Visita a Kazajistán: la Eurasia del Papa Francisco
de Stefano Caprio

Siguiendo los pasos de Juan Pablo II, el pontífice viajará a la antigua república soviética del 13 al 15 de septiembre. Participará en el Congreso de Religiones. Está previsto un encuentro con el presidente kazajo Tokaev. Podría haber un segundo cara a cara con el patriarca ortodoxo ruso Kirill.

 


Milán (AsiaNews) - Del 13 al 15 de septiembre se llevará a cabo el viaje apostólico del Papa Francisco a KazajIstán, que por diversas razones se puede considerar histórico. Sin duda todos los viajes pontificios están de alguna manera destinados a dejar huellas importantes en la historia de la Iglesia, de las sociedades y de los pueblos que se encuentran con el Papa de Roma, y también del mundo entero, porque él siempre ha sido uno de los principales líderes espirituales.

El Papa Bergoglio volverá a recorrer el mismo itinerario que su santo predecesor Juan Pablo II, quien visitó en 2001 la capital kazaja, Astana, ahora llamada Nur-Sultan. En esa oportunidad el pontífice polaco pasó tres días de encuentros muy intensos, incluyendo uno con los jóvenes en la Universidad de Eurasia.  Por último se dirigió a Armenia y concluyó el viaje con una gozosa Misa en la sede de la Iglesia Apostólica local en Echmjadzin.

Su Santidad se reunirá con el presidente kazajo Kasym-Zomart Tokaev, el segundo jefe de Estado postsoviético después de su "eterno" predecesor Nursultan Nazarbaev. Tokaev ya había mantenido una videoconferencia con Francisco en abril y lo invitó a participar en el Congreso Mundial de Líderes Religiosos, motivo formal de la visita. Para el presidente de la antigua república soviética, que lleva tres años en el cargo pero recién ahora se libera de la "familia" Nazarbaev -en el poder desde la caída de la URSS- será en cierta forma una consagración sumamente valiosa.

Se ha previsto también un encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Los cambios que se están produciendo en la sociedad kazaja no sólo son de interés a nivel interno sino que se proponen como la búsqueda de un nuevo modelo para todos los estados nacidos de la disolución del imperio soviético.

En la nueva Constitución de Kazajistán, aprobada en junio, hay elementos de apertura hacia una mayor participación de toda la sociedad en la gestión de los asuntos públicos, potenciando no solo los mecanismos institucionales de la democracia sino también y sobre todo las tradiciones y la cultura popular, largamente reprimidas por sistemas ideológicos y principios formales.

Tokaev insiste en el redescubrimiento de la "democracia esteparia" a través de los "kurultaj", consejos de aldea o de territorio, una modalidad comunitaria para tratar los problemas que apoya y complementa a las delegaciones y cargos públicos.

En tiempos de grandes impulsos "populistas", a menudo sesgados hacia formas dictatoriales o anárquicas, Kazajistán y los países exsoviéticos de Asia Central (Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán) podrían ser un laboratorio de nuevas perspectivas. Y no sólo para los vecinos caucásicos y asiáticos, sino también para muchas otras sociedades de todo el mundo que buscan una identidad propìa y al mismo tiempo mantener relaciones sostenibles y no conflictivas con otros pueblos y sistemas políticos en diferentes niveles.

Junto con las cuestiones sociales y políticas, la identidad cultural es, en efecto, una de las dimensiones que el Papa Francisco no dejará de subrayar, incluyendo los factores religiosos. El pontífice ha mostrado en varias ocasiones una mirada atenta al continente asiático, como ocurrió recientemente con el sorprendente nombramiento como cardenal del misionero italiano en Mongolia, Mons. Giuseppe Marengo, pastor de un pequeño rebaño en un país particularmente representativo de las "periferias" del mundo, heredero de antiguos pueblos seminómadas que nunca dominaron a otros y a menudo fueron reducidos a peones en los "grandes juegos" de las superpotencias.

El Asia cristiana es una historia de aperturas y sufrimientos, descubrimientos y persecuciones, en diálogo con las grandes religiones antiguas, desde el islam hasta el budismo, pasando por las tradiciones de la India y el Extremo Oriente. No fue "colonizada" por misioneros cristianos, como sucedió en África o América. Como en Canadá, donde Francisco acaba de estar y ha pedido perdón por los excesos en el celo de la Iglesia y de los pueblos europeos respecto de los nativos americanos. En Asia la Iglesia se encuentra con pueblos orgullosos pero no hostiles, y debe aceptar el desafío de grandes tradiciones espirituales, lejanas pero no incompatibles con el Evangelio.

