El budismo tailandés entre la pureza original y la evolución lingüística
de Steve Suwannarat

El factor comunicación ha entrado en el debate sobre la supervivencia de la religión más extendida en el país. Diferentes influencias socavan la adhesión a las raíces de la práctica religiosa. Cada vez menos monjes conocen el pali, el idioma culto de la antigüedad. El contraste entre un lenguaje elitista y la sencillez del mensaje de Buda.


Bangkok (AsiaNews)- En el debate sobre el rol y la “capacidad de supervivencia” del budismo, religión ampliamente mayoritaria en Tailandia y uno de los elementos esenciales de su identidad, se plantea también el factor de la comunicación. En este contexto, el idioma (así como el lenguaje) que se utiliza tiene una gran relevancia. A pesar de la constante referencia a su "pureza" y la adhesión a la prédica original de Buda (563-483 aC), el budismo tailandés es el resultado de una evolución histórica, territorial y doctrinal. Algo que no es raro en el panorama del budismo, una religión misionera abierta a adquirir elementos de las distintas culturas y poblaciones con las que entró en contacto desde el siglo III a.C.

En Tailandia, la práctica actual es el resultado de tres influencias budistas diferentes: la del norte, la china, que de alguna manera acompañó la expansión de los thai desde sus emplazamientos originales en el sur de China hasta el Golfo de Siam; y la local, asimilada por los pueblos birmano, mon, jemer y autóctonos ya convertidos a la fe budista, fundamentalmente de origen hinayana pero con elementos mahayana. Posteriormente hubo sucesivas influencias de monjes y migrantes llegados de otras regiones, como el este de la India y Sri Lanka, con una fuerte influencia hinayana, corriente que privilegia la función de la institución monástica y las iniciativas laicas asociadas a templos y monasterios.

A pesar de la variedad de influencias, la comunidad budista tailandesa se identifica a sí misma como unida a las raíces de la fe budista, recogidas en el Canon Budista, el Tipitaka (Tres cestas) escrito desde el siglo I a.C. en la lengua culta de la época, el Pali, que se usaba sobre todo en la liturgia y cercano al sánscrito.

Precisamente el uso del pali explicaría -aunque no es lo único, por supuesto- el creciente desapego de la práctica religiosa. Muchos monjes que utilizan expresiones en pali no conocen esta lengua (los cursos se caracterizan por su dificultad, hasta el punto de que entre 1782 y 2008 solo 1.220 monjes y novicios accedieron al nivel más alto) o no comprenden plenamente lo que proponen a los fieles. Incluso la jerarquía religiosa es cada vez más consciente de que usar una lengua antigua y extrajera para la enseñanza religiosa actual puede tener efectos negativos, especialmente entre los jóvenes. También se plantea una contradicción entre la sencillez del mensaje original de Buda y su deseo de hacerlo comprensible para todos y el uso de un instrumento elitista como el pali. Por eso muchos proponen una reforma, quizás una traducción al lenguaje actual del Canon, que también permita evitar -como sugirió recientemente en el diario Bangkok Post un monje de origen británico- que se perciba como un medio para encubrir con una fachada de erudición los ejemplos de conducta no moralmente intachable que parecen multiplicarse.