Papa: las Bienaventuranzas, el anuncio de una humanidad nueva que revoluciona el mundo

La santidad es “alegría y profecía”. Alegría, porque sin ella “la fe se convierte en un ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza”. Y profecía, porque Jesús en las Bienaventuranzas “abate” los criterios mundanos y llama bienaventurados a los pobres, a los afligidos y a los que están hambrientos de justicia.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Las Bienaventuranzas “son la profecía de una humanidad nueva, de un modo nuevo de vivir: hacerse pequeño y encomendarse a Dios, en lugar de destacar sobre los demás; ser manso, en vez de tratar de imponerse; practicar la misericordia, antes que pensar solo en sí mismo; trabajar por la justicia y por la paz, en vez de alimentar, incluso con la connivencia, injusticias y desigualdades”. Fue lo que destacó el  Papa Francisco hoy en el Ángelus, en el día en que la Iglesia recuerda a “Todos los Santos”. Es también el día en que la liturgia recuerda las Bienaventuranzas, que “nos muestran el camino que lleva al Reino de Dios y a la felicidad: el camino de la humildad, de la compasión, de la mansedumbre, de la justicia y de la paz”.

Dirigiéndose a una multitud de más de 10.000 personas presentes en Plaza San Pedro a pesar de la jornada gris, Francisco dijo que la santidad es “alegría y profecía”. Alegría, porque sin ella, “la fe se convierte en un ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza”. Profecía, porque con las Bienaventuranzas, Jesús “abate” los criterios mundanos, y llama bienaventurados a los pobres, a los que tienen hambre de justicia. El mundo, en cambio, dice que “para ser feliz tienes que ser rico, poderoso, siempre joven y fuerte, tener fama y éxito”. “La bienaventuranza, la santidad no es un programa de vida hecho solo de esfuerzos y renuncias, sino que es ante todo el gozoso descubrimiento de ser hijos amados por Dios. No es una conquista humana, es un don que recibimos: somos santos porque Dios, que es el Santo, viene a habitar nuestra vida. ¡Por eso somos bienaventurados! La alegría del cristiano, por tanto, no es la emoción de un momento o simple optimismo humano, sino la certeza de poder afrontar cada situación bajo la mirada amorosa de Dios, con la valentía y la fuerza que proceden de Él”.

Profecía, porque Jesús abate los criterios del mundo y dice que “la verdadera plenitud de vida se alcanza siguiéndole, practicando su Palabra. Y esto significa ser pobres por dentro, vaciarse de uno mismo para dejar espacio a Dios. Quien se cree rico, exitoso y seguro, lo basa todo en sí mismo y se cierra a Dios y a sus hermanos, mientras quien es consciente de ser pobre y de no bastarse a sí mismo permanece abierto a Dios y al prójimo. Y halla la alegría”.

Por tanto, la santidad es “acoger y poner en práctica, con la ayuda de Dios, esta profecía que revoluciona el mundo. Entonces podemos preguntarnos: ¿Doy testimonio de la profecía de Jesús? ¿Manifiesto el espíritu profético que recibí en el Bautismo? ¿O me adapto a las comodidades de la vida y a mi pereza, pensando que todo va bien si me va bien a mí? ¿Llevo al mundo la alegre novedad de la profecía de Jesús o las habituales quejas por lo que no va bien? Nos hará bien hacernos estas preguntas”. 

Tras el rezo de la oración a María, Francisco anunció que mañana por la mañana visitará el Cementerio Militar Francés de Roma: “será una ocasión para rezar en sufragio por todos los muertos, en particular por las víctimas de la guerra y la violencia". Al visitar este cementerio, me uno espiritualmente a todos los que en estos días rezan delante de las tumbas de sus seres queridos en todas partes del mundo".