Papa: la libertad que trae Cristo no es autosuficiencia, sino caminar según el Espíritu

“La oración al Espíritu Santo es espontánea: debe nacer de tu corazón. Tú debes decir en los momentos de dificultad: “Espíritu Santo, ven”. La palabra clave es esta: “ven”. Pero tienes que decirlo tú con tu lenguaje, con tus palabras. Ven, porque estoy en dificultades, ven porque estoy en la oscuridad, en las tinieblas; ven porque no sé qué hacer; ven porque estoy a punto de caer. Ven. Ven".

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - La libertad para los cristianos "no equivale en absoluto a libertinaje, ni conduce a formas de presuntuosa autosuficiencia", sino que, la que trae Cristo, está "a la sombra del amor" y "su ejercicio coherente está al servicio de la caridad". En Pablo "toda esta visión fue puesta en el horizonte de la vida según el Espíritu Santo, que lleva a su cumplimiento la Ley donada por Dios".

Al llegar al final de las catequesis para la audiencia general dedicada a la Carta a los Gálatas del apóstol Pablo, el Papa Francisco señaló que Pablo muestra que la libertad traída por Cristo "les liberaba de toda forma de esclavitud, porque les hacía herederos de la promesa antigua y, en Cristo, hijos de Dios”. "Toda esta visión fue puesta en el horizonte de la vida según el Espíritu Santo, que lleva a cumplimiento la Ley donada por Dios a Israel e impide recaer bajo la esclavitud del pecado. La tentación -agregó- es siempre la de volver atrás. Una definición de los cristianos, que está en la Escritura, dice que los cristianos no somos gente que camina hacia atrás, que vuelve atrás. Una bonita definición. Y la tentación es esta de ir atrás para estar más seguros; volver solamente a la Ley, descuidando la vida nueva del Espíritu. Esto es lo que Pablo nos enseña: la verdadera Ley tiene su plenitud en esta vida del Espíritu que Jesús nos ha dado. Y esta vida del Espíritu puede ser vivida solamente en la libertad, la libertad cristiana. Y esta es una de las cosas más bellas".

“Al final de este itinerario de catequesis - dijo a las ocho mil personas presentes en el aula Pablo VI - me parece que puede nacer en nosotros una doble actitud. Por un lado, la enseñanza del Apóstol genera en nosotros entusiasmo; nos sentimos impulsados a seguir en seguida el camino de la libertad, a “caminar según el Espíritu”. Caminar siempre según el Espíritu: nos hace libres. Por otro lado, somos conscientes de nuestros límites, porque tocamos con la mano cada día lo difícil que es ser dóciles al Espíritu, apoyar su acción benéfica. Entonces puede surgir el cansancio que frena el entusiasmo. Nos sentimos desanimados, débiles, a veces marginados respecto al estilo de vida según la mentalidad mundana”.

El Papa recordó que, en este sentido, san Agustín nos invita a seguir el ejemplo de los apóstoles cuando estaban en una barca con Jesús dormido y estalló la tormenta. “¿Y qué hicieron los apóstoles? Despertaron a Cristo que durante la tormenta; pero Él estaba presente. Lo único que podemos hacer en los malos momentos es “despertar” a Cristo que está dentro de nosotros, pero “duerme” como en la barca. Es precisamente así. Debemos despertar a Cristo en nuestro corazón y solo entonces podremos contemplar las cosas con su mirada, porque Él ve más allá de la tormenta. A través de esa mirada serena, podemos ver un panorama que, solos, ni siquiera es concebible vislumbrar. En este camino exigente pero fascinante, el Apóstol nos recuerda que no podemos permitirnos ningún cansancio en el hacer el bien. No se cansen de hacer el bien. Debemos confiar que el Espíritu siempre viene a ayudar en nuestra debilidad y nos concede el apoyo que necesitamos. ¡Por tanto, aprendamos a invocar más a menudo al Espíritu Santo! Alguno puede decir: “¿Y cómo se invoca al Espíritu Santo? Porque yo sé rezar al Padre, con el Padre Nuestro; sé rezar a la Virgen con el Ave María; sé rezar a Jesús con la Oración de las Llagas, ¿pero al Espíritu? ¿Cuál es la oración al Espíritu Santo?”. La oración al Espíritu Santo es espontánea: debe nacer de tu corazón. Tú debes decir en los momentos de dificultad: “Espíritu Santo, ven”. La palabra clave es esta: “ven”. Pero tienes que decirlo tú con tu lenguaje, con tus palabras. Ven, porque estoy en dificultad, ven porque estoy en la oscuridad, en la penumbra; ven porque no sé qué hacer; ven porque voy a caer. Ven. Ven. Es la palabra del Espíritu para llamar al Espíritu Santo. Aprendamos a invocar más a menudo al Espíritu Santo. Podemos hacerlo con palabras sencillas, en los diferentes momentos del día. Y podemos llevar con nosotros, quizá dentro de nuestro Evangelio de bolsillo, la bonita oración que la Iglesia recita en Pentecostés: «Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido. Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo…». Ven. Y así prosigue, es una oración bellísima. El núcleo de la oración es “ven”, así rezaban la Virgen y los apóstoles después de que Jesús subió al Cielo; estaban solos en el Cenáculo e invocaban al Espíritu. Nos hará bien rezar a menudo: Ven, Espíritu Santo. Y con la presencia del Espíritu nosotros salvaguardamos la libertad. Seremos libres, cristianos libres, no apegados al pasado en el sentido negativo de la palabra, no encadenados a prácticas, sino libres con libertad cristiana, la que nos hace madurar. Esta oración nos ayudará a caminar en el Espíritu, en la libertad y en la alegría, porque cuando viene el Espíritu Santo viene la alegría, la verdadera alegría”.

Al terminar saludó a los grupos que estaban presentes y cuando habló a los ingleses y portugueses dijo que “el mes de noviembre nos recuerda el destino eterno que nos espera; y lo hace de varias formas. Una de ellas es el recuerdo nostálgico de nuestros seres queridos fallecidos. Nos dejaron un día con el pedido, tácito o explícito, de nuestra ayuda espiritual en su travesía al Más Allá; como ustedes saben, nuestras manos en oración llegan hasta el Cielo y así podemos acompañarlos, fortaleciendo en ellas y en nosotros mismos los lazos que nos unen a la eternidad”.