Papa: la guerra es una locura que ha dejado huérfanos a muchos niños ucranianos y rusos

Nuevo y sentido llamamiento de Francisco en la audiencia general, cuando se cumplen seis meses del comienzo del conflicto. Recordó a Darya Dugina, fallecida en el atentado de Moscú, y a las víctimas de otras guerras, como la de los rohingya “que vagan por el mundo porque han sido injustamente expulsados de su tierra”. Concluyendo el ciclo de catequesis sobre la vejez, habló de la gestación hacia “nuestro destino, que es resucitar”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Cuando se cumplen seis meses desde que comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania, el Papa Francisco volvió a hacer un nuevo y sentido llamamiento a la paz. “Renuevo la invitación a implorar al Señor la paz para el amado pueblo ucraniano, que desde hace seis meses sufre el horror de la guerra - dijo el Santo Padre al final de la audiencia general de esta mañana, en el Aula Pablo VI del Vaticano -. Espero que se tomen medidas concretas para poner fin a la guerra y evitar el desastre nuclear en Zaporizhzhia”. El pontífice recordó luego a los prisioneros, a los niños, a los muertos, a los refugiados, a los heridos. “Muchos niños y niñas ucranianos y rusos han quedado huérfanos: no importa su nacionalidad, han perdido a su papá o a su mamá, sean rusos o ucranianos”, insistió Francisco, quien volvió a repetir que la guerra es “una locura que afecta a todos”.

“En la guerra no hay nadie que no pueda decir que no, yo no estoy loco -explicó-. Pienso en esa pobre joven que voló por los aires por una bomba que estaba debajo del asiento de su auto en Moscú”, agregó refiriéndose a Darya Dugina, a la que mató una bomba que habían colocado en el auto de su padre, Alexander Dugin, un ideólogo cercano a Putin. “Los inocentes son los que pagan el precio de la guerra, y los que lucran con la guerra, con el comercio de armas, son criminales que matan a la humanidad”, denunció el pontífice.

Francisco recordó también a otros países que están en guerra desde hace tiempo: Siria, Yemen y el pueblo rohinyá, “que vaga por el mundo porque ha sido injustamente expulsado ​​de su tierra”. “Hoy de manera especial pensamos en los seis meses transcurridos desde que comenzó la guerra, pensamos en Ucrania y en Rusia -reiteró el Papa-. He consagrado ambos países al Corazón inmaculado de María: que ella, que es madre, mire a estos dos países y nos traiga la paz. Necesitamos paz”.

En la audiencia de hoy, que tuvo lugar en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco concluyó el largo ciclo de catequesis sobre la vejez centrándose en el tema: "Los dolores de parto de la creación. La historia de la criatura como misterio de gestación”. “Hace poco hemos celebrado la Asunción de la Madre de Jesús al cielo -dijo el pontífice-. Este misterio ilumina el cumplimiento de la gracia que configuró el destino de María, e ilumina también nuestro propio destino: el Cielo”. Mientras la iconografía occidental representa la Asunción de la Virgen como elevada hacia lo alto y envuelta por una luz gloriosa, en oriente se la representa acostada, durmiendo, rodeada por los apóstoles en oración. Francisco reflexionó sobre la relación de esta singular "asunción" con la muerte y resurrección del Hijo, "que abre el camino de la generación a la vida para todos nosotros". En el acto divino del reencuentro de María con Cristo Resucitado, en efecto, se anticipa la asunción corporal de la vida de Dios. El Santo Padre explicó que de esa manera se anticipa el destino de resurrección que nos espera a todos: Cristo ha resucitado primero "para que también quede claro cuál es nuestro destino, que es resucitar”.

“Siguiendo las palabras de Jesús a Nicodemo, podríamos decir que es como un segundo nacimiento -prosiguió el pontífice-. Si el primero fue un nacimiento en la tierra, este segundo es un nacimiento en el cielo”. En Rm 8,22 el apóstol Pablo habla de los dolores de parto, que permitirán al hombre nacer en el Reino de Dios sin dejar de ser el mismo que fue en esta tierra. En efecto, cuando Jesús resucita tampoco pierde su humanidad, su experiencia de vida, ni siquiera su corporeidad, "porque sin ella ya no sería Él", como atestiguan los discípulos de Emaús. “Nosotros no podemos imaginar esta transfiguración de nuestra corporeidad mortal, pero estamos seguros de que mantendrá reconocibles nuestros rostros y nos permitirá seguir siendo humanos en el cielo de Dios -dijo el pontífice-. Nos permitirá participar, con sublime emoción, en la infinita y feliz exuberancia del acto creador de Dios”.

Francisco exhortó a tomar en serio las palabras del Evangelio sobre el Reino, que Jesús describe como un banquete de bodas, como una fiesta entre amigos. En la vejez será necesario entonces aprender la importancia de los pequeños gestos y detalles de la vida cotidiana, como una caricia, una sonrisa, una alegría repentina. “Esta sabiduría de la vejez es el lugar de nuestra gestación, que ilumina la vida de los niños, de los jóvenes, de los adultos, de toda la comunidad -concluyó el Papa-. Los viejos deberíamos ser eso: luz para el mundo”. El pontífice afirmó que lo mejor de la vida todavía tiene que llegar: “Esperamos esta plenitud de vida, cuando el Señor nos llame. Pasar por esa puerta da un poco de miedo, pero la mano del Señor siempre nos acompaña. Él nos está esperando, es solo un paso, y después la fiesta”.