Papa: El Espíritu Santo hace posible que nos encontremos con Jesús

"Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo!" "La sangre no resuelve nada. Que prevalezca el diálogo".


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –  El Espíritu Santo "nos ‘recuerda’ a Jesús y lo hace presente, para que no se reduzca a un personaje del pasado", nos da la posibilidad de encontrarlo y de dirigirnos a Dios llamándolo 'Abba', Papá. La oración en tanto relación con el Espíritu Santo, el centro de la audiencia general de hoy, fue el tema con el que el Papa Francisco concluyó el ciclo de catequesis sobre la oración. 

Y al término de la reunión, Francisco volvió a dirigir sus pensamientos "una vez más, y con mucha tristeza" a Myanmar. "Una vez más, y con tanta tristeza -fueron sus palabras-, siento la urgencia de evocar la dramática situación de Myanmar, donde tantas personas, especialmente jóvenes, están perdiendo la vida para dar esperanza a su país". "Yo también", añadió, "me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo!" "La sangre no resuelve nada. Que prevalezca el diálogo".

Previo a ello, en su discurso durante la audiencia, que fue nuevamente transmitida desde la biblioteca del Palacio Apostólico, Francisco había dicho que el Espíritu Santo "es el Don" que Jesús prometió enviarnos. "No es uno entre tantos dones; es el Don fundamental".

"Sin el Espíritu -añadió- no hay relación con Cristo y con el Padre. Porque el Espíritu abre nuestro corazón a la presencia de Dios y lo atrae hacia ese "vórtice" de amor que es el corazón mismo de Dios. No sólo somos huéspedes y peregrinos en nuestro viaje por esta tierra, también somos huéspedes y peregrinos en el misterio de la Trinidad. Somos como Abraham, que un día, acogiendo a tres caminantes en su tienda, encontró a Dios. Si podemos invocar verdaderamente a Dios llamándole "Abba - Papá", es porque el Espíritu Santo habita en nosotros; es Él quien nos transforma en lo más profundo y nos hace experimentar la conmovedora alegría de ser amados por Dios como verdaderos hijos".

El Espíritu Santo, por tanto, nos hace presente a Jesús. "En el Espíritu todo se vivifica: a los cristianos de todos los tiempos y lugares se les abre la posibilidad de encontrar a Cristo. No sólo para recordarlo como figura histórica. Él no está lejos, está con nosotros: sigue educando a sus discípulos transformando sus corazones, como hizo con Pedro, con Pablo, con María de Magdala". Y "la primera tarea de los cristianos" es mantener vivo el "fuego, que Jesús trajo a la tierra (cf. Lc 12,49), es decir, el Amor de Dios, el Espíritu Santo".

"Sin el fuego del Espíritu las profecías se extinguen, la tristeza reemplaza a la alegría, la costumbre sustituye al amor, el servicio se transforma en esclavitud. Me viene a la mente la imagen de la lámpara encendida junto al tabernáculo, donde se guarda la Eucaristía. Incluso cuando la iglesia se vacía y cae la tarde, incluso cuando la iglesia está cerrada, esa lámpara permanece encendida, sigue ardiendo: nadie la ve, pero arde delante del Señor. Lo mismo sucede con el Espíritu en nuestro corazón".

"Muchas veces -dijo- ocurre que no rezamos, no tenemos ganas de rezar o no sabemos cómo hacerlo. O muchas veces rezamos como loros - con la boca, pero el corazón está lejos. Este es el momento de decirle al Espíritu: 'Ven, ven Espíritu Santo, calienta mi corazón'. Ven y enséñame a rezar, enséñame a mirar al Padre, a mirar al Hijo. Enséñame cómo es el camino de la fe. Enséñame a amar y sobre todo enséñame a tener una actitud de esperanza. Tenemos que invocar al Espíritu continuamente, para que esté presente en nuestras vidas".