Papa: misericordia especial y plegarias ‘por el martirizado pueblo ucraniano’

En el Ángelus, el pontífice recordó que Jesús vino a la tierra para "traer el fuego" del Evangelio, que "no es una canción de cuna ". Es una invitación "al cambio y a la conversión" que "nos pone en camino". La advertencia a la Iglesia, en la que debe "arder el Espíritu Santo". Dedicó una reflexión a la "grave crisis humanitaria que atraviesa Somalia" y al 20º aniversario del gesto de San Juan Pablo II, que encomendó el mundo a la Divina Misericordia.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El Papa Francisco pidió una "misericordia especial y oraciones" por el "martirizado pueblo ucraniano". Fue hoy, en el Ángelus, al recordar los 20 años del gesto de San Juan Pablo II en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia. El 17 de agosto de 2002, en Łagiewniki, en un acto solemne ante la tumba de Santa Faustina Kowalska, el Papa Wojtyla encomendó el mundo a la Divina Misericordia, recordando la promesa de Jesús a la mística. El pontífice dedicó un “pensamiento especial” y un “cálido saludo”a los "numerosos peregrinos" presentes hoy en suelo polaco, y en la Plaza San Pedro.

Luego de la oración a María, el Papa recordó una vez más los numerosos conflictos y hechos de violencia que tiñen de sangre el planeta: además de Ucrania, Francisco quiso "llamar la atención" sobre la "grave crisis humanitaria en Somalia" y en los "países vecinos". Con dolor, dijo que las poblaciones de la región "viven en condiciones precarias" y atraviesan una "crisis mortal", en parte, debido a la "sequía". De ahí el llamamiento a la "solidaridad internacional", para que responda "eficazmente a este sufrimiento", que no podrá resolverse mientras las numerosas guerras y conflictos sigan "desviando la atención" de la "lucha contra el hambre" y el derecho a "la salud y la educación".

Antes de rezar el Ángelus, el pontífice subrayó que Jesús vino a la tierra para "traer el fuego" del Evangelio. Un mensaje que "cuando irrumpe en la historia, quema los viejos equilibrios de la vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado". El Evangelio, continuó el Papa, "incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos. Es exactamente como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida que todos tenemos y consumir los falsos ídolos que nos esclavizan”.

Como los profetas Elías y Jeremías del Antiguo Testamento, Jesús está "inflamado por el fuego del amor de Dios y, para hacer que éste arda en el mundo”, “se entrega Él mismo”, amando “hasta la muerte en la cruz (cf. Flp 2,8)”. El pontífice exalta la entrega total, el sacrificio extremo de sí gracias al “Espíritu Santo”, que es fuego capaz de dar "luz y fuerza", revelando "el rostro misericordioso de Dios" que es fuente de "esperanza" para los que “son considerados perdidos”. Él “rompe las barreras de la marginación, cura las heridas del cuerpo y del alma" y renueva una "religiosidad reducida a prácticas externas".

Para Francisco, que cita al teólogo y cardenal francés De Lubac, la palabra de Jesús es una invitación a "reavivar la llama de la fe", que “nos tranquiliza”, “pero no para procurarnos una ilusión paralizante o una satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar”. "La fe, en definitiva, no es una 'canción de cuna’ que nos adormece, sino un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche”. Y esta advertencia también compete a la Iglesia, advierte el pontífice, en cuyas comunidades debe arder "el Espíritu Santo, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe". En conclusión, el Papa nos invita a revisar estas cosas en nuestra fe, para que también nosotros “estemos inflamados por el fuego del amor de Dios y queramos ‘lanzarlo’ al mundo, llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente la alegría de Jesús, que ensancha el corazón y hace bella la vida".