El Asia de Pauline Jaricot

La beatificación en Lyon de la fundadora de la Obra de la Propagación de la Fe es una oportunidad para redescubrir las raíces de esta obra al servicio de la misión, que están ligadas al anuncio del Evangelio en China y toda Asia. La beata Jaricot promovió la oración por los cristianos de China y la difusión de las historias de sus comunidades. Hoy, las Iglesias de Asia ya no son sólo receptoras, sino también sostenedoras de la misión en otros continentes.  


Milán (AsiaNews) - El domingo 22 de mayo en Lyon será proclamada beata la laica francesa Paulina Jaricot (1799-1862), fundadora de la Sociedad de Propagación de la Fe, históricamente la obra más importante de apoyo a las misiones de la Iglesia católica. En esta ocasión es lindo recordar en AsiaNews lo mucho que la vida de esta extraordinaria mujer y los orígenes de esta obra están ligados al anuncio del Evangelio en China y en toda Asia. Lo reconstruye muy bien un artículo publicado estos días en la web del IRFA, el Instituto de Investigación Francia-Asia promovido por las Misiones Extranjeras de París. Es una historia que también ayuda a ver como un signo providencial la cercanía entre la fecha de la beatificación y el 24 de mayo. En esta fecha, por voluntad del Papa Benedicto XVI, se celebra la Jornada de Oración por los Cristianos en China desde hace unos años, un gesto que Paulina practicó durante toda su vida.

El IRFA describe el difícil contexto en el que vio la luz la Obra de la Propagación de la Fe. En la Francia de la Revolución, a finales del siglo XVIII, las Misiones Extranjeras de París -fundadas en 1658- se encontraban en el momento más complicado de su historia. Los responsables del seminario de la rue de Bac habían sido exiliados y todas las posibilidades de reclutar nuevos misioneros y de establecer conexiones marítimas con Asia se habían interrumpido durante casi diez años. Apoyar a los 48 padres que seguían de misión en Asia con recursos financieros y humanos se había convertido en una tarea casi imposible. El instituto misionero francés había perdido todas las fuentes de ingresos, y ya ni siquiera era propietario de los edificios de la rue du Bac.

El antiguo rector, el padre Denis Chaumont, estaba exiliado en Londres y allí intentó recaudar fondos entre los católicos ingleses y los emigrantes franceses. En 1794, mientras París vivía la pesadilla de la época del Terror, publicó un documento titulado "Discurso a las almas caritativas de Londres en favor de las misiones a los pueblos paganos de China, Cochinchina y Tonkín". En ese texto, propuso que cada persona de buena voluntad hiciera un donativo para los misioneros de la MEP en Asia según sus posibilidades, por pequeñas que fueran. Se inspiró en una idea que había visto que practicaban algunas comunidades protestantes de Inglaterra, y consistía en aportar pequeños donativos de un penique a la semana en favor de las misiones. Citó para este propósito una frase que había leído en un templo anabaptista: "El mundo está hecho de átomos y el mar de gotas de agua: incluso los aportes más pequeños pueden producir juntos una suma que proporcionará los medios para difundir el Evangelio".

Esta idea la llevó el padre Chaumont a Francia cuando finalmente tuvo la oportunidad de volver a París en 1814. Con la ayuda de las parroquias y de la buena voluntad de los laicos y de los sacerdotes, diseñó una red de asociaciones denominadas "sociedades auxiliares", cuyos miembros se comprometían a rezar la oración de San Francisco Javier por las misiones todos los días y, si estaba a su alcance, a apoyarlas económicamente. Fue precisamente en esos años cuando, en Lyon, Pauline Jaricot -una joven de la rica burguesía- buscaba con todo su corazón dar a conocer a Cristo en su entorno y en los confines de la tierra. En 1817, fundó las Réparatrices du cœur de Jésus méconnu et méprisé, una asociación informal de mujeres piadosas y devotas que contribuían a la labor misionera con sus donativos y oraciones. Especialmente sensible a la causa de las misiones en Asia, Pauline había oído hablar sin duda de la asociación del padre Chaumont. Además, su hermano Philéas entraría al seminario de Saint-Sulpice en 1820 con el objetivo de ser misionero en China (que luego no pudo realizar por motivos de salud). Él visitaba a menudo la rue du Bac, donde un amigo suyo de Lyon, Jean-Louis Taberd, se estaba preparando para partir hacia la India.

Así que Philéas le contó a Pauline sobre los esfuerzos que hacían las Misiones Extranjeras de París para recaudar el dinero necesario para el equipamiento y el viaje de cada misionero. También le dijo que "con 150 francos al año se podía alimentar a un catequista en China, y que cada catequista podía bautizar hasta 2.500 niños". A partir de esas historias, Pauline Jaricot tuvo la intuición de que, para que creciera el apoyo a los misioneros en Asia, el movimiento debía estar mejor organizado y tener una estructura eficiente. Así fue como echó raíces en los círculos católicos de Lyon lo que luego se convertiría en la Obra de la Propagación de la Fe. En 1821, se registraron en las cuentas del Seminario de París varias donaciones realizadas por el abate Philéas Jaricot, y la asociación contaba ya con mil miembros.

Pero la otra contribución decisiva fue la pasión de Pauline por los relatos de los misioneros de Asia que le transmitía su hermano Philéas. Comenzó a distribuir ejemplares de las Nuevas Cartas Edificantes de las Misiones de China y de las Indias Orientales, que el Seminario de París había mandado imprimir con las cartas que recibían de los padres de las Misiones Extranjeras para dar a conocer esa iniciativa. De esta manera, se había armado lo que serían los tres pilares de la Obra de la Propagación de la Fe: la oración, la limosna y la prensa. Pronto nació una revista en toda regla, el Bulletin des Annales de la Propagation de la Foi, que publicó 10.000 ejemplares a partir de 1825.

Esta semilla unida a la pasión de una joven laica del siglo XIX por difundir el Evangelio en China y en toda Asia se convirtió así en la Obra de la Propagación de la Fe, que apoya las misiones en todo el mundo. Desde 1922 -por voluntad del Papa Pío XI- se ha convertido en una obra pontificia que tiene su sede en Roma dentro de las Obras Misionales Pontificias, que incluyen también la Obra de la Infancia Misionera, la Obra de San Pedro Apóstol para ayudar a los seminarios en las misiones y la Pontificia Unión Misional del Clero. Una red que opera en el mundo a través de las direcciones nacionales establecidas por cada Conferencia Episcopal y que actualmente considera a los cristianos de Asia no sólo como receptores, sino también como protagonistas en el apoyo a las misiones de la Iglesia Católica en todo el mundo.