Francisco viaja a Mosul, la ciudad que en otro tiempo fue proclamada capital del Estado Islámico, y reza por las víctimas de la guerra. La visita a Qaraqosh, la principal ciudad cristiana del país. "Incluso en medio de la devastación del terrorismo y la guerra podemos ver, con los ojos de la fe, el triunfo de la vida sobre la muerte".
Mosul (AsiaNews) – Hosh-al-Bieaa, la plaza de las cuatro iglesias de Mosul (que reúne a las iglesias siro-católica, ortodoxa-armenia, siro-ortodoxa y caldea) de alguna manera es el símbolo de la voluntad del Estado Islámico de destruir un mundo – las iglesias fueron destruidas entre 2014 y 2017 – pero también es el lugar desde el cual uno puede invocar el perdón de Dios y pedir la gracia de la conversión, dijo el Papa Francisco.
La primera escala de la jornada de Francisco es en Mosul, la ciudad que devino capital del Estado Islámico entre junio del 2014 y julio del 2017, y desde donde huyeron medio millón de personas, y entre ellas, 120.000 cristianos. “La trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás”, subraya el Papa. Y esto es porque “un tejido cultural y religioso tan rico en diversidad se debilita con la pérdida de cualquiera de sus miembros”, por más pequeño que sea.
Estamos en la Llanura de Nínive, en la región del Kurdistán, orgullosamente autónoma. La zona trabaja en su reconstrucción, y los cristianos, que fueron diezmados, están regresando. “Hoy, a pesar de todo – dice Francisco - reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra. Esta convicción habla con voz más elocuente que la voz del odio y de la violencia; y nunca podrá ser acallada en la sangre derramada por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción”.
Es esa violencia en nombre de Dios, que ha sido condenada tantas veces. Y aquí, el Papa advierte: “Si Dios es el Dios de la vida —y lo es— a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz —y lo es— a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor —y lo es— a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”.
“Señor y Dios nuestro” – reza el Papa - en esta ciudad, dos símbolos dan testimonio del deseo constante de la humanidad de acercarse a Ti: la mezquita Al Nuri con su alminar de Al Hadba y la iglesia de Nuestra Señora de la Hora, con un reloj que desde hace más de cien años recuerda a los transeúntes que la vida es breve y el tiempo precioso. Enséñanos a comprender que Tú nos has confiado tu designio de amor, de paz y de reconciliación para que lo llevemos a cabo en el tiempo, en el breve desarrollo de nuestra vida terrena. Haznos comprender que sólo poniéndolo en práctica sin demoras, esta ciudad y este país podrán reconstruirse, y los corazones destrozados de dolor podrán ser sanados. Ayúdanos a no emplear el tiempo al servicio de nuestros intereses egoístas, personales o de grupo, sino al servicio de tu designio de amor. Y cuando nos desviemos del camino, haz que podamos escuchar las voces de los verdaderos hombres de Dios y recapacitar durante un tiempo, para que la destrucción y la muerte no nos arruinen de nuevo. Te confiamos a aquellos cuya vida terrena se ha visto abreviada por la mano violenta de sus hermanos, y te suplicamos también por los que han lastimado a sus hermanos y a sus hermanas; que se arrepientan, alcanzados por la fuerza de tu misericordia”.
Del dolor de Mosul, el Papa se trasladó a Qaraqosh, donde reinaba un clima de fiesta. Esta es la principal ciudad cristiana del país y cuenta con más de 50.000 habitantes, de los cuales el 90% es cristiano. En el verano del 2014 fue invadida por el Estado Islámico, que destruyó casas e iglesias. La llegada del Papa causa inmensa alegría. La gente grita, canta, corre para seguir el auto donde viaja Francisco. La catedral de la Inmaculada Concepción -el santuario mariano más importante de todo Irak-, donde Francisco reza el Ángelus, en la época del Estado Islámico fue utilizado para practicar tiro al blanco. Según dicen, “el suelo estaba tapizado de proyectiles”, y todavía se ven los huecos de las balas en las paredes y las columnas. Una mujer y un sacerdote dan testimonio de aquellos días de muerte y huida .
El Papa los exhorta a ser valientes, a reconstruir su tierra. “Incluso ante la devastación que causa el terrorismo y la guerra podemos ver, con los ojos de la fe, el triunfo de la vida sobre la muerte”. El pontífice los llama a mirar “el ejemplo de sus padres y de sus madres” que “perseveraron con firme esperanza”: esa es su herencia espiritual. “Ahora es el momento de reconstruir y volver a empezar, de encomendarse a la gracia de Dios, que guía el destino de cada hombre y de todos los pueblos. ¡No están solos! Toda la Iglesia está con ustedes, por medio de la oración y la caridad concreta”.
Y, por último, el perdón. “Perdón: esta es una palabra clave”, dice Francisco. “El perdón es necesario para permanecer en el amor, para seguir siendo cristianos. El camino hacia una recuperación total podría ser todavía largo pero les pido, por favor, que no se desanimen. Se necesita la capacidad de perdonar y, al mismo tiempo, valentía para luchar. Sé que esto es muy difícil. Pero creemos que Dios puede traer paz a esta tierra. Nosotros confiamos en Él y, junto con todas las personas de buena voluntad, decimos ‘no’ al terrorismo y a la instrumentalización de la religión. El padre Ammar, al recordar los horrores del terrorismo y de la guerra, agradeció al Señor que siempre los haya sostenido, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad. La gratitud nace y crece cuando recordamos los dones y las promesas de Dios. La memoria del pasado forja el presente y nos hace avanzar hacia el futuro. En todo momento, demos gracias a Dios por sus dones y pidámosle que conceda paz, perdón y fraternidad a esta tierra y a su gente. No nos cansemos de rezar por la conversión de los corazones y por el triunfo de una cultura de la vida, de la reconciliación y del amor fraterno, que respete las diferencias, las distintas tradiciones religiosas, y que se esfuerce por construir un futuro de unidad y colaboración entre todas las personas de buena voluntad”. (FP)