Nuncio en Damasco: el arma de la caridad para curar heridas físicas, económicas y sociales

El trabajo de las instituciones católicas es fundamental para reconstruir el "clima de confianza" en un país que parece haber "perdido la esperanza", especialmente entre los jóvenes. El 83% de la población vive por debajo del umbral de pobreza. El Covid ha agravado el sufrimiento. Para ayudar a una nación exhausta, hace falta la ayuda de todos. El Papa en Irak "una hermosa noticia para los cristianos de todo Medio Oriente".

 


Damasco (AsiaNews) - El pueblo sirio está marcado por "heridas físicas, económicas y sociales" provocadas por casi 10 años de guerra y sanciones, y una crisis sanitaria agravada por la nueva pandemia de coronavirus. Y solo se puede curar "con el arma de caridad", explicó a AsiaNews el cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Damasco. Destacó también que el trabajo de las "instituciones católicas" es fundamental para reconstruir el "clima de confianza" en un país que parece "haber perdido la esperanza". Sobre todo "en los jóvenes", que en esta situación "de estancamiento, de muro contra muro" no encuentran razones para quedarse, cuando "el 83% de la población, según fuentes de la ONU, vive por debajo del umbral de pobreza".

El Covid-19 ha agravado el "sufrimiento físico" de una población ya probada por el conflicto, aunque "los datos muestran contagios limitados hasta el momento". Sin embargo, prosigue el Card. Zenari, “el virus circula y avanza, y los hospitales se encuentran en condiciones extremas” y funcionan “solo de manera parcial'. Y también hay que pensar en los heridos de guerra, los mutilados”. Las cifras oficiales hablan de casi 12.000 casos, alrededor de 6.000 recuperaciones y cerca de 750 muertes, pero el número de víctimas podría ser mayor porque no hay datos ciertos de las zonas en disputa como Idlib, en el noroeste.

Diez años de bombardeos y enfrentamientos armados, a lo que se suman los ataques yihadistas, han provocado el colapso del sistema de salud. Faltan estructuras adecuadas, medicamentos, tubos de oxígeno y equipo de protección personal. Hace tres años que la Iglesia siria, con la colaboración de la Santa Sede y el apoyo personal del Papa Francisco, puso en marcha el proyecto “Hospitales abiertos”, con dos estructuras en Damasco y una en Alepo. “Es el tercer año - explica - y esperamos continuar. Hemos atendido más de 40 mil enfermos, pobres cristianos y musulmanes, aunque en los últimos tiempos la gente tenía miedo de venir por el Covid. Esta iniciativa demuestra, no con palabras sino con hechos, qué poderosa es el arma de la caridad".

En efecto, a las heridas físicas se suman las “sociales, que han provocado graves daños a un mosaico social -el sirio- variado y que se caracterizaba por la buena convivencia. Esto también ha sufrido daños y reparar esas heridas es una de las tareas que deben asumir las religiones”. El trabajo, prosigue el cardenal, “es enorme, aunque hasta ahora las relaciones entre las autoridades religiosas siguen siendo buenas. Tenemos que trabajar sobre esta base común”, tomando como punto de referencia “la declaración de Abu Dhabi [sobre la Fraternidad], haciendo énfasis en la convivencia y reconstruyendo el tejido social”.

Por último, están las heridas “económicas”, en un contexto “muy crítico, con una recuperación de la que ya no se habla y menos se puede ver. Esas heridas están agravadas por las sanciones, que juegan su papel, pero hay que decir que también se ha detenido el trabajo de reconstrucción; interrupción que se puede atribuir a diversos actores y factores. Luego está la crisis libanesa, a nivel bancario y financiero, que tiene repercusiones en Siria.  Y finalmente, el Covid-19 ha hecho tambalear países que estaban ayudando económicamente”.

En este contexto crítico, el trabajo de las agencias católicas es fundamental porque “es capaz de ir más allá de la pertenencia étnica y religiosa. Una caridad abierta a todos, musulmanes y cristianos, que apunta -continúa el nuncio- a la reconstrucción de casas, compensa las emergencias alimentarias y quiere garantizar el derecho a estudiar en las escuelas”.

“Todos - subraya el Card Zenari - podemos ser el buen samaritano de la parábola y ayudar a un pueblo extenuado por la guerra y el Covid. Siria se ha encontrado con demasiados ladrones en los últimos años, que la golpearon y la abandonaron al borde del camino. Ha desaparecido del radar de los medios de comunicación y de la atención de la comunidad internacional. Cualquier ayuda es una gota de agua muy preciada, aunque Siria necesita verdaderos torrentes de ayuda [de la comunidad internacional y las potencias mundiales] para poder recuperarse de una situación humanitaria crítica”. El mismo Papa lo recordó en su mensaje de Navidad Urbi et Orbi, subrayando el sufrimiento de los niños en las zonas de guerra, desde Irak hasta Siria y Yemen. En este contexto, es más importante que nunca el viaje apostólico del pontífice a Irak, en marzo, al que define como “una hermosa noticia para todos los cristianos de Medio Oriente, que ya no se sienten mendigos y comprenden que están en el corazón del Papa. Además - concluye el cardenal Zenari - es muy importante para fortalecer el diálogo interreligioso con el mundo musulmán, especialmente chiíta, como recordó el Patriarca Sako”.