Católicos de Asia Central: la alegría del testimonio
de Stefano Caprio

El mensaje de los obispos de la región, durante un webinar dedicado a la misión de evangelización. Monseñor Dell'Oro: la Iglesia local tiene el privilegio de experimentar "una esperanza totalmente nueva". P. Andrzej Madej: "¡Cristo ha resucitado en Turkmenistán!".


Roma (AsiaNews) - Según Mons. Adelio Dell'Oro, obispo de Karaganda (Kazajistán), la Iglesia católica de Asia central tiene el privilegio de vivir "una esperanza totalmente nueva",  siempre buscada en secreto y en la situación minoritaria de estas comunidades dispersas en regiones tan alejadas de la tradición cristiana, como los que ahora se unen en una única Conferencia Episcopal. Desde Kazajistán, ésta  coordina la "acción prudente y aventurera de muchos misioneros". El obispo pronunció estas palabras durante un seminario web organizado por la Pontificia Unión Misionera los días 12 y 13 de octubre. El webinar se tituló "La misión de evangelización en Asia Central en la época de la Evangelii Gaudium". Contexto, dificultades, perspectivas".

Mons. Dell'Oro (ver foto) recordó los puntos fundamentales de la encíclica del Papa Francisco, y dijo que "la modalidad del testimonio es la alegría", como recuerda el título del texto papal. La alegría del Evangelio significa no tener miedo a "ser una presencia viva en la historia, poniendo en el centro la importancia del hombre a través de las relaciones personales en un tiempo como el nuestro, en el que la globalización ahoga el sentido de Dios". A Cristo se lo encuentra en la caridad, como recordaron los numerosos ponentes de la conferencia. A través de los pequeños grupos y en los múltiples encuentros se da el "camino de la belleza", del que hablaba Dostoievski: "En Karaganda tenemos una hermosa catedral y un órgano". El obispo explicó que fueron precisamente estos pensamientos los que inspiraron su lema episcopal, "Uno locuntur omnia" (Todo apunta a Dios); sin esta certeza "sería mejor seguir el consejo de Kafka, cuando el agente respondió al caminante que buscaba el camino: "¡Ríndete, ríndete!", y lo dijo alejándose, como los que ríen en secreto".

Las Iglesias de Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán, Mongolia e incluso Afganistán, cuyos protagonistas contaron sus historias en primera persona, se sienten más libres precisamente porque viven la "gracia de ser una minoría" y redescubren el "paradigma del pequeño rebaño", como recordó el moderador del seminario web, el franciscano P. Dinh Ahn Nhue Nguyen. Una eficaz metáfora de Mons. Dell'Oro explica que los sacerdotes y los obispos no deben ser "cocineros a bordo, sino comandantes que señalan la ruta", recordando las palabras del Papa Ratzinger para quien "el futuro de la Iglesia está en manos de los santos". Fue conmovedor el testimonio del padre Giovanni Scalese, superior de la misión en Afganistán, que recordó la evacuación de los religiosos de Kabul en agosto como "un verdadero milagro divino".

En estos países se vive "una época de grandes cambios", como observó monseñor José Luis Mumbiela Sierra, obispo de la Santísima Trinidad de Almaty y presidente de la Conferencia Episcopal de Kazajistán, "pero es necesario un cambio personal". Es necesario atesorar la historia de los mártires y de los cristianos perseguidos en estas naciones durante las largas décadas de dominio soviético, "cuando ya éramos una verdadera Iglesia, no externamente, sino internamente", como recuerda Mons. Evgenij Zinkovskij, el primer obispo de nacionalidad kazaja, recientemente consagrado. Advierte que "los sacerdotes locales no son necesariamente los mejores, suelen estar muy cerrados en sus propias realidades" y no logran transmitir la alegría del Evangelio a toda la población local, "se necesita un gran trabajo de formación permanente".

Asia Central tiene una población muy joven y en constante crecimiento. Sin embargo,  también se ve empujada a emigrar a realidades más ricas por la falta de trabajo y la difícil situación económica. Muchas veces, la misión se limita al servicio tradicional a los católicos de habla rusa, porque la transición a las lenguas locales resulta difícil -un proceso que se está llevando a cabo en todos los países, en medio de muchas contradicciones. Los católicos no tienen la posibilidad de atraer a personas de otras etnias que no sean polacas, alemanas o ucranianas, pero "la fe es una cuestión de contagio, no de proselitismo", como observa el padre Guido Trezzani, un misionero italiano que lleva 30 años trabajando en Siberia y Kazajistán.

Como observó el padre Jerzy Maculiewicz -franciscano, actualmente en Uzbekistán-, "tenemos que ser la sal del mundo, pero tampoco hay que poner demasiada sal, o el sabor de la comida se arruinará". Con amargura, pero sin perder la esperanza, el obispo de Mongolia, Giorgio Marengo, afirmó que la Iglesia de Ulan Bator "no es más que un paraguas para otras obras, una sede de una ONG extranjera", con sacerdotes en Corea que esperan sus visados desde hace más de un año porque "en las iglesias se ha suspendido el culto debido al Covid".

La Iglesia de Asia Central “es vulnerable, como nuestra conexión a Internet, que es malísima”, exclamó el padre Andrzej Madej, poeta y superior de la missio sui juris en Asjabad. Allí solo hay 150 cristianos (con vocación sacerdotal). Sin embargo, esto no les impide proclamar con fuerza -entre una llamada y otra por la débil conectividad- que “¡Cristo ha resucitado en Turkmenistán!”.