Amistad y rencores entre Moscú y Nursultán
de Vladimir Rozanskij

El ministro de Relaciones Exteriores ruso resaltó la colaboración estratégica entre los dos países. El Kremlin condena los casos de xenofobia contra los kazajos de lengua rusa, pero culpa a las fuerzas extranjeras. Se prestará particular atención a la protección de las fronteras comunes, puntos de tránsito entre Europa y Asia.


Moscú (AsiaNews) - Con motivo del 29º aniversario de las relaciones diplomáticas entre Rusia y Kazajstán, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, escribió un artículo en Rossijskaja Gazeta en el que ensalza la "colaboración estratégica" entre ambos países. Sin embargo, condenó los "casos de xenofobia" contra los kazajos de origen ruso, señalando que estos episodios fueron "inspirados desde el exterior".

Según Lavrov, hay muchos opositores, especialmente de Occidente, que apuntan a desacreditar a la comunidad rusófona de Kazajistán. Una comunidad que, según asevera el ministro, vive gracias a los "poderosos lazos mutuos" entre Moscú y Nursultán, que hunden sus raíces en tiempos antiguos.

Rusia y Kazajstán supieron dar muestras de "grandes éxitos en la consolidación de la sociedad y el fortalecimiento de la armonía internacional", pero los casos de hostilidad étnica de los últimos tiempos "son producto de metodologías de información especiales aplicadas desde el exterior y cuyo objetivo es exacerbar el particularismo nacionalista y el desprecio por Rusia".

Para contrarrestar estos intentos, Moscú y Nursultán deben tomar medidas adecuadas, dice Lavrov. En este sentido, propone utilizar varios canales: diplomático, de orden público y de administración de justicia. El objetivo en los dos países es sofocar "la labor tendenciosa del sector privado y del sector periodístico y especializado".

Las autoridades kazajas calificaron los casos de rusofobia como una expresión de "nacionalismo cavernícola", en palabras del primer ministro kazajo Askar Mamin. El funcionario invitó a velar con especial cuidado por esta tradicional amistad, ya que "la cercanía espiritual entre rusos y kazajos desempeña un papel particularmente significativo". El pasado común soviético es una "extraordinaria ventaja de nuestros países, si se tiene en cuenta la feroz competencia en los mercados internacionales".

Rusia y Kazajstán mantienen programas de coordinación en política económica. En los últimos ocho meses, según las cifras de Lavrov, el crecimiento de la balanza comercial fue del 34%, alcanzando los 15.000 millones de euros y superando los tres años anteriores a la pandemia.

La cooperación se basa en documentos que fueron confirmados varias veces en los últimos 30 años: el Acuerdo de Amistad de 1992, la Declaración de Amistad y Unión Mutua de 1998 y el Acuerdo de Buena Vecindad y Unión del Siglo XXI de 2013. Hay una comisión interparlamentaria para la cooperación entre ambos países que está siempre activa, con subcomisiones que se ocupan de las áreas de transporte, ciencia y nuevas tecnologías, energía, combustibles, industria y otros sectores.

Todos los años se celebran foros al más alto nivel, con la participación de los dos presidentes. Sirva como ejemplo el encuentro en videoconferencia del mes de septiembre, con la apasionada discusión entre Putin y Tokaev sobre los orígenes del tigre asiático. Los kazajos destacan el papel del "Líder de la Nación" Nursultan Nazarbaev y sus grandes "proyectos euroasiáticos", en los que participan varios Estados que formaron parte del mundo soviético.

Lavrov destacó la importancia de algunos proyectos recientes, como el programa astronáutico Bajterek, que abrirá el camino para que Kazajistán entre en el pequeño círculo de las potencias cósmicas mundiales. Según el plan, en 2023 se lanzarán cohetes de comunicación rusos Soyuz-5 desde el cosmódromo de Baikonur (el más importante de la época soviética), lo que ayudará al crecimiento económico y social del país.

Un tema al que se prestará particular atención es la protección de las fronteras. Asia Central atraviesa un momento sumamente delicado. Rusia y Kazajistán comparten 7.500 kilómetros de frontera, por las que se mueve un inmenso tráfico entre Europa y Asia.