Identificaron y arrestaron 229 inmigrantes irregulares en una empresa de recuperación de metales. Las autoridades afirman que la situación está "bajo control". Un informe de Estados Unidos sobre el tráfico de personas ha degradado a Malasia al nivel más bajo.
Kuala Lumpur (AsiaNews) - Crece la alarma en Malasia por el trabajo forzoso, sobre todo de migrantes irregulares. En los últimos días se identificaron y arrestaron 229 trabajadores extranjeros en una empresa de recuperación de metales de la capital. Las autoridades afirman que el fenómeno no estaría "fuera de control", pero muchos creen que esto es solo la punta del iceberg.
El informe anual del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el tráfico de seres humanos en el mundo, que se publicó ayer, rebajó a Malasia del segundo al tercer nivel (el peor) con respecto a este delito, señalando que es de gran relevancia en el país. Según el director pro-tempore de la Oficina de Control y Lucha contra el Tráfico de Personas, Kari Johnstone, se han identificado casos de trabajo forzoso en numerosos sectores productivos, entre ellos el de la palma aceitera y otras plantaciones, la construcción y la manufactura.
El problema salió a relucir en los últimos meses porque en las fábricas, y sobre todo precisamente entre los trabajadores menos protegidos de origen extanjero, se han producido grandes brotes de covid-19. Esto han contribuido a una fuerte propagación de los contagios y Malasia registró en junio el mayor número de casos en relación con la población de toda Asia.
Sin embargo, la explotación de trabajadores extranjeros no es un fenómeno nuevo. Malasia ha sido identificada desde hace tiempo como un centro de empleo de mano de obra que proviene principalmente de países de confesión islámica del sudeste asiático y del sur de Asia (especialmente Indonesia y Bangladés). Los inmigrantes extranjeros se emplean en las actividades productivas peor remuneradas y menos atractivas para la mano de obra local. Se calcula que actualmente hay 212.000 personas sometidas a alguna forma de explotación en Malasia; sin embargo, los esfuerzos del gobierno de Kuala Lumpur para combatir el fenómeno han dado pocos resultados. Según Reuters, entre 2014 y 2018 se iniciaron 1.600 investigaciones que solo dieron lugar a 140 condenas.
La mano de obra extranjera también es necesaria para apoyar la maquinaria de producción de un país que no cuenta con suficiente personal calificado. Muchas mujeres son utilizadas como empleadas domésticas o explotadas como prostitutas. A menudo la explotación ocurre ante la indiferencia o con la connivencia de las autoridades, que en cambio aplican con severidad e incluso de manera arbitraria las leyes que regulan la inmigración y el empleo de los refugiados. En esta situación, los migrantes corren el peligro de ser víctimas de los traficantes de personas y el trabajo forzoso, como ocurre, por ejemplo, con los musulmanes rohingya que huyen de la persecución en Myanmar o de una vida insostenible en los campos de refugiados de Bangladés.