La guerra contra Ucrania lleva a los rusos a "comprar" la ciudadanía turca

Con una inversión inicial de algo más de 390.000 euros es posible obtener una nueva nacionalidad. Se trata de un fenómeno creciente, hasta el punto de que el 60% de los extranjeros que compran inmuebles en Turquía son rusos. Para muchos es un "plan B" tras el bloqueo de Europa. El fenómeno preocupa (e irrita) a Washington. Turquía estaría ayudando a Moscú a eludir las sanciones.


Estambul (AsiaNews) - La guerra que ha lanzado el Kremlin contra Ucrania y las sanciones occidentales a Moscú llevan a un número creciente de ciudadanos rusos a "comprar" la ciudadanía turca. Con una inversión inicial de poco más de 391 mil euros es posible obtener una nueva nacionalidad y el pasaporte correspondiente, para eludir las medidas punitivas de EE.UU. y la Unión Europea.

En las narices de Washington, que no oculta su irritación por la estratagema. La ciudadanía turca como "inversión" queda en evidencia por una verdadera ola de rusos que han abandonado el país y tratan de rehacer su vida poniendo en marcha actividades comerciales. Ankara ofrece esta oportunidad desde 2018, pero la guerra ha incrementado la demanda en un país que siempre ha sido un popular destino turístico.

Entre 2018 y 2021 más de 20.000 extranjeros -iraníes, iraquíes y afganos- adquirieron la ciudadanía turca, desembolsando una suma inicial de unos 240.000 euros. El Ministerio del Interior turco no publica cifras oficiales, pero las estimaciones de Middle East Eye (MME) hablan de casi 5.000 millones de euros en las arcas del Estado, aunque el valor real puede llegar hasta los 10.000 millones e incluso más.

Ante las críticas de una parte de la población, que acusa al Gobierno de "vender barata la ciudadanía", las autoridades han elevado la cifra mínima a casi 400 mil euros. Muhammet Yasir Taflan, abogado especializado en inmigración, confirma que este año los rusos están impulsando la demanda. "En este momento - dice - alrededor del 60% de las ventas de inmuebles a extranjeros corresponde a ciudadanos rusos". Y añade que “el año pasado eran menos del 1%”.

Aunque en los papelos Turquía ha cerrado el Bósforo a los barcos rusos y se mantiene leal a la OTAN, también se ha esforzado por mantener los lazos con Moscú y Vladimir Putin rechazando la política de sanciones. El presidente Recep Tayyip Erdogan está haciendo todo lo posible, incluso por motivaciones internas, para organizar un encuentro entre los presidentes de Rusia y Ucrania. Esa línea le ha permitido mantener viva, y reforzar, la relación entre Ankara y Moscú, lo que explica que entre febrero y junio de este año casi 4.900 ciudadanos rusos compraran una casa en Turquía. También ha llevado, como resultado de la última cumbre entre Erdogan y Putin, a la introducción del sistema de pago ruso Mir en cinco bancos turcos, con la posibilidad de aceptar el rublo y tarjetas de crédito emitidas por instituciones rusas.

Bayram Tekce, vicepresidente de la Real Estate International Promotion Association (Gigder), confirma que en este momento la ciudadanía turca es “un plan B” para muchos rusos. "Encontramos muchos - agrega - que esperarías ver en Niza o en la Costa Azul, con altos ingresos y educación, que tratan de rehacer su vida". En un mes, concluye, se vendieron 25 casas a rusos, la mitad de las cuales "para obtener la ciudadanía y el resto para obtener por lo menos la residencia".

El fenómeno, de proporciones crecientes, plantea más de una preocupación en Washington y fue el tema de una reunión entre representantes de los gobiernos turco y estadounidense el pasado mes de junio en Ankara. Los turcos han tratado de apaciguar la ira de Estados Unidos señalando que los rusos que solicitan la ciudadanía son personas comunes y corrientes, no miembros de la oligarquía que apoya y alimenta el poder de Putin. Sin embargo, un estudio publicado hace pocos días por el diario Dunya parece justificar las perplejidades, poniendo en evidencia que los intereses rusos en infraestructura e inversiones van más allá de la cuestión de la ciudadanía visto que  el país se ha convertido en un centro de distribución de bienes (incluso de lujo) sujetos a sanciones. “La mercancía destinada a Rusia -explica el informe- y procedente de distintas partes del mundo, incluso la Unión Europea y el Lejano Oriente, se lleva primero a Turquía y después a Rusia, tras un cambio de contenedores” para eludir el bloqueo.