Papa: cuando el Maligno quiere combatir la Iglesia le impide rezar

“Lo vemos en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar adelante reformas en la vida de la Iglesia, hay mucha organización, están los medios de comunicación que informan a todos… Pero la oración no se ve, no se reza”. La audiencia general estuvo dedicada a “La Iglesia maestra de oración”. Los monasterios son “células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Sin oración, la vida de fe no crece, y tampoco la Iglesia puede avanzar si no reza, porque "todo nace en la oración, y todo crece gracias a la oración". Y “cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar. Por ejemplo,lo vemos en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar adelante reformas eclesiales, cambios en la vida de la Iglesia… Hay mucha organización, están los medios de comunicación que informan a todos… Pero la oración no se ve”. Esta es la advertencia que hizo hoy el Papa Francisco en una reflexión improvisada durante la audiencia general, en la cual habló sobre "La Iglesia maestra de oración".

“La vida de una parroquia y de toda comunidad cristiana - dijo - está marcada por los tiempos de la liturgia y de la oración comunitaria”, y eso hace crecer “ese don que en la infancia hemos recibido con sencillez” de padres o abuelos. “Nos damos cuenta de que es un patrimonio grande, un patrimonio muy rico, y que la experiencia de la oración merece ser profundizada cada vez más (cfr. ibíd., 2688). El hábito de la fe no es almidonado, se desarrolla con nosotros; no es rígido, crece, también a través de momentos de crisis y resurrecciones; es más, no se puede crecer sin momentos de crisis”. “Después de ciertos pasajes de la vida, nos damos cuenta de que sin la fe no hubiéramos podido lograrlo y que la oración ha sido nuestra fuerza. No solo la oración personal, sino también la de los hermanos y hermanas, y la de la comunidad que nos ha acompañado y sostenido. También por eso en la Iglesia florecen continuamente comunidades y grupos dedicados a la oración. Algún cristiano siente incluso la llamada a hacer de la oración la acción principal de sus jornadas. En la Iglesia hay monasterios, hay conventos, ermitas, donde viven personas consagradas a Dios, y que a menudo se convierten en centros de irradiación espiritual. Son comunidades de oración que irradian espiritualidad. Son pequeños oasis en los que se comparte una oración intensa y se construye día a día la comunión fraterna. Son células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma. Pensemos, por ejemplo, en el rol que tuvo el monacato para el nacimiento y el crecimiento de la civilización europea, y también en otras culturas”.

“Rezar y trabajar en comunidad impulsa el mundo hacia adelante. Es un motor. Todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar”. “Por ejemplo - continuó de manera improvisada - lo vemos en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar adelante reformas eclesiales, cambios en la vida de la Iglesia… Se organizan muchas cosas, están los medios de comunicación que informan a todos… Pero la oración no se ve, no se reza”. ‘Tenemos que cambiar esto, tenemos que tomar esta decisión que es un poco fuerte…’. Sí, la propuesta es interesante, pero solo con la discusión, solo con los medios de comunicación, ¿y dónde está la oración? La oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo, que es quien inspira para ir adelante. Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, son cambios de grupo. Y cuando el Enemigo —como he dicho— quiere combatir la Iglesia, lo hace en primer lugar tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar, e [induciéndola a] hacer estas otras propuestas. Si deja de haber oración, por un tiempo parece que todo puede seguir adelante como siempre — por inercia —, pero poco después la Iglesia se da cuenta de que se ha convertido en un envoltorio vacío, de que ha perdido el eje de apoyo, de que ya no cuenta con la fuente del calor y del amor”.

Lo muestran los santos. “Las mujeres y los hombres santos no tienen una vida más fácil que los demás, más aún, ellos también tienen sus problemas que afrontar e incluso muchas veces son objeto de oposiciones. Pero su fuerza es la oración, que sacan siempre del “pozo” inagotable de la madre Iglesia. Con la oración alimentan la llama de su fe, como se hacía con el aceite de las lámparas. Y así van adelante caminando en la fe y en la esperanza. Los santos, que a menudo a los ojos del mundo cuentan poco, en realidad son los que lo sostienen, no con las armas del dinero y del poder, de los medios de comunicación, etc., sino con las armas de la oración”.

Francisco recordó después que “en el Evangelio de Lucas, Jesús plantea una pregunta dramática, que siempre nos hace reflexionar: «Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). ¿Encontrará solamente organizaciones, como un grupo de empresarios de la fe, todos bien organizados, que hacen beneficencia y muchas cosas…o encontrará fe?”. “Esta pregunta se encuentra al final de una parábola que muestra la necesidad de rezar con perseverancia, sin cansarse. Por lo tanto, podemos concluir que la lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración. Es eso lo que lleva adelante la fe y lleva adelante nuestra pobre vida”.

“Y esta es una tarea esencial de la Iglesia: rezar y enseñar a rezar. Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. Sin la luz de esta lámpara, no podremos ver el camino para evangelizar; no podremos ver los rostros de los hermanos a los que tenemos que acercarnos y servir; no podremos iluminar la habitación donde nos encontramos en comunidad… Sin la fe, todo se derrumba; y sin la oración, la fe se apaga. Fe y oración, juntas. No hay otro camino. Por eso la Iglesia, que es hogar y escuela de comunión, es hogar y escuela de fe y de oración.