Taskent: la islamización asusta a los uzbekos de etnia rusa
de Vladimir Rozanskij

El Presidente Mirziyoyev adopta una política más permisiva hacia el Islam. El influjo de los talibanes del vecino Afganistán. El gobierno favorece la radicalización religiosa, si bien detiene a algunos extremistas con fines demostrativos.


Moscú (AsiaNews) - El presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, recientemente reelecto para un segundo mandato, adoptó una política más permisiva hacia el islam, que en el periodo postsoviético tenía prohibido tomar iniciativas públicas en la vida social. Luego de la toma del poder de Afganistán por parte de los talibanes, el influjo de una interpretación más radical de la religión musulmana comienza a preocupar a muchos, especialmente a los  ciudadanos uzbekos de etnia rusa. 

Las revelaciones provienen de un reportaje de Radio Azattyk que recoge varios testimonios. Sergej es ruso; nació y creció en Namangan, una ciudad del este de Uzbekistán, donde las tradiciones musulmanas se conservaron incluso durante las décadas del régimen soviético. Allí nacieron algunos peligrosos exponentes de la yihad centroasiática. En los años 80, Sergej era un ferviente estudiante secundario comunista, miembro del Komsomol (la organización juvenil del Partido). Las autoridades le habían ordenado ir al mercado de la ciudad y arrancar los burkas de todas las mujeres que se atrevieran a llevarlos en público.

Las prendas de vestir vinculadas al islam fueron demonizadas por la administración soviética, que las consideraba signos de "oscurantismo medieval" y de segregación de las mujeres, a las que se les ofrecía una educación superior e independencia económica. El programa fue llamado "el despertar de la mujer oriental".

Hoy, Sergei es un librero de edad avanzada, y dice estar sorprendido por los cambios: "No pensé que volverían los burkas, paranžas y khižabs", las pesadas ropas y velos islámicos de mujer que cubren el rostro, cuyo uso en público ahora vuelve a estar permitido gracias a una ley aprobada por Mirziyoyev en el mes de julio. La nueva ola de "devoción pública" se extiende a una velocidad impresionante en un país de 36 millones de habitantes, el más poblado de toda Asia Central.

Al igual que muchos otros rusos, Sergej decidió abandonar Uzbekistán. Nunca antes había sentido el deseo de irse a Rusia. En la actualidad hay 720.000 uzbekos de origen ruso, frente a los 1,7 millones de 1989, antes de la caída del régimen soviético.

Incluso los hombres muestran signos de islamización, especialmente en la longitud de sus barbas, algo impensable en los años de la presidencia postsoviética de Islam Karimov. El secretario local del Partido Comunista tomó el poder en 1991 y lo mantuvo hasta su muerte en 2016. En su época, la policía tenía instrucciones de afeitar por la fuerza a los hombres con barba, y detenerlos si se resistían -como sucedía en los tiempos de Pedro el Grande, en el siglo XVIII, para occidentalizar Rusia.

Tras sustituir a Karimov, la primera medida de Mirziyoyev fue una amnistía en favor de los miles de "prisioneros de conciencia" musulmanes, además de varios actos de ampliación de la libertad religiosa. Sin embargo, tras la toma de Kabul, también volvió la represión contra los presuntos terroristas, generando una fuerte contradicción en la sociedad uzbeka. Según Nigala Khidojutova, expulsada del país en 2005 por haber formado el Partido de los Campesinos Libres, un grupo opositor, "es el propio gobierno el que fomenta la radicalización religiosa, aunque detenga a algunos extremistas con fines demostrativos".

Según Nigala, "la corrupción generalizada está provocando un gran resentimiento en una sociedad civil muy débil, donde abunda la ilegalidad, con una juventud poco formada y ahora, el radicalismo religioso. Es una bomba que explotará a la primera chispa". Muchos uzbekos recuerdan con pavor lo sucedido en 1999, cuando islamistas locales vinculados a los talibanes irrumpieron en el valle de Fergana, en Tayikistán, exigiendo el control de la zona y el paso libre para las guerrillas yihadistas.

Hoy en día hay muchos ciudadanos uzbekos, y también numerosos imanes, que miran con simpatía a los nuevos talibanes. No es casual que Mirziyoyev haya pedido públicamente el nombramiento del moderado Nuriddin Kholiknazarov como Gran Muftí. Un hombre que creció bajo el régimen soviético y es visto como una de las pocas personas capaces de cohesionar las diferentes almas del Islam uzbeko.