Papa, COP26: actuar contra las ‘semillas de conflicto’ que hieren al ser humano y al ambiente

Llamamiento de los principales exponentes de las religiones del mundo. Además de otras confesiones cristianas, el documento lleva la firma de figuras del islamismo sunita y chií, y de judíos, hindúes, sijs, budistas, confucianos, taoístas, zoroastrianos y jainistas. Se exhorta a adoptar conductas y acciones modeladas por la “interdependencia” y la “corresponsabilidad”, pero especialmente, por el “respeto” recíproco.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Un llamado a adoptar conductas y acciones modeladas por la “interdependencia” y la “corresponsabilidad”, pero sobre todo, por el “respeto” recíproco, para contrarrestar esas “semillas de conflicto”: avidez, indiferencia, ignorancia, miedo, injusticia, inseguridad y violencia”, que provocan heridas tanto en el ser humano como en el medio ambiente. 

Es el mensaje que proviene del encuentro ‘Fe y Ciencia: rumbo al COP26’, con la mirada puesta en la 26ta. Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático -la COP26, que tendrá lugar en Glasgow, Escocia, del 31 de octubre al 12 de noviembre. Organizado en forma conjunta por la Santa Sede y las embajadas del Reino Unido e Italia en el Vaticano, el encuentro fue esta mañana en el Aula de la Bendición, en el Vaticano. Por la tarde, continuó en la embajada italiana y reunió a figuras religiosas y científicos procedentes de todo el mundo. Asistieron el gran imán de Al-Azhar, Ahmad al-Tayyeb, la máxima autoridad religiosa del sunismo, y el patriarca de Constantinopla, Bartolomé. Además, se contó con la presencia de Alok Kumar Sharma, el presidente designado por la COP26, al que se le entregó el documento del llamamiento conjunto, firmado por los participantes. 

“En el mundo, todo está íntimamente unido”, afirma Francisco en el discurso que entregó – “para que todos hablen”, explicó. “No solo la ciencia -agregó–, sino también nuestros credos y nuestras tradiciones espirituales muestran esta conexión que existe entre todos nosotros y el resto de la creación”. 

“Reconocer que el mundo está interconectado significa no sólo comprender las consecuencias dañinas de nuestras acciones, sino también individuar comportamientos y soluciones que deben adoptarse con una mirada abierta a la interdependencia y al compartir”, continuó. “No se puede actuar solos, es fundamental el compromiso de cada uno por el cuidado de los demás y del ambiente, el compromiso que lleve a un cambio de rumbo que es muy urgente y que se debe alimentar también de nuestra fe y espiritualidad.

“El encuentro de hoy, que une muchas culturas y espiritualidades en un espíritu de fraternidad, no hace más que reforzar la conciencia de que somos miembros de una única familia humana. Tenemos cada uno nuestra propia fe y tradición espiritual, pero no hay fronteras y barreras culturales, políticas o sociales que nos consientan aislarnos”.

“Es fundamental el compromiso de cada uno por el cuidado de los demás y del ambiente”, subraya el Papa. “El compromiso que lleve a un cambio de rumbo que es muy urgente y que se debe alimentar también de nuestra fe y espiritualidad”. “Este compromiso se debe solicitar continuamente al motor del amor”. Sin embargo, “la fuerza propulsora del amor no se ‘pone en marcha’ una vez para siempre”, sino que debe ser reavivada día a día; “esta es una de las grandes aportaciones que nuestros credos y tradiciones espirituales ofrecen para facilitar este cambio de rumbo que nos hace tanta falta”.

“El amor es espejo de una vida espiritual vivida intensamente”, continúa Francisco. “Un amor que se extiende a todos, más allá de las fronteras culturales, políticas y sociales; un amor que integra, también y sobre todo en beneficio de los últimos, quienes son muchas veces los que nos enseñan a superar las barreras del egoísmo y a romper las paredes del yo. Es este un desafío que nos pone frente a la necesidad de contrastar esa cultura del descarte, que parece prevalecer en nuestra sociedad y que se sedimenta sobre aquellos que nuestro Llamamiento conjunto denomina ‘semillas de conflicto’: avidez, indiferencia, ignorancia, miedo, injusticia, inseguridad y violencia”. Son estas mismas semillas de conflicto las que causan las graves heridas que provocamos en el ambiente como los cambios climáticos, la desertización, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, llevando a la ruptura de «esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos».