El 14 de septiembre se abrirá la sesión plenaria del Congreso de las Religiones en el "Palacio de la Paz y la Reconciliación" con una oración silenciosa de todos los líderes presentes, incluido el Papa. El cierre será a la tarde del día siguiente con la lectura de la Declaración Final. Esta es la séptima edición del Congreso, que continúa un itinerario iniciado a finales de los años '90 por iniciativa del ex presidente Nazarbaev. La Santa Sede siempre ha enviado representantes de alto nivel, cardenales y arzobispos, reconociendo el valor de esta especial oportunidad para el diálogo interreligioso.

Nazarbaev se proponía que estos encuentros fueran una celebración del espíritu de reconciliación global del mundo surgido de la Guerra Fría y el ateísmo militante de la ideología soviética. El "renacimiento religioso" de finales de siglo, que llevó a Rusia a redescubrir el cristianismo ortodoxo en "sinfonía" con el poder secular, en Asia Central ha revalorizado sobre todo la tradición musulmana, también perseguida por el comunismo ateo pero de una manera menos asfixiante que a las denominaciones cristianas y otras religiones, porque se la consideraba en cierta forma más "compatible" con la ideología y el sistema socialista.

La principal preocupación de los sátrapas postsoviéticos de estos países -que convirtieron la militancia partidaria en gestión familiar del poder- fue acompañar la reanudación de las celebraciones oficiales del islam, pero evitando a toda costa las derivas extremistas. Los países de Asia Central han construido mezquitas más suntuosas incluso que los países árabes y casi siempre los presidentes han encabezado las peregrinaciones populares a La Meca, pero asegurando al mismo tiempo una versión secular y "ecuménica" de la vida de la sociedad.

Estos equilibrios no siempre han funcionado adecuadamente, tanto por presiones separatistas internas de diversos grupos étnicos, a menudo motivadas por impulsos religiosos, como por presiones externas de países vecinos islámicos más agresivos, como Pakistán y Afganistán.

El Papa propondrá al Congreso las grandes aperturas recientes de la encíclica "Fratelli tutti", traducida al ruso por iniciativa de los musulmanes de la Rusia asiática, y sobre todo del histórico documento "Sobre la fraternidad humana en favor de la paz y la convivencia pacífica", firmado por la Santa Sede y el centro islámico de Al-Azhar, y aprobado por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2020. No será sólo una confrontación entre cristianismo e islam, sino que sobre esta base se ofrecerán criterios sólidos para un diálogo constructivo y no formal entre todas las religiones.

Francisco tendrá la oportunidad de encontrarse con los fieles católicos en la Santa Misa del 14 de septiembre, que se celebrará en la explanada de la Expo. La mañana del 15 se encontrará con sus hermanos jesuitas en la nunciatura de Nur-Sultan y tendrá luego un encuentro público con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y agentes de pastoral en la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Será una verdadera fiesta para las comunidades católicas de la región, herederas de las deportaciones de polacos y alemanes de la época soviética y actualmente comprometidas en la construcción de un rostro nuevo y original del catolicismo local.

También debería celebrarse el segundo encuentro histórico del papa Francisco con el patriarca de Moscú Kirill, ya previsto y anunciado antes de la invasión rusa a Ucrania pero que fue aplazado precisamente por las ambigüedades del apoyo patriarcal a las acciones bélicas. El Papa y Kirill ya hablaron por videoconferencia tras el fatídico 24 de febrero y debían reunirse en junio en Jerusalén. Sin embargo la continuación cada vez más catastrófica del conflicto ha sugerido un nuevo aplazamiento. Nur-Sultan parece una oportunidad neutral que vale la pena aprovechar.

La visita del patriarca de Moscú a Kazajistán resulta más natural que la del pontífice porque todavía es un país mayoritariamente de habla rusa con una fuerte minoría étnica rusa de religión ortodoxa. Sin embargo esta cercanía tampoco está exenta de tensiones similares a las de Ucrania, ya que diversas declaraciones del presidente Putin y otros altos jerarcas políticos rusos han pretendido definir a Kazajistán como un “país naturalmente ruso”, casi como la misma Ucrania.

El presidente Tokaev, por el contrario, reclamó con orgullo la neutralidad y la independencia de su país y llegó incluso a negar la soberanía rusa sobre Crimea y el Donbass en un encuentro público cara a cara con el propio Putin durante el reciente Foro Económico de San Petersburgo.

De concretarse el encuentro, no será fácil para Francisco preservar las buenas relaciones con Kirill, trabajosamente construidas en la última década, sobre todo tras el encuentro de La Habana en febrero de 2016. En estos meses el pontífice ha tratado de evitar las críticas directas a las posiciones de la Iglesia rusa, pero no pudo dejar de sugerir a Kirill que no se comportara como un "monaguillo del poder". El patriarca, a su vez, intentará involucrar al Papa en la cruzada mundial contra la degradación moral del secularismo, pero sin duda el Papa no estará dispuesto a hacer de monaguillo del fundamentalismo bélico clerical. La esperanza es que el encuentro entre ambos pueda ser realmente un mensaje de paz, que ponga freno a la terrible guerra de los pueblos y de los mundos.

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