Teherán, el asesinato de Mahsa Amini: la 'policía de la moral', instrumento de represión y muerte

La muerte de la joven kurda de 22 años centra la atención en los Gasht-e Ershad, que vigilan el cumplimiento de las normas islámicas. Desde la revolución islámica de 1979, el control sobre las costumbres ha aumentado de forma gradual. El hiyab se ha convertido en símbolo de la protesta por la libertad y los derechos, especialmente de las mujeres. Las manifestaciones continúan en al menos 40 ciudades. Los enfrentamientos ya dejaron más de 30 muertos.


Teherán (AsiaNews) - Con la muerte de Mahsa Amini, de 22 años, vuelven a quedar en el punto de la mira los infames escuadrones de la "policía de la moral" iraní. Desde la llegada al poder del presidente ultraconservador Ebrahim Raisi, se han reforzado los controles sobre el cumplimiento de las costumbres musulmanas tradicionales. Especialmente para las mujeres, empezando precisamente por la obligación de llevar el hiyab, el velo islámico, devenido en símbolo de la batalla por la libertad y los derechos para el sector más laico y reformista. En este caso, la joven del Kurdistán iraní fue vista cuando salía de una estación de metro de Teherán, donde estaba de vacaciones, y el hiyab se convirtió en la causa de la detención y la violencia que la llevó a la muerte, aunque la policía niega los hechos de violencia.

El trágico suceso desencadenó una ola de protestas como hacía tiempo que no se veía en la República Islámica, con un elemento sustancialmente nuevo: la presencia de las mujeres en primera fila en la lucha por la libertad y los derechos. Las autoridades civiles y religiosas aplican mano dura con detenciones, censura, interrupción de las comunicaciones y bloqueo de Internet. Todo esto no ha impedido la difusión de vídeos e imágenes de las manifestaciones en más de 40 ciudades, y de los enfrentamientos correspondientes, que culminaron en la muerte de al menos 31 personas en los últimos días.

Las manifestaciones también llegaron a la vecina Turquía: en Estambul, unas cien personas se reunieron en el consulado iraní para mostrar su solidaridad y presentar sus condolencias. Algunas mujeres presentes también hicieron gestos simbólicos de protesta, como cortarse el pelo y quemar su hijab. Desde Nueva York llega la noticia de la cancelación de última hora de una entrevista con el presidente Ebrahim Raisi por parte de la conocida periodista Christiane Amanpour. Al parecer, esta última se negó a cubrirse la cabeza con un velo, tal y como había exigido la delegación iraní.

El velo obligatorio y la policía de la moral: son los dos nudos en torno a los cuales se desarrolló el caso de Mahsa. Los Gasht-e Ershad (como se los denomina en farsi) son una brigada especial encargada de velar por el respeto de las tradiciones y costumbres islámicas, llegando incluso a detener y azotar a quienes no respeten las reglas o vayan vestidos de forma "inapropiada". Tara Sepehri Far, experta en Oriente Medio y el Norte de África de Human Rights Watch (HRW), confirma que "es difícil encontrar una mujer o una familia media iraní que no haya tenido que enfrentarse nunca" a una patrulla de vigilancia de la moral, ya que están “muy presentes” en las calles de las ciudades pequeñas y grandes.

Por lo general, estas brigadas se conforman de seis personas, cuatro hombres y dos mujeres. Tienen amplia libertad para hacer cumplir la ley, arrestar y llevar a la gente a centros de detención o "reeducación" recién inaugurados. Se encargan de verificar la aplicación de la sharia, en particular la obligación de que las mujeres se cubran la cabeza y lleven ropas largas y de colores poco llamativos. Al parecer, Mahsa Amini se topó con una patrulla porque "un mechón de cabello" se salía de su hijab, y así quedó firmada su sentencia de muerte. 

En una rara entrevista concedida a la BBC, y bajo estricto anonimato, un miembro de la policía de la moral afirma que la tarea de estas brigadas es "proteger a las mujeres", porque si no se visten adecuadamente "provocan a los hombres y se arriesgan a sufrir consecuencias", incluso graves. En muchas ocasiones, explