A un año del retorno de los talibanes, los países vecinos temen el islamismo radical
de Vladimir Rozanskij

En Afganistán dominan el extremismo religioso y las normas tribales. Las naciones de la zona observan con aprensión -y tratan de limitar- las influencias del Islam radical. La guerra y las armas dictan los tiempos de la política y la crisis económica alimenta las tensiones. Los controles fronterizos y la reapertura de los puentes en el límite con Uzbekistán.


Moscú (AsiaNews) - El 15 de agosto de 2021, los talibanes culminaron su reconquista de Kabul, tras la apresurada y convulsa retirada de las tropas estadounidenses. En aquel momento, hubo un caos y estampidas en el aeropuerto, con madres que arrojaban a sus niños a los brazos de los marines por encima de las vallas. Un año después, las noticias de Afganistán son cada vez más escasas y oscuras, más allá de la restauración del manto del extremismo religioso y las normas tribales.

Los países vecinos de Asia Central, no muy lejanos -Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, pero también Kazajistán y Kirguistán- vigilan con aprensión la posible influencia del islamismo radical. En ellos, se hace todo lo posible por fomentar una práctica moderada de la religión, compatible con sistemas políticos que distan mucho de ser estables, confiados a una clase dirigente otrora soviética y que ha prosperado durante décadas gracias a la relativa estabilidad de Rusia, por un lado, y a las fuerzas armadas occidentales, por otro.

Ahora, estos dos muros de defensa se han derrumbado: la guerra y las armas vuelven a dictar los tiempos de la política y la vida social, y la crisis económica provoca no pocas tensiones en los territorios, entre las diferentes clases sociales y grupos étnicos. Además de las posiciones de neutralidad asimétrica respecto a la guerra rusa en Ucrania, son especialmente importantes las relaciones que estos países consiguen mantener con el polvorín afgano.

En primera línea se encuentra Tayikistán, no sólo por razones geográficas -su frontera con Afganistán es la que corre más riesgo de penetración- sino también por su composición étnica. Aunque los tayikos son la principal minoría en el territorio afgano,  ésta no es reconocida por el gobierno dominado por los pastunes. Uzbekistán, por su parte, trata de contenerse: es el país más poblado de la zona (con 35 millones de uzbekos, frente a 31 millones de afganos), pero también un territorio estratégicamente decisivo para el tránsito de mercancías entre China, India, Rusia y Europa. Por esta razón, Taskent intenta suavizar al máximo las tensiones con los talibanes.

Un buen ejemplo de esta actitud más constructiva de los uzbekos es la situación en Termez. Para millones de afganos, esta pequeña ciudad fronteriza se ha convertido en la "puerta de la vida". Aquí se han instalado depósitos para los envíos de ayuda humanitaria que organiza la ONU. Desde allí se han transportado más de mil toneladas de ayuda hacia Afganistán, y ahora se envía una parte a las zonas más devastadas de Ucrania. Un país sin salida al mar, con Estados limítrofes tan alejados de las costas, se transforma así en un canal por el que fluye la esperanza de los refugiados, desplazados y abandonados.

Además, Uzbekistán es el principal proveedor de energía para Afganistán, que se preocupa de pagar los costes sin dejar deudas pendientes con Taskent. En verano, Kabul se desconecta de la red uzbeka y se vuelca a la de Tayikistán.

Los territorios uzbeko y afgano se han entrelazado en muchas oportunidades, al igual que las etnias de los dos países, en la sucesión de dinastías de la antigüedad y la modernidad. En 1750, se firmó un histórico "Acuerdo de Amistad" entre el jeque afgano Akhmad Durrani y el jeque de Bujara Mohammad Murad Bek, que fijaba la frontera en el río Amu Daria. Posteriormente los soviéticos construyeron allí el Puente de la Amistad, de 816 metros de longitud, que permaneció inaccesible durante mucho tiempo debido a las vicisitudes de la guerra en los últimos 20 años. La frontera uzbeka sigue siendo una de las más vigiladas de la zona, pero los puentes se están reabriendo lentamente.