Riga da una lección de paz
de Vladimir Rozanskij

Desde marzo está en marcha el proyecto "Common Ground", en el que letones y rusos ayudan a los refugiados ucranianos a confiar en un futuro mejor. Han llegado muchos voluntarios, especialmente de Rusia.


Moscú (AsiaNews) - En Riga, capital de la antigua Letonia soviética, funciona desde marzo un proyecto único en su tipo: "Common Ground", en el que letones y rusos ayudan a los refugiados ucranianos a confiar en un futuro mejor. El sitio web de Meduza informó del funcionamiento de este "centro cultural", donde no sólo se puede encontrar comida y ropa, sino también escuchar conferencias, estudiar la lengua letona y disfrutar de juegos de mesa.

Antes del 24 de febrero, el centro solía organizar la bienal de arte contemporáneo de Riga, que se canceló este año debido a la guerra cerca de sus fronteras. La periodista Irina Ščerbakova visitó el local donde se realizan las actividades, un edificio que hasta hace poco estaba abandonado. Ahora, todo luce ordenado y colorido y se reparten deliciosos cucuruchos de helado. La directora de la Bienal, Inessa Dabola, dice estar absolutamente convencida de que "en el siglo XXI, todos los conflictos pueden resolverse pacíficamente", pero de vez en cuando se plantea la siguiente pregunta: ¿qué debemos hacer si estallan acciones militares de nuestro lado?

La respuesta más obvia fue que "reuniría a mis seres queridos y me iría lo más lejos posible. Sin embargo, cuando Rusia invadió Ucrania, me di cuenta de que no iría a ninguna parte". Cuando ella y todo el equipo se pusieron a trabajar, se dieron cuenta de que ya no podían ocuparse de las exposiciones y los materiales de exhibición, así que Dabola fundó Common Ground junto con otras dos mujeres, la pintora petersburguesa Anastasia Blokhina y la directora de orquesta Ieva Irbina, preparando un lugar "para estar juntos en paz".

Desde los primeros días de la guerra, las actividades han sido frenéticas. Se intercambiaron números de teléfono con grupos de personas evacuadas de Ucrania. Se enviaron cientos de mensajes en Telegram, donde muchos preguntaban en qué condiciones podían trasladarse a Letonia, uno de los países más abiertos y pacíficos de la historia soviética y posterior, con una gran integración entre las nacionalidades bálticas, eslavas y otras, incluidos muchos inmigrantes laborales asiáticos. Desde finales de febrero comenzó a funcionar un sitio web dedicado al proyecto y la comunidad cobró vida.

La idea era crear una entidad "que complementara lo que hacen las instituciones públicas", explica Blokhina, después del trámite de visados y documentos y la inscripción en las escuelas y los servicios sanitarios, "pensamos en algo sociocultural". Inessa añade que "esto es muy importante, la gente llega de repente a un país extranjero, con otro idioma. Aún si tienes ayuda humanitaria, ¿qué haces? Common Ground renovó un edificio centenario de la estación de tren en la calle Andrejostas, a 15 minutos a pie del centro de la capital, restaurándolo con la ayuda de amigos y conocidos.

El primero de marzo, hasta 80 personas -rusos, letones y ucranianos que viven en Riga desde hace tiempo y llegaron al país huyendo de la guerra- se presentaron bajo los grandes ventanales del edificio en ruinas: "No sabemos cómo conocieron el lugar, pero querían ayudar". Anastasia cuenta: "En apenas tres horas hicimos lo que creíamos nos llevaría un día", y el director técnico se quejó de que su gente aún no estaba preparada para repintar todo, así que alguien sacó pinceles y botes de pintura y "fue como un milagro".

En dos semanas, trabajando desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, todo quedó debidamente preparado. "No gastamos casi nada", explica Blokhina, "la gente nos trajo todo, y cuando pensamos en las plantas y las flores, al cabo de dos días llegaron 50 plantas y arreglos procedentes del Jardín Botánico". Los vecinos trajeron una avalancha de libros infantiles, una señora mayor se presentó con una higuera que ella misma había cultivado en su terraza. Los divanes llegaron gratis de una empresa de muebles de la ciudad.

Dabola explica que "en realidad fue un gesto egoísta: queríamos demostrar que éramos más fuertes que el terror que nos han impuesto". Muchos voluntarios vinieron especialmente de Rusia, tras haber oído hablar de Common Ground en los medios de comunicación a los que todavía se puede acceder. Desgarrados por la culpa, pero deseosos de no caer en la apatía y la depresión, se acercaron para intentar crear juntos un terreno común.