Beijing se 'come' a Siberia
de Vladimir Rozanskij

Un documental muestra la colonización del Lejano Oriente ruso por parte de migrantes chinos. Hacen grandes negocios en un territorio escasamente poblado con un mercado sin reglas. El reconocimiento facial "made in China" que se utiliza para reprimir la disidencia. El Kremlin acepta la creciente presencia china para superar la crisis pandémica.

 


Moscú (AsiaNews) - La presencia china es cada vez más significativa en Siberia, favorecida entre otras cosas por los recientes acuerdos de colaboración entre Beijing y el Kremlin. “La Siberia Celeste”, un documental del periodista Pavel Afonasev que se presentó el 23 de junio muestra cómo viven los inmigrantes chinos en el territorio de la Federación Rusa, sobre todo en su parte asiática.

En una reunión que mantuvo en marzo con su homólogo chino Wang Yi, el canciller ruso Sergej Lavrov firmó la declaración conjunta "Sobre algunas cuestiones de administración global en las condiciones contemporáneas". El documento establece que los derechos humanos se deben defender "respetando las características nacionales". El 16 de junio los dos gobiernos acordaron construir juntos una estación lunar: las obras comenzarán en 2026 y concluirán en 2035.

A raíz de estas y otras declaraciones conjuntas, los habitantes de Siberia y del Extremo Oriente ruso hablan cada vez más a menudo de la "expansión" de los chinos en su territorio y los colonos de China buscan mejores condiciones económicas o reforzar sus negocios ya bien establecidos. Muchos inmigrantes chinos vuelven a empezar en Rusia desde cero; ocupan zonas que se pueden deforestar y las hacen aptas para el cultivo. Para obtener cosechas más intensivas, hacen un uso extensivo de productos químicos. En general, los chinos arrebatan a los rusos grandes sectores de la economía pública y privada.

La película de Afonasev intenta mostrar la vida de los chinos en Rusia sin caer en controversias y prejuicios. Uno de los entrevistados, Wang Tsynbin, es el propietario de uno de los restaurantes más populares de Novosibirsk: el "Tsyndao", que lleva el nombre de su ciudad natal. Wang cuenta que llegó en 1995, comenzó comerciando telas y después pasó a la venta de fideos chinos y frutas: “En China yo era un empleado de bajo nivel, Rusia me abrió nuevas perspectivas, un gran mercado sin reglas. Pese a los altibajos he podido ganar mucho dinero”. Después de abrir varios restaurantes, Wang se vio obligado a cerrar uno debido a la pandemia, pero espera recuperarse pronto.

Varios chinos cuentan que les resultó muy difícil superar la barrera del idioma con el ruso. En Rusia, los chinos se encuentran dispersos por todo el territorio y no forman comunidades cerradas y semiautónomas como en muchas ciudades occidentales. Sin embargo, muchos estudiantes chinos asisten a universidades rusas y se ofrecen de buen grado como intérpretes para los negocios de sus compatriotas.

Una de las principales razones de conflicto entre siberianos e inmigrantes chinos es precisamente la propensión de estos últimos a destruir áreas boscosas. Un funcionario público del pueblo de Kolyvan, Vladimir Kirillov, también se lamenta de la pérdida de valor de la madera siberiana, que los chinos venden en todas partes al por mayor para fabricar muebles.

Rusia todavía debe hacer frente a miles de casos de coronavirus por día. Para reactivar su economía, Moscú acepta la creciente presencia china sin demasiados miramientos. Más allá de la inmigración a Siberia, las inversiones de empresas chinas en el país también han aumentado de forma espectacular, especialmente en el ámbito tecnológico. Las cámaras de reconocimiento facial de la empresa china Hikvision están instaladas en todas las ciudades rusas. Se utilizan principalmente para controlar a los que participan en manifestaciones de protesta, contra las que se adoptan medidas represivas. Se calcula que unos nueve millones de rusos han sido excluidos de las listas de candidatos electorales de esa manera.

China importa de Rusia los recursos energéticos que necesita cada vez más. En cierto modo Beijing extiende sus sistemas de control y gestión de la economía y la vida pública a su vecino ruso. La enorme disparidad en el número de habitantes (los rusos son aproximadamente una décima parte de los chinos) significa que China tiende cada vez más a considerar a Rusia como una modesta provincia de su propio imperio.