Papa: no contraponer la radicalidad del Evangelio a la debilidad del hombre

En un mensaje por los 150 años de la proclamación de San Alfonso María de Ligorio como Doctor de la Iglesia, Francisco invita a la teología moral a plantearse preguntas como “¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para la mendicidad?”.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –  No contraponer la radicalidad del Evangelio a la debilidad del hombre, hallar “siempre” el camino que no aleje, sino que acerque los corazones a Dios, ir al encuentro de los más débiles para combatir la lógica de la ley del más fuerte que considera al ser humano como un bien de consumo, ir al encuentro de las personas ‘frágiles’ de nuestra sociedad. Es lo que enseñó y lo que hizo San Alfonso María de Ligorio, que fue proclamado Doctor de la Iglesia hace 150 años, el aniversario que recordó el Papa Francisco en un mensaje enviado para la ocasión al padre  Michael Brehl, C.Ss.R, superior de la Congregación del Santísimo Redentor y moderador general de la Academia Alfonsiana.  

Al hablar sobre San Alfonso María de Ligorio, “patrono de los confesores y de los moralistas” y “modelo para toda la Iglesia en salida, misionera”, el Papa Francisco subraya, que él nos “sigue indicando con vigor el camino principal para acercar las conciencias al rostro acogedor del Padre, porque "la salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia" (EG 112)”.

“La propuesta teológica alfonsina nace de la escucha y la acogida de la fragilidad de los hombres y mujeres más abandonados espiritualmente”, escribe Francisco. “La experiencia misionera en las periferias existenciales de su tiempo, la búsqueda de los alejados y la escucha de las confesiones, la fundación y guía de la naciente Congregación del Santísimo Redentor, así como las responsabilidades como obispo de una Iglesia particular, le llevan a convertirse en padre y maestro de misericordia, seguro de que  ‘el paraíso de Dios es el corazón del hombre’". 

“En las disputas teológicas, prefiriendo la razón a la autoridad, no se detiene en la formulación teórica de los principios, sino que se deja interpelar por la vida misma. Abogado de los últimos, los frágiles y los descartados por la sociedad de su tiempo, defiende el "derecho" de todos, especialmente de los más abandonados y de los pobres. Este camino le llevó a la opción decisiva de ponerse al servicio de las conciencias que buscan el bien, incluso en medio de mil dificultades, porque son fieles a la llamada de Dios a la santidad”.

“Siguiendo el ejemplo de Alfonso”, continuó Francisco, “invito a los teólogos morales, a los misioneros y a los confesores a entrar en una relación viva con los miembros del pueblo de Dios y a mirar la existencia desde su perspectiva, para comprender las dificultades reales que encuentran y ayudar a curar sus heridas, porque sólo la verdadera fraternidad  «sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno»." (EG, n. 92). Fiel al Evangelio, la enseñanza moral cristiana, llamada a anunciar, profundizar y enseñar, debe ser siempre una respuesta «al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos»." (EG, n. 39). 

“En la teología moral”, subraya el Papa, “es prioritario” no reflexionar solo sobre la formulación de principios, de normas, sino hacerse cargo de la realidad. “Es necesario que el conocimiento se haga práctico a través de la escucha y la acogida de los últimos, los frágiles y los que la sociedad considera como un descarte”.

“Como san Alfonso, estamos llamados a salir al encuentro de la gente como comunidad apostólica que sigue al Redentor entre los abandonados. Este salir al encuentro de los que no tienen auxilio espiritual ayuda a superar la ética individualista y a promover una madurez moral capaz de elegir el verdadero bien. Formando conciencias responsables y misericordiosas tendremos una Iglesia adulta capaz de responder constructivamente a las fragilidades sociales, con vistas al reino de los cielos”. “En los últimos tiempos, los retos a los que se enfrenta la sociedad son innumerables: la pandemia y el trabajo en el mundo después de la Covid, los cuidados que hay que asegurar a todos, la defensa de la vida, las aportaciones que nos llegan de la inteligencia artificial, la salvaguarda de la creación, la amenaza antidemocrática y la urgencia de la fraternidad. ¡Ay de nosotros si en este compromiso evangelizador, separamos el "grito de los pobres" (5) del "grito de la tierra!’”.

Siguiendo el ejemplo del santo doctor, el Papa exhortó “a abordar seriamente en el plano de la teología moral «el grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para la mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado?»" (EG, n. 211). La formación de las conciencias para el bien se presenta como una meta indispensable para todo cristiano. Dar espacio a las conciencias -el lugar donde resuena la voz de Dios- para que puedan realizar su discernimiento personal en la concreción de la vida (cf. AL 37) es una tarea formativa a la que debemos ser fieles”.