Sor Shahnaz: 'Mis últimos días en Kabul, ocupada por los talibanes’
de Chiara Zappa

La angustia permanente, las redadas de los fundamentalistas y los intentos de huir, en vano. Y luego, el ansia por las personas que siguen en el país y que se ha vuelto más tremenda tras los sangrientos atentados de ayer. El testimonio de una religiosa que llegó a Italia en uno de los últimos vuelos de evacuación: «Las muchachas me envían mensajes con lágrimas en los ojos. Si puedo, regresaré a Afganistán»


Roma (AsiaNews) - Sor Shahnaz no podrá olvidar jamás los días vividos en Kabul con la ocupación de los talibanes, las jornadas colmadas de ansiedad esperando la ocasión para dejar el país.   La religiosa trabajaba en Afganistán, en la asociación  Pro Bambini di Kabul (Por los Niños de Kabul, PBK), y llegó a Italia en uno de los últimos vuelos del puente aéreo organizado por las autoridades. Todavía está en estado de shock: «Estoy aquí, sana y salva, y aún así, cada vez que siento que tocan a la puerta u oigo el ruido de una persiana que se mueve con el viento, me sobresalto y siento terror, pensando que vienen por mí”. 

Las imágenes del atentado de ayer, en medio de una multitud apiñada en el aeropuerto de la capital afgana, no han hecho más que reavivar los fantasmas de las últimas semanas y exacerbar el miedo por «los que siguen allá». Quien habla es una religiosa de 46 años; ella pertenece a la Congregación de Santa Juana Antida y lo que cuenta es dramático: «En la ciudad cunde el pánico; la gente solo piensa en irse. En estos días de terror no pasaba un minuto sin que llegara algún conocido para pedir una carta de recomendación de parte de PBK, con la esperanza de dejar el país. Yo preparaba estas cartas pero era consciente de que todo era inútil, porque en la ciudad todos los edificios y los bancos están cerrados. Todo está paralizado».

Partir fue difícil para Sor Shahnaz y para las cuatro misioneras de Madre Teresa, que acaban de mudarse a sus instalaciones junto a los 14 niños discapacitados que ellas asisten.  «No había agencia que se atreviera a acompañarnos hasta el aeropuerto, porque no era posible garantizar la seguridad del traslado. Nos contactamos con varias organizaciones, desde OTAN hasta Catholic Relief Services, Unama (la Misión de asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán), la Cruz Roja. En varias oportunidades sucedió que el traslado parecía inminente, pero a último momento, siempre recibíamos una llamada telefónica que avisaba que las condiciones no permitían desplazarse”. 

Mientras tanto, las hermanas vivían con miedo, como todos los religiosos que aún siguen en Kabul, y los ciudadanos que han colaborado con ellos en todos estos años. Temían las redadas de los talibanes: «En los primeros días de la ocupación, vinieron y tocaron al portón con violencia. En casa solo estábamos yo y una hermana que trabajaba conmigo en la escuela de PBK para niños discapacitados. Sentimos un fuerte estruendo y el llanto de algunas personas, fuera del portón… Nos escondimos, pero sabíamos que si derribaban la puerta no nos salvaríamos. Por suerte, pocos minutos después se retiraron. Las personas de nuestro staff pasaron por experiencias similares. Y lo mismo vivió el jesuita indio responsable del Jesuit Refugee Service, pero algunos colaboradores locales lo ayudaron a esconderse en otro edificio».

Sor Shahnaz confiesa: «En varias ocasiones, podría haberme ido sola, y en la misma situación estuvo el padre Giovanni Scalese, responsable de la Iglesia Católica. Pero me negaba a irme sin los demás miembros de nuestra comunidad y las personas que dependían totalmente de nosotros. Pensaba: “Moriremos juntos, como mártires; o nos salvaremos juntos». Finalmente, hace tres días, llegó la oportunidad: «El padre Giovanni nos llamó para decirnos que debíamos estar listas esa misma noche. Cerca de las 21:30 llegó un autobús a nuestra puerta, escoltado por un móvil de la policía, y el padre Scalese y Alberto Cairo, de la Cruz Roja.  Salimos, todo estaba completamente oscuro, y partimos rumbo al aeropuerto». El trayecto estuvo marcado por «un ansia indescriptible. La gente corría por la calle, tratando de llegar al aeropuerto. Los talibanes disparaban al aire a mansalva. Un proyectil alcanzó a una persona, que cayó al suelo justo delante de nuestro auto. Cuando llegamos a la entrada principal del aeropuerto, logramos atravesar los controles de los fundamentalistas y quedamos a salvo. Luego supimos que los policías que nos habían escoltado eran talibanes; ya todo está en sus manos».

Aunque ahora está a salvo, en Italia, la religiosa no se siente tranquila: «tengo el alma herida, mi corazón está en Kabul, entre los niños de la escuela y sus familias, que corren el riesgo de sufrir represalias. Y también pienso en las muchachas que me envían mensajes llorando, pidiendo ayuda, y en tanto padres aterrorizados de que los talibanes tomen a sus hijos para convertirlos en guerrilleros, cuando ellos desearían ir a la escuela para tener un futuro diferente. A todos ellos, los encomiendo al Señor…».

En lo que respecta a ella, Sor Shahnaz está decidida a hacer su parte: «Con la ayuda de mi congregación y de PBK, haré todo lo posible para acompañar a los afganos que llegan aquí, quisiera continuar con nuestro trabajo al servicio de los niños afganos refugiados en Italia. En el fondo, esta es a vocación de la asociación desde sus comienzos. De todos modos, serán mis superiores los que decidan mi futuro. Solo puedo decir que, si un día está la posibilidad de volver a Kabul, allí estaré».