Las tropas rusas se retiran de la frontera con Ucrania. Las incertidumbres de Putin
de Vladimir Rozanskij

Hay intentos de diálogo, pero temen a las fuerzas armadas ucranianas, dispuestas a todo. El caso Navalnyj - y las sanciones occidentales - contribuye a la fragilidad del sistema ruso. En los últimos días se produjo en Bielorrusia un intento de golpe de Estado contra Lukashenko, un fiel delfín.

 


Moscú (AsiaNews) - Vladimir Putin ha decidido, junto con el ministro de Defensa Sergej Shojgu, retirar parte de las tropas desplegadas en las últimas semanas en Crimea, cerca de la región separatista del Donbass. Hasta ayer, cuando se tomó la decisión, existía el temor de que se reavivara el conflicto entre los dos ex-países hermanos. De todos modos el Kremlin ha garantizado que "mantendrá su potencial bélico" en torno al Donbass, dejando abiertas las puertas a posibles negociaciones con la Ucrania de Volodymyr Zelenskii. Por su parte, el presidente ucraniano ha invitado a Putin a un encuentro aclaratorio, a realizarse "en un punto cualquiera del Donbass".

Algunos observadores consideran que el paso atrás de los rusos podría deberse al riesgo de una respuesta de las fuerzas armadas ucranianas, que han demostrado que no temen en absoluto a los rusos, explicó Sergej Garmash, publicista y representante de Ucrania en el "grupo de contacto” a tres bandas con Rusia y la OCSE, en una entrevista en el canal de televisión Obozrevatel.

Según Garmash, también habrían influido la llamada telefónica de Biden y la posición inflexible de Estados Unidos y Europa, que desalentaron las intenciones de Putin de hacer una exhibición de fuerza.

Esto explica por qué en el "discurso a la nación" de Putin, el 21 de abril pasado, no hubo ninguna referencia al conflicto en el Donbass, lo que decepcionó las expectativas de los separatistas prorrusos de las regiones afectadas.

El "caso Naval’nyj" también contribuyó a que los dirigentes rusos moderaran sus propósitos, tanto por la amenaza de nuevas sanciones occidentales que afectarían seriamente a la economía como por la presión interna de la opinión pública, que se puso de manifiesto en las marchas del 21 de abril para pedir la liberación del opositor recluido en Vladimir. Las estadísticas que se difundieron después de las medidas de fuerza de los navalnistas hablan de unos 150 mil participantes en las marchas y casi 2 mil arrestos. La policía actuó con moderación en todas partes, salvo en San Petersburgo, donde detuvo a 800 personas.

Rusia teme las acciones de fuerza del ejército ucraniano en el Donbass para recuperar el control total del territorio, tal como hicieron los azeríes en Nagorno Karabaj, cuando los rusos se vieron obligados a tomar nota de la situación y ceder a Turquía el rol principal en la zona del Cáucaso. Por eso la tensión seguirá siendo alta durante algún tiempo y Putin habló más bien de una "línea roja" que no se debe cruzar.

Por otra parte, los ucranianos tampoco tienen la intención de emprender ataques arriesgados que comportarían verdaderas masacres. Garmash afirma: "Hay que volver a empezar desde los acuerdos de Minsk de 2014 y conseguir que los habitantes del Donbass se exprese en un referéndum real, con la garantía de todos, no como ocurrió en Crimea ... Rusia debe dejar de presentarse como mediadora y aceptar que es parte en el conflicto".

Otro hecho que ha alimentado los temores de Putin es el turbio asunto del "intento de golpe de Estado" contra el presidente bielorruso Lukashenko que se produjo en los últimos días. Hasta el momento han detenido a cuatro personas, acusadas de conspirar para asesinar al batka [el padre] bielorruso. En su discurso del 21 de abril, Putin se quejó de que "Occidente no ha condenado ese gravísimo hecho, sin preocuparse por lo que ocurre en nuestros países, salvo en los que le interesan".

Por su parte Lukashenko visitó ayer Moscú para pedir más apoyo y protección a Rusia, en vista de una fusión de facto que para él sería la única salida posible. Los dos países vecinos y “de la misma sangre” - Bielorrusia y Ucrania - contribuyen a crear una atmósfera de gran incertidumbre para la Rusia de Putin.