El Papa en Chipre: no resignarnos a las divisiones entre los cristianos, fruto del pasado

"Por lo tanto, descendemos del mismo ardor apostólico y nos une un único camino: el del Evangelio". “Prejuicios hostiles respecto a los demás, preconceptos basados a menudo en informaciones deficientes y distorsionadas, divulgadas por una lectura agresiva y polémica”. La alegría del Evangelio "es incontenible", "libera del riesgo de una fe intimista, adusta y quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio".

 


Nicosia (AsiaNews) - Proclamar juntos el Evangelio, con alegría y confianza en aquellos que reacorren el mismo camino que nosotros. La mañana del segundo día del Papa Francisco en Chipre estuvo dedicada al ecuminismo y el momento central fue la visita al Santo Sínodo de la Iglesia autocéfala de Chipre. Posteriormente celebró la Santa Misa ante más de 10 mil personas.

Al igual que el arzobispo Crisóstomo II, Francisco habló de la Madre Iglesia común y recordó que san Pablo se detuvo en Chipre antes de ir a Roma. "Por tanto, descendemos del mismo ardor apostólico y nos une un único camino: el del Evangelio". “Deseo de corazón - dijo después - que aumenten las posibilidades de encontrarnos, de conocernos mejor, de derribar muchos preconceptos y de disponernos a una dócil escucha de nuestras respectivas experiencias de fe. Será una exhortación estimulante para que cada uno ofrezca lo mejor de sí mismo y eso traerá un fruto espiritual de consolación para ambos”. Ayudará también a superar "no pocos prejuicios hostiles respecto a los demás, preconceptos basados a menudo en informaciones deficientes y distorsionadas, divulgadas por una lectura agresiva y polémica", fruto de "siglos de división".

“No nos dejemos paralizar - exhortó - por el temor de abrirnos y realizar gestos audaces, no secundemos ese 'carácter irreconciliable de las diferencias' que no encuentra correspondencia en el Evangelio. No permitimos que las tradiciones - en plural y con 't' minúscula - tiendan a prevalecer sobre la Tradición - en singular y con 'T' mayúscula " - que nos exhorta a dejar atrás lo que, incluso siendo bueno, puede comprometer la plenitud de comunión, el primado de la caridad y necesidad de unidad”. En este sentido, Francisco señaló la decisión de la Iglesia católica de redescubrir la "dimensión sinodal, constitutiva de ser Iglesia", campo en el que "sentimos la necesidad de caminar más intensamente con ustedes, queridos hermanos, que por medio de la experiencia de su sinodalidad pueden sernos verdaderamente de gran ayuda”.

“Por supuesto, en el campo de nuestras relaciones, la historia ha abierto grandes surcos entre nosotros, pero el Espíritu Santo desea que con humildad y respeto nos acerquemos más. Nos invita a no resignarnos a las divisiones del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, diligencia y concreción. Porque si dejamos de lado las teorías abstractas y trabajamos juntos, por ejemplo en la caridad, en la educación, en la promoción de la dignidad humana, redescubriremos al hermano y la comunión madurará por sí misma, para alabanza de Dios. Su propio estilo. , pero con el tiempo el trabajo conjunto aumentará la armonía y resultará fructífero. ¡Así como estas tierras mediterráneas han sido embellecidas por la obra respetuosa y paciente del hombre, así, con la ayuda de Dios y con humilde perseverancia, cultivamos nuestra comunión apostólica! ”.

“Es cierto que la historia, en el campo de nuestras relaciones, ha abierto amplios surcos entre nosotros, pero el Espíritu Santo desea que volvamos a acercarnos con humildad y respeto. Él nos invita a no resignarnos frente a las divisiones del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, asiduidad y de modo concreto. Porque si dejamos de lado teorías abstractas y trabajamos juntos codo a codo —por ejemplo, en la caridad, en la educación y en la promoción de la dignidad humana—, redescubriremos al hermano y la comunión madurará por sí misma, para gloria de Dios. Cada uno mantendrá las propias maneras y el propio estilo pero, con el tiempo, el trabajo conjunto acrecentará la concordia y se mostrará fecundo. Así como estas tierras mediterráneas fueron embellecidas por el trabajo respetuoso y paciente del hombre, también nosotros cultivemos, con la ayuda de Dios y con humilde perseverancia, nuestra comunión apostólica”.

La segunda y última cita de la mañana fue celebración de la Santa Misa en el GSP Stadium de Nicosia. Se celebró ante más de 10 mil personas, prácticamente todos católicos de Chipre. También se encontraba presente el patriarca de los latinos de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, en cuya jurisdicción se encuentra Chipre.

Reflexionando sobre el episodio evangélico de los dos ciegos que fueron curados, Francisco habló en su homilía de dar la bienvenida a Jesús que está llegando en este Adviento. Los dos ciegos no ven a Jesús, pero lo siguen porque confían en él, “porque perciben que, en la oscuridad de la historia, Él es la luz que ilumina las noches del corazón y del mundo, el que derrota las tinieblas y vence todas las cegueras. Nosotros también - agregó - lo sabemos, llevamos ceguera al corazón. Nosotros también, como los dos ciegos, somos viajeros a menudo inmersos en la oscuridad de la vida. Lo primero que hay que hacer es acudir a Jesús, como Él mismo dijo: «Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar» (Mt 11,28)".

“¿Quién de nosotros no está de alguna manera cansado y abrumado? Todos. Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la tristeza. Jesús es el médico, sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9), nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el corazón del mal”.

Ese es el primer paso de la curación interior que trajo Jesús. El segundo se pone de manifiesto en el hecho de que los ciegos piden "ten piedad de nosotros". Usan el "nosotros", no dicen "yo". No piensa cada uno en su propia ceguera, sino que piden ayuda juntos. Ese es el signo elocuente de la vida cristiana, ese es el rasgo distintivo del espíritu eclesial: pensar, hablar y actuar como un “nosotros”, saliendo del individualismo y de la pretensión de la autosuficiencia que enferman el corazón. Los dos ciegos, al compartir sus sufrimientos y con su amistad fraterna, nos enseñan mucho. Cada uno de nosotros de algún modo está ciego a causa del pecado, que nos impide “ver” a Dios como Padre y a los otros como hermanos”. “Esto es lo que hace el pecado: distorsiona la realidad, nos hace ver a Dios como el amo y a los otros como problemas. Es la obra del tentador, que falsea las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz negativa para arrojarnos en el desánimo y la amargura. Y la tristeza fea, que es peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad. Por tanto, no se puede afrontar la oscuridad estando solos. Si llevamos solos nuestras cegueras interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno al lado del otro, compartir las heridas y afrontar el camino juntos”, y “la curación llega cuando llevamos juntos las heridas, cuando afrontamos juntos los problemas, cuando nos escuchamos y hablamos entre nosotros. Y esta es la gracia de vivir en comunidad, de comprender el valor de estar juntos, de ser comunidad”.

El tercer paso es anunciar el Evangelio con alegría, como el milagroso ciego. "Aquí hay otro signo distintivo del cristiano: la alegría del Evangelio, que es incontenible, «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1); la alegría del Evangelio libera del riesgo de una fe intimista, distante y quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio. Queridos amigos, es hermoso verlos y percibir que viven con alegría el anuncio liberador del Evangelio. Le doy las gracias por ello. No se trata de proselitismo, sino de testimonio; no es moralismo que juzga —no, no lo hagan—, sino misericordia que abraza; no se trata de culto exterior, sino de amor vivido. Los animo a seguir adelante en este camino. Como los dos ciegos del Evangelio, renovemos también nosotros el encuentro con Jesús y salgamos de nosotros mismos sin miedo para testimoniarlo a cuantos encontremos. Salgamos a llevar la luz que hemos recibido, salgamos a iluminar la noche que a menudo nos rodea. Hermanos y hermanas, hacen falta cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que con gestos y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la oscuridad; cristianos que siembren las semillas del Evangelio en los áridos campos de la vida cotidiana, que lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza”.