El Papa en Grecia: ‘Ofendemos a Dios’ con la indiferencia hacia los migrantes

“Cuando se rechaza a los pobres, se rechaza la paz”. “Cierres y nacionalismos —nos enseña la historia— llevan a consecuencias desastrosas”. “Hay que enfrentar las causas remotas, no a las pobres personas que pagan las consecuencias de ello, siendo además usadas como propaganda política. Para remover las causas profundas no se puede sólo resolver las emergencias. Se necesitan acciones concertadas. Es necesario acercarse a los cambios históricos con amplitud de miras”.


Atenas (AsiaNews) –  ‘Ofendemos a Dios’ con la indiferencia hacia los migrantes. Frente al pedido de ayuda, la respuesta no puede ser levantar muros por mero egoísmo, y tampoco explotar el miedo con fines políticos, como hacen los nacionalismos. Por el contrario, se debe tomar conciencia de que las migraciones son un problema que nos incumbe a todos, y al que se deben dar respuestas políticas que respeten a las personas.  El Papa Francisco involucra a todos en esta responsabilidad, al volver a Lesbos cinco años después de su primera visita – el 16 de abril de 2016 - a lo que entonces era el campo de refugiados más grande de Europa. Un lugar que alojaba a 20.000 personas, y que fue destruido por un incendio en 2020. Hoy en día, el campo de refugiados de Moria aloja a dos mil migrantes. Hay gente que lleva años allí -una mujer informa que lleva seis . Son personas que llegaron allí para evitar a la guardia costera griega, que se dedica a repeler las embarcaciones y botes que intentan cruzar desde Turquía, cuya costa es claramente visible desde allí. Atenas, de donde partió el Papa esta mañana, está a una hora de vuelo.

Las personas viven prácticamente encerradas en el campo y Francisco quiso pasar en medio de ellas (en la foto). Vienen de Oriente Medio, Afganistán, y África. El papa estuvo más de diez minutos estrechando manos, acariciando a muchísimos niños que se agolpaban tras las vallas. Luego diría en su discurso: “miremos el rostro de los niños. Hallemos la valentía de avergonzarnos ante ellos, que son inocentes y son el futuro. Interpelan nuestras conciencias y nos preguntan: “¿Qué mundo nos quieren dar?”. No escapemos rápidamente de las crudas imágenes de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas”.

Francisco habló dentro de una tienda en la que se reunieron unas 200 personas. La presidenta de Grecia, Katerina Sakellaropoulou, también estuvo presente. El discurso del Papa es a la vez una acusación y una advertencia: “estoy aquí para decirles que estoy cerca de ustedes; estoy aquí para ver sus rostros, para mirarlos a los ojos: ojos cargados de miedo y de esperanza, ojos que han visto la violencia y la pobreza, ojos surcados por demasiadas lágrimas”. “Los que les temen no han visto sus rostros”, “no han visto a sus hijos. Olvidan que la dignidad y la libertad trascienden el miedo y la división". “Es una ilusión pensar que basta con salvaguardarnos a nosotros mismos, defendiéndonos de los más débiles que llaman a la puerta. El futuro nos pondrá cada vez más en contacto unos con otros; para orientarlo hacia el bien no sirven acciones unilaterales, sino políticas más amplias. La historia, repito, nos enseña, pero todavía no hemos aprendido. ¡Que no se vuelvan las espaldas a la realidad, que termine el continuo rebote de responsabilidades, que no se delegue siempre a los otros la cuestión migratoria, como si a ninguno le importara y fuese sólo una carga inútil que alguno se ve obligado a soportar!”. 

Hay muchos que trabajan asiduamente para mejorar la condición de los migrantes, reconoce Francisco: “Pero debemos admitir amargamente que este país, como otros, está atravesando actualmente una situación difícil y que en Europa sigue habiendo personas que persisten en tratar el problema como un asunto que no les incumbe. Y, ¡cuántas condiciones indignas del hombre! ¡Cuántos puntos críticos donde los migrantes y refugiados viven en situaciones límite, sin vislumbrar soluciones en el horizonte! Y, sin embargo, el respeto a las personas y a los derechos humanos —especialmente en el continente que no cesa de promoverlos en el mundo— debería ser salvaguardado siempre, y la dignidad de cada uno debería ser antepuesta a todo. Es triste escuchar que el uso de fondos comunes se propone como solución para construir muros. Ciertamente, los temores y las inseguridades, las dificultades y los peligros son comprensibles. El cansancio y la frustración, agudizados por la crisis económica y pandémica, se perciben, pero no es levantando barreras como se resuelven los problemas y se mejora la convivencia”. 

“Es fácil arrastrar a la opinión pública, fomentando el miedo al otro; ¿por qué, en cambio, con el mismo tono, no se habla de la explotación de los pobres, o de las guerras olvidadas y a menudo generosamente financiadas, o de los acuerdos económicos que se hacen a costa de la gente, o de las maniobras ocultas para traficar armas y hacer que prolifere su comercio? Hay que enfrentar las causas remotas, no a las pobres personas que pagan las consecuencias de ello, siendo además usadas como propaganda política. Para remover las causas profundas no se puede sólo resolver las emergencias. Se necesitan acciones concertadas. Es necesario acercarse a los cambios históricos con amplitud de miras. Porque no hay respuestas fáciles para problemas complejos; existe más bien la necesidad de acompañar los procesos desde dentro, para superar los guetos y favorecer una lenta e indispensable integración, para acoger las culturas y las tradiciones de los otros de una manera fraterna y responsable”.

“En este domingo  – concluye Francisco - , ruego a Dios que nos despierte del olvido de quien sufre, que nos sacuda del individualismo que excluye, que despierte los corazones sordos a las necesidades del prójimo. Y ruego también al hombre, a cada hombre: superemos la parálisis del miedo, la indiferencia que mata, el cínico desinterés que con guantes de seda condena a muerte a quienes están en los márgenes. Afrontemos desde su raíz al pensamiento dominante, que gira en torno al propio yo, a los propios egoísmos personales y nacionales, que se convierten en medida y criterio de todo”.

Luego del discurso, y tras el rezo del Ángelus y la bendición, Francisco quiso visitar a las familias de dos instalaciones prefabricadas donde vive la gente.  Pasó junto a un tendedero y una bicicleta, escuchó y saludó. En el fondo, se veían policías armados por todas partes. (FP)