Papa: honrar a los ancianos es devolver el amor

En la audiencia general celebrada hoy en la Plaza de San Pedro, el pontífice retomó el ciclo de reflexiones sobre la vejez. "Por favor, no rechacen a los ancianos y si ellos están en una casa de reposo vayan a visitarlos y lleven a los niños". El saludo a un grupo de peregrinos de Myanmar y la invitación a seguir rezando por las familias que sufren a causa de las guerras en el mundo.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Después de la reflexión de la semana pasada sobre la Pascua, esta mañana el Papa Francisco volvió a hablar de la vejez durante la audiencia general, continuando con el ciclo de catequesis de los miércoles. En la Plaza de San Pedro había alrededor de 20.000 fieles de Italia y de todas partes del mundo, reunidos para escuchar las palabras del Papa.

En su discurso -cuyo tema central fue "Honra a tu padre y a tu madre: el amor por la vida vivida"- el pontífice se refirió a la fragilidad de la tercera edad, marcada de un modo especial por experiencias de desconcierto, desconsuelo, pérdida y abandono. "Cuántas veces hemos dicho que estos ancianos son un estorbo o cuántas veces hemos querido alejarlos de nosotros", dijo Francisco. Sin embargo, la revelación del Evangelio señala un camino diferente: "devolver el amor", honrar a los que nos han precedido.

"Este amor especial que se abre camino en forma de honra hacia los ancianos -ternura y respeto al mismo tiempo- está sellado por el mandamiento de Dios: Honra a tu padre y a tu madre", continuó el pontífice. Es un compromiso solemne, el primero de la "segunda tabla" de los Diez Mandamientos, que se refiere no sólo a los padres sino también a las generaciones que nos preceden.

El Papa Francisco explicó cómo traducir este gesto en términos concretos: "Honrar al padre y a la madre y honrar a los ancianos es reconocer la dignidad que tienen". De hecho, puede no haber honra en el cuidado de los enfermos o cuando se garantiza su manutención.  "Se carece de honra cuando el exceso de confianza, en lugar de expresarse como delicadeza y afecto, ternura y respeto, se transforma en aspereza y prevaricación", dijo. Esto puede ocurrir en cualquier lugar, en el hogar, en las residencias de ancianos, en las oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad, y los efectos de esta actitud de desprecio, muy graves, pueden producir cosas horribles. El Papa recordó el reciente episodio de la crónica en el que dos jóvenes prendieron fuego a la manta de un "sin techo", considerado por ellos como "un desecho humano". Semejantes episodios son sólo la punta de un iceberg, "del desprecio por una vida que, lejos de los atractivos e impulsos de la juventud, parece ser una vida descartable". “Tantas veces pensamos que los viejos son un desecho. "Este desprecio, que deshonra a los ancianos, en realidad nos deshonra a todos".

A este respecto, el Papa Francisco citó un episodio de la historia de Noé, cuando después de beber unas copas de más, quedó inconsciente. "Los hijos, para no despertarlo y evitarle una situación incómoda, lo cubren delicadamente, con la mirada baja, con gran respeto - dijo Francisco - . Este texto es muy hermoso y lo dice todo sobre el honor que se le debe al anciano: encubrir sus debilidades, para que no se sienta avergonzado”.

A continuación, Francisco hizo un sentido llamamiento: "Por favor, no rechacen a los ancianos y, si no pueden tenerlos en casa y la única solución es un hogar, al menos visítenlos y lleven a los niños con ustedes". El Papa contó una anécdota personal, se remontó a la época en que era sacerdote en Buenos Aires y solía visitar los hogares de ancianos: “Un día una señora me dijo que tenía cuatro hijos -cada uno vivía con su familia- y que siempre venían a visitarla. Sin embargo, más tarde la enfermera me dijo que no era así. Hacía seis meses que sus hijos no la visitaban. El cuidado de los ancianos debe ser, en cambio, una tarea de todos, ya que "el amor a lo humano, algo que todos tenemos en común, incluido el honor por la vida vivida, no es un asunto de ancianos", sino que debe convertirse en una ambición de todos. "Que la sabiduría del Espíritu de Dios nos conceda abrir el horizonte de esta verdadera revolución cultural con la energía necesaria", dijo el Papa.

Con el corazón siempre atento a los pueblos del mundo en dificultades, al final de la audiencia Francisco saludó a los fieles de Myanmar y bendijo la generosidad de los polacos, por acoger a los refugiados ucranianos. Y no se olvidó de renovar su invitación a la oración: "Recemos por la paz y por el consuelo de todas las familias que sufren a causa de las guerras en el mundo".