El ajuste de cuentas a los 'anglosaksy'
de Stefano Caprio

Entre las muchas acusaciones relacionadas con la guerra rusa en Ucrania están aquellas contra "los anglosajones" que ha repetido el Kremlin en reiteradas oportunidades. Más allá de las oposiciones culturales, este término revela una estrategia para dividir el campo enemigo. A Moscú le gustaría terminar el conflicto con un mundo en el que Rusia, los anglosajones y Europa estén bien diferenciados.

 


Entre las muchas acusaciones relacionadas con la guerra rusa en Ucrania -que ha entrado en un largo estancamiento- están aquellas contra "los anglosajones" que el portavoz del Kremlin Dmitry Peskov ha repetido en reiteradas oportunidades. Arremetió en particular contra los medios de información anglosajones, que "encabezan la clasificación de los países agresores en la guerra de la información". Otros políticos y funcionarios rusos también están utilizando cada vez con mayor frecuencia el término "anglosajón" en un sentido despectivo.

Según los rusos, los anglosajones son los que "alimentan la histeria" de la opinión pública internacional, como repiten el canciller Sergej Lavrov y su portavoz Maria Zakharova, que en febrero, poco antes de la invasión, respondió tajantemente a un periodista que le preguntó por el despliegue de tropas en la frontera ucraniana: “No les corresponde a ustedes, que representan al mundo anglosajón, contar nuestras armas y juzgar cómo se mueven nuestras tropas”. En los últimos días la misma Zakharova ha salido en defensa de Julian Assange, cuya extradición a EEUU fue decidida por un tribunal británico, y dijo que era "un periodista contra todo el poder de la maquinaria represiva anglosajona". Según otra declaración de Peskov, "los anglosaksy [abreviatura sarcástica] lo único que hacen es aumentar las tensiones en el continente europeo".

El uso del término genérico indica un contraste no solo con Estados Unidos o "los americanos", un clásico de la Guerra Fría, sino que subraya la tendencia rusa a justificar el conflicto actual con reinterpretaciones histórico-culturales que se remontan a tiempos muy lejanos, hasta la Edad Media. Por otra parte, precisamente al comienzo de la era moderna la Moscovia de Iván el Terrible se presentó al mundo como el nuevo imperio de la "Tercera Roma", llamado a salvar a los pueblos de todos los peligros demoníacos, y el primer Zar de Moscú miraba con interés a la reina Isabel de Inglaterra, la que sentó las bases del Imperio Británico de ultramar. La "reina virgen" (el primer estado americano se llamó Virginia, en honor de ella) escribió a Iván IV expresándole su admiración porque había derrotado a los tártaros de Kazan en 1557 y abierto el camino a la conquista de toda Siberia. Asia se convirtió en el Dalnyj Vostok, el El "Lejano Oriente" ruso de los cosacos contra los mongoles, incluso antes de que existiera el "Lejano Oeste" americano de los vaqueros contra los indios. Desde entonces, los dos imperios se han contrapuesto geográficamente (hasta tocarse) e ideológicamente; no es casualidad que las letras simbólicas de la guerra rusa sean la V de Vostok, y sobre todo la Z de Zapad (Oeste), que sugiere el ¡Za pobedu! (¡Por la victoria!).

En sus orígenes estos pueblos nórdicos, los sajones, llevaron a cabo la dominación de las Islas Británicas entre los siglos V y XI, justo antes del nacimiento de la Rus de Kiev con el Bautismo de 988. El mismo término "Anglia" deriva de uno de esos pueblos, los anglos, que se habían desplazado desde los territorios de las actuales Dinamarca y Alemania. Por otra parte, cuando Peskov y Zakharova hablan de los anglosaksy no pretenden volver a las épocas históricas de la Europa medieval, sino que, usando un término evocador, se refieren a dimensiones mucho más recientes.

Los países anglosajones en sentido estricto son los oficialmente de habla inglesa: Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá (excepto Québec), Australia y Nueva Zelanda. Más que el origen o el idioma, lo que más los une y los diferencia del resto del mundo son las formas institucionales de la política y el derecho, que los hacen portadores en el mundo de la libertad y la democracia en formas que los rusos se proponen combatir y derrotar a toda costa, porque consideran que son la causa de la pérdida de la identidad y soberanía de todos los pueblos.

Una de las características más criticadas por los rusos, por ejemplo, es el "derecho de precedencia", cuando se considera como fuente de derecho una decisión del tribunal, quizás sobre los derechos de las minorías étnicas o éticas, y no las leyes "sagradas". definidas por el poder constituido, como el Código Penal, como ocurre tradicionalmente en la Europa continental. O bien la flexibilidad del sistema de los estudios superiores: la universidad anglosajona es predominantemente privada, y definitivamente no se dedica a la educación masiva, por lo tanto, está  "al servicio de las castas de poder y no del pueblo", como ha recordado repetidamente el propio Vladimir Putin en el pasado.

Y, sobre todo, los anglosajones tienen una verdadera devoción por el bipartidismo y la alternancia en el poder, que los rusos consideran el camino hacia el imperio del Anticristo, que se basa en las divisiones dentro del pueblo. Los Wighs eran originariamente partidarios del poder parlamentario, mientras que los Tories permanecieron leales al poder autoritario del monarca, y a eso se debe que haya laboristas y conservadores en Inglaterra, demócratas y republicanos en EE. UU., liberales y conservadores en Canadá, etc. Precisamente esta dialéctica es la que está completamente bloqueada en Rusia desde que comenzó la presidencia de Putin en el año 2000, que se basa en un "poder verticalista" y en la estabilidad de la mayoría "popular", que debe expresar al menos el 70-80% de los consensos so pena de desintegración de la sociedad, como amenazaba con ocurrir en la época de Yeltsyn.

El mundo anglosajón también tiene características raciales y religiosas que se resumen en el acrónimo Wasp, "White Anglo-Saxon Protestant", hoy fuertemente cuestionado por la cancel culture. La Rusia ortodoxa se cree portadora de una "cultura inclusiva" basada en la asimilación de otros pueblos y no en el sometimiento, como los rivales occidentales, que además derraman lágrimas de cocodrilo para limpiar su conciencia. Un fenómeno que los rusos se niegan terminantemente a adoptar es la lustracija, la revisión de las culpas del pasado. En Rusia nunca se ha criticado la colaboración con el anterior régimen soviético. Por el contrario, las estructuras actualmente dominantes se remiten a ese pasado, como la KGB de Putin (FSB) o el Patriarcado de Moscú de Kirill y de los otros metropolitas.

Más allá del enfrentamiento entre la cultura anglosajona y la rusa, que revela no sólo antagonismos, sino también muchas influencias e imitaciones recíprocas, los anglosaksy malditos por el Kremlin son los abanderados de un genérico "Occidente colectivo", simplificación necesaria para justificar acciones destructivas y apocalípticas. El uso de estos términos por parte de los rusos también revela una estrategia sutil, que tiende más bien a dividir el campo enemigo, empujando a las naciones "no anglosajonas" a alinearse cada vez más con Moscú. En vísperas de la invasión, durante la reunión del Consejo de Seguridad, el director de la Rosgvardia Viktor Zolotov afirmó que “no reconocemos ninguna frontera con Ucrania; estas son las fronteras de los americanos, que se consideran dueños de ese país y de todos sus demás vasallos”. El propio Peskov afirmó que “los europeos debemos reflexionar sobre el hecho de que un país que está fuera de nuestro continente, como EE.UU., venga a nuestra casa a crear problemas”.

Esta forma de propaganda antiestadounidense, además, siempre tiene un gran efecto dentro de Rusia, recordando la frase de Stalin de 1941, según la cual "los rusos nunca han sido amigos de los anglosaksy”. Cuando los rusos se erigen como defensores de los "valores tradicionales europeos", como en el "manifiesto" de Konstantin Bogomolov, siempre se entiende como un compromiso para defenderse de los "valores extranjeros, como los anglosajones". El Mundo Ruso está dirigido a todos los pueblos y pretende defender Asia, África y América Latina de la colonización de Occidente, y uno de sus principales objetivos es atraer hacia sí a todos los europeos no estrechamente vinculados a Estados Unidos y Gran Bretaña, que después de todo con su Brexit ha ofrecido un excelente respaldo ideológico a la concepción rusa.

Rusia tiene relaciones económicas muy estrechas con Europa de las que es difícil liberarse, como demuestran las contradicciones sobre la posible liberación de la dependencia del gas ruso en estos días. Incluso los intercambios comerciales, no solo energéticos, son mucho más intensos que los que existen entre Rusia y EE. UU., y si no fuera por la guerra, los europeos quisieran mantener lo más posible estas relaciones, no piensan excluir para siempre a los rusos del turismo y de los intercambios culturales, más allá de McDonald's o los automóviles. Entre Rusia y Alemania hay una larga historia de relaciones especiales, que incluso se basa en el diálogo de la filosofía y la literatura, como ocurre con el arte y la música italianos, por no hablar de Francia, cuya lengua hablaba toda la aristocracia de San Petersburgo a lo largo del siglo XVIII.

Rusia quiere salir de la guerra de Ucrania no solo con grandes territorios conquistados y controlados, desde el Donbass hasta el mar de Azov y Moldavia. Quiere un mundo plural en el que queden claramente diferenciados Rusia, los anglosaksy y Europa, así como las potencias orientales de Turquía, China o la India, y en el cual los rusos sean precisamente el eje de todo mecanismo internacional. El aislamiento de las sanciones, paradójicamente, es visto como el camino para elevarse por encima de las disputas, purificarse y sacrificarse por todos, preparando el futuro ajuste de cuentas global.