Persecuciones contra las religiones populares de Altái
de Vladimir Rozanskij

La Ak Tyan o “fe blanca”, en la mira de los servicios de seguridad rusos. Los conflictos con los budistas de la zona. Se teme una deriva extremista del nuevo paganismo. La juventud local, cada vez más fascinada con las antiguas creencias religiosas.


Moscú (AsiaNews) –  Algunas antiguas creencias religiosas del sur de Siberia siguen siendo perseguidas por la administración local y los servicios de seguridad rusos. Así lo reveló un documental de Radio Svoboda emitido el 19 de junio. El informe trataba de las religiones populares en la república de Altái, un área que linda con Mongolia, China y Kazajistán, y donde también se practica el budismo.

En 2018, el tribunal provincial de Ongudái condenó como "extremista" a una organización que nunca estuvo registrada oficialmente: el "Grupo de la Iniciativa del Karakol". La sentencia detalla algunas variantes de las formas de religiosidad que muchos habitantes de Altái consideran la "fe de sus padres", como la llamada Ak Tyan o "fe blanca". Los líderes espirituales y los seguidores de Ak Tyan están siendo investigados por cargos de proselitismo y difusión de material extremista y se espera que pronto surjan otras causas penales.

El documental relata la persecución de los aktyanovtsy, los seguidores de la fe blanca, que acusan a los dirigentes locales de venderse a la comunidad budista internacional Nipponzan-Myōhōji-Daisanga (la Orden del Sutra del Loto). Su líder, el monje japonés Terasawa Junsei, tiene prohibida la entrada a Rusia desde la época de la segunda guerra de Chechenia (1999-2009) y está acusado de mantener contactos con los separatistas chechenos. Se presume que los budistas del Altái reciben el apoyo del FSB (ex KGB) contra las protestas de los creyentes "blancos", difundidas en las redes sociales y en distintas manifestaciones callejeras.

Los budistas afirman que el Ak Tyan no es más que una variante del budismo, remitiéndose a las teorías etnográficas que consideran el burkanismo como un "budismo popular". Además de los seguidores de Junsei, en Altái también hay representantes de un budismo más tradicional, como la escuela Karma Kagyü, y otros grupos que no son mal vistos por las autoridades.

En efecto, la provincia de Altái es una zona de contacto y contaminación entre diversas tradiciones culturales y religiosas, formada en el primer y segundo período de los grandes kanatos turcos, el kirguís y el uigur, posteriores al imperio de Gengis Kan. Entre los siglos XVII y XVIII, los zúngaros fundaron un poderoso imperio nómada en esta zona, que se disolvió en 1750 tras una sangrienta guerra con China. Los herederos de estos kanatos pasaron a estar bajo el dominio del Imperio ruso, que a partir del siglo XIX denominó a estos pueblos como "los habitantes del Altái".

Los zúngaros profesaban el budismo. Según los historiadores, éste fue impuesto por la fuerza a los chamanes paganos de estas tierras, por lo que quedó en la conciencia local como la religión de los ocupantes. Con el renacimiento religioso del poscomunismo, el debate se reavivó: muchos "nuevos creyentes" empezaron a frecuentar de nuevo los lugares inaccesibles, los llamados "antros de Altaj", donde los antiguos paganos se defendían de las guerras y las epidemias, celebrando sus ritos. Profesaban no sólo el budismo y el paganismo, sino también una variante maniquea del cristianismo -que algunos consideran como la fe nativa del mismísimo Gengis Kan.

A pesar de las persecuciones, el Ak Tyan de los Karakol está destinado a sobrevivir. Lo más probable es que se acentúe su radicalismo: la opresión da a los chamanes una pátina de mayor pureza. Y el "renacimiento del paganismo" asiático, orgullo de los pueblos de Altái, ejerce una gran fascinación sobre la juventud local.