“Este desafío a favor de una cultura del cuidado de nuestra casa común y también de nosotros mismos tiene el sabor de la esperanza, porque no hay duda que la humanidad no ha contado con tantos medios para alcanzar este objetivo como los que tiene hoy. Este mismo desafío se puede afrontar sobre varios ámbitos; en particular quisiera señalar dos: el del ejemplo y la acción, y el de la educación. En ambos ámbitos, nosotros, inspirados por nuestros credos y tradiciones espirituales, podemos ofrecer importantes aportaciones. Son muchas las posibilidades que surgen, como por otra parte pone en evidencia el Llamamiento conjunto, en el que se ilustran también varios recorridos educativos y formativos que podemos desarrollar a favor del cuidado de nuestra casa común”.

“Este cuidado es también una vocación al respeto. Respeto por la creación, respeto por el prójimo, respeto por sí mismos y respeto hacia el Creador. Pero también respeto recíproco entre fe y ciencia, para «entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad»”.

En el Llamamiento también se afirma que “ha llegado el momento de actuar de forma urgente, radical y responsable”. “ Ahora es el momento de actuar de forma diferente como respuesta común. Mientras la pandemia de COVID hace estragos, el año 2021 presenta el reto vital de convertir esta crisis en una oportunidad para replantearnos el mundo que queremos para nosotros y nuestros hijos. El cuidado debe estar en el centro de esta conversión, a todos los niveles”. Para ello, necesitamos “cambiar la narrativa del desarrollo y adoptar un nuevo tipo de economía: una economía que ponga la dignidad humana en el centro y sea inclusiva; que sea ecológicamente respetuosa, que cuide el medio ambiente y no lo explote; que no se base en el crecimiento ilimitado y los deseos desenfrenados, sino que sustente la vida; que promueva la virtud de la templanza y condene la maldad del exceso; que no sea sólo tecnológica, sino también moral y ética”.

Se pide a las naciones más ricas que tomen la iniciativa, intensificando sus acciones en favor del clima en su propia patria, a la vez que sosteniendo a los países “vulnerables” para que puedan adaptarse y afrontar el cambio climático “así como las pérdidas y daños derivados” de este fenómeno.

“Apelamos a los gobiernos para que aumenten sus ambiciones y la cooperación internacional para: facilitar la transición a la energía limpia; adoptar prácticas de uso sostenible de la tierra que incluyan la prevención de la deforestación, la recuperación de los bosques y la conservación de la biodiversidad; transformar los sistemas alimentarios para que sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental y respetuosos con las culturas locales; erradicar el hambre; y promover estilos de vida, consumo y producción sostenibles”.

Por su parte, “los fieles de las tradiciones religiosas” se comprometen ante todo a “impulsar la transformación educativa y cultural que es crucial para sustentar todas las demás acciones” y a “emprender una amplia acción medioambiental dentro de nuestras propias instituciones y comunidades, con la información de la ciencia y la base de la sabiduría religiosa”.

Mientras se acorta el tiempo disponible para restaurar el planeta, los líderes religiosos y los científicos piden a la comunidad internacional que actúe rápidamente. “Estamos viviendo un momento de oportunidad y de verdad. Recemos para que nuestra familia humana pueda unirse para salvar nuestra casa común antes de que sea demasiado tarde. Las generaciones futuras no nos perdonarán si desperdiciamos esta preciosa oportunidad. Hemos heredado un jardín: no debemos dejar un desierto a nuestros hijos”.

Además de las figuras de otras confesiones cristianas, el documento lleva la firma de exponentes islámicos sunitas y chiítas, judíos, hindúes, sijs, confucianos, taoístas, zoroastrianos y jainistas.