - ante una crisis creciente, y resulta cada vez más difícil pedirles más sacrificios a empleados, asalariados y jubilados.

En una entrevista a L'Orient-Le Jour (LOJ), Soner Cagaptay, miembro del Washington Institute especializado en Turquía, señala que la longevidad del poder de Erdogan se ha podido atribuir durante mucho tiempo a sus éxitos económicos. “Sacó a mucha gente de la pobreza - explica -. Esa es una de las razones de su éxito. Entre 2002 y 2016, se duplicó el PBI y el país registró un crecimiento promedio de 5.5% anual, atrayendo muchas inversiones”.

Después llegó la crisis, que las políticas del yerno del presidente Berat Albayrak no fueron capaces de detener. De hecho, muchos expertos y analistas consideran que él es, junto con el director del Banco Central, uno de los principales responsables de la inestabilidad de los últimos dos años. Por eso Erdogan se vio obligado a reemplazarlos apresuradamente, mientras el país ha entrado oficialmente en recesión. “Esa es la razón - advierte Cagaptay - de la derrota electoral en Estambul, Ankara y otras grandes ciudades en las últimas elecciones administrativas”.

El intervencionismo en política exterior, la instrumentalización del Islam y los cambios en la conducción económica parecen haber logrado su propósito, al menos por el momento, y aparentemente la popularidad de Erdogan es sólida. Sin embargo, muchos coinciden en que su carrera política está atravesando una transición crucial y - concluye Cagaptay - "el respaldo ocasional de otros partidos ya no le alcanza para controlar el país, y debe apoyarse en una minoría para seguir oprimiendo a la mayoría. Un punto de inflexión".