Hermanas de la Reparación: 'Lágrimas por nuestro Myanmar'
de Anna Pozzi

La congregación fundada por el P. Carlo Salerio cuenta ahora con 380 religiosas birmanas que dan voz a los sufrimientos de su pueblo. "Todos los días hay noticias de nuevos hechos de violencia". El 10 de noviembre se llevó a cabo un encuentro con ellas en Milán (y en streaming) sobre este drama olvidado.

 


Rangún (AsiaNews) - “Todos los días nos llegan noticias horribles: personas arrestadas, torturadas, violadas, masacradas y quemadas vivas; iglesias, lugares sagrados, casas en pueblos y ciudades incendiadas, bombardeadas; cada vez más personas desplazadas, perseguidas, detenidas, asesinadas”. Habla la hermana Beatrice, una de las más de 380 Hermanas de la Reparación birmanas que, dentro y fuera de su país, comparten con las familias y el pueblo de Myanmar el drama del conflicto desencadenado por el golpe de Estado del pasado 1 de febrero.

Sus testimonios se han publicado en un artículo en el último número de la revista Mondo e Missione y serán el tema de un encuentro especial titulado "Myanmar, una crisis olvidada" - patrocinada en colaboración con AsiaNews - que se llevará a cabo en Milán el miércoles 10 de noviembre a las 9 pm en el Centro PIME (vía Mosé Bianchi 94, transmisión en vivo por los canales YotuTube de AsiaNews y del Centro PIME).

Las Hermanas de la Reparación fueron fundadas en Milán en 1859 por uno de los primeros misioneros del PIME, el padre Carlo Salerio, y por la madre María Carolina Orsenigo. Desde octubre de 1895 han estado presentes sobre todo en las aldeas más remotas de Myanmar para compartir los desafíos con las poblaciones locales, especialmente con las mujeres, un camino que continúa hasta hoy. Actualmente los religiosos se encuentran en 13 de las 16 diócesis birmanas con 62 conventos, aunque algunos debieron cerrar en los últimos meses para escapar de la persecución y las represalias. Por esa razón debieron suspender algunas de las muchas actividades que las religiosas llevan a cabo en todos los campos: desde la pastoral hasta escuelas en las aldeas, pasando por el hogar para ancianos en Rangún, los centros de salud, la acogida de huérfanos, el servicio en las cárceles y la asistencia a refugiados y personas desplazadas que ya estaban presentes en algunas zonas del país (como en los estados de Kachin y Shan) y que ahora han aumentado exponencialmente.

Pero si por un lado debieron suspender algunas obras, por otro lado esta situación de emergencia ha abierto las puertas de muchos conventos para acoger a personas que huyen de sus hogares, sobre todo ancianos y enfermos que no están en condiciones de huir a los bosques.

Estas religiosas son valientes cuando se trata de hacer oír su voz, y se encargan de filtrar fuera del país noticias, historias y dramas que de otra manera permanecerían cubiertos bajo un manto de silencio. Por ejemplo, los obstáculos que interpone el régimen para la llegada de ayuda humanitaria a las zonas más afectadas por los enfrentamientos con las milicias étnicas. “La bloquean - confirma una religiosa - la secuestran y la queman en vez de permitir que se distribuyan a personas hambrientas. Por desgracia siguen ocurriendo hechos cada vez más crueles contra la población indefensa”.

Eso es lo que está viviendo la familia de Noemi y en particular su hermana, que huyó a los bosques con sus seis hijos: “Llevamos más de un mes viviendo bajo los árboles y ya casi no queda comida - le hizo saber su hermana tras un largo y preocupante silencio -. Con frecuencia escuchamos bombardeos y una noche los escuchamos muy cerca; teníamos miedo de que nos descubrieran, así que le dije a mi esposo y a mis hijos que huyeran porque de lo contrario moriríamos todos. Tengo mucho miedo, pero trato de ser fuerte por amor a mis hijos”.

No solo hay sacerdotes, pastores y religiosos arrestados y maltratados, sino que los militares también han asesinado a muchos cristianos y han profanado, destruido o secuestrado iglesias y lugares de culto. "Antes de esta horrible guerra - cuenta la hermana Eugenia - mis padres solían participar en la celebración eucarística todas las mañanas y ya estaban pensando, junto con el sacerdote, en los preparativos para la fiesta de su 50 aniversario de bodas, cuando se vieron obligados a escapar por la llegada del ejército. Huyeron de un lugar a otro, cambiando de zona para protegerse de los bombardeos y escondiendo a los niños en medio de la vegetación. Llevaron consigo unas pocas cosas y también algunas estatuillas de la Virgen y, a pesar de las privaciones, nunca dejaron de rezar”.

“Los cristianos, como otras personas de buena voluntad, confirma la hermana Beatrice: dan esperanza a las personas acogiéndolas, estando cerca de ellas, curando sus heridas y consolándolas. En ciertos momentos, sin embargo, nos atormenta una pregunta: ¿dónde estás Dios? ¿Es todo silencio? No puede ser que Dios ya no escuche nuestro grito. Estamos seguros de que Él ve nuestro sufrimiento y nuestra miseria. Dios nos precede con la tenue luz de su Palabra que ilumina la esperanza en las tinieblas de esta noche terrible, nos precede y nos garantiza su protección”.