Maristas de Alepo: la 'bomba de la pobreza' es peor que la guerra

El 80% de los sirios vive por debajo de la línea de pobreza y el 60% sufre inseguridad alimentaria. Las bombas son "más soportables que la pobreza actual". Nabil Antaki: miles de jóvenes abandonaron el país y los que vuelven sólo ven "caras tristes". Las numerosas iniciativas de solidaridad de la entidad cristiana.


Alepo (AsiaNews) - La "bomba de la pobreza" estalló en Siria: al menos el 80% de la población vive "por debajo de la línea de pobreza" y cerca del 60% sufre por la "inseguridad alimentaria". Es lo que escribe el doctor Nabil Antaki, de los Maristas Azules, en su 42ª Carta desde Alepo, publicada en los últimos días. A más de 10 años del inicio de la guerra en Siria, él alude a una nación "amada y atormentada", como recordó el Papa Francisco en tantas ocasiones. A pesar del sufrimiento padecido durante el periodo más oscuro y violento del conflicto, según el activista y médico cristiano, los habitantes de la ex capital económica y comercial del país "repiten a coro: vivíamos mejor durante los años de la guerra" y las bombas eran "más soportables que la pobreza" actual.

La guerra ha destruido el país, sus infraestructuras, el patrimonio arqueológico, escuelas, fábricas y hospitales. Dejó 400.000 muertos, cinco millones de refugiados y ocho millones de desplazados internos, de los cuales un millón se vio forzado a migrar hacia Europa y Occidente. Ahora, hace casi dos años que terminaron los combates y la situación militar está congelada", escribe Antaki, "pero lo que es catastrófico es la situación económica. Los precios de los productos esenciales subieron, al igual que los alquileres y el costo de vida. El pan, el azúcar y el arroz están "racionados"; y como los salarios "no se han ajustado" hay "mayor pobreza" y las familias "dependen de ayudas" para sobrevivir. 

Los habitantes de Alepo recuerdan bien el periodo más oscuro del conflicto, las bombonas de gas llenas de explosivos lanzadas por los rebeldes desde el sector oriental, y las numerosas víctimas civiles. Y el frío por la falta de combustible, las noches a oscuras por la falta de electricidad, los cortes del suministro de agua y las esperas frente a los pozos, además del aislamiento de la ciudad. La situación actual, señala el médico cristiano, es el "resultado de varias causas", entre ellas "la destrucción de las infraestructuras, la crisis financiera en el Líbano -donde muchos sirios han perdido su capital-, y las injustas sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos". A esto se suma la pandemia de Covid-19, cuyas muertes y medidas preventivas "ralentizan una actividad económica que agoniza". 

Hoy, muchos sirios dicen que se arrepienten de su decisión de quedarse en su patria cuando tuvieron la posibilidad de emigrar. Sueñan con establecerse en otro lugar. Sólo en agosto, continúa, "17.000 jóvenes de Alepo abandonaron el país" para huir al extranjero, principalmente a Egipto. Esto provoca una falta de mano de obra calificada, hasta el punto de que las pequeñas empresas corren el riesgo de cerrar sus puertas para siempre. Otros países "se aprovechan de nuestros médicos, ingenieros y artesanos". Cuando se les pregunta cómo encuentran Alepo, los que regresan dicen: "¡Vimos caras tristes! De hecho, "la gente está triste, sus rostros están tristes, sus mentes y sus corazones, mucho más. Y cómo no va a ser así", dice Antaki, "si hace 10 años que viven entre las bombas militares y la bomba de la pobreza". 

En esta dramática situación, los maristas azules continúan con sus actividades caritativas en favor de los más débiles. Desde el proyecto "Pan compartido" -que reúne a 12 señoras para cocinar un plato caliente diario (con fruta y pan)- a las 25 voluntarias que luego brindan una sonrisa y un oído atento a más de 200 ancianos solos y sin familia. Además, está en marcha la tercera parte del programa de formación profesional, junto con microproyectos de pequeñas empresas. También llevan adelante iniciativas para fomentar la escolarización de los más pequeños: "Aprendamos a crecer" y "Quiero aprender" para niños de entre tres y seis años, de familias pobres. “Somos conscientes de que lo que hacemos es una gota en el océano, en medio de las necesidades”, concluye, “pero intentamos que las caras de nuestros compatriotas sean un poco menos tristes, ¡aunque no sea fácil!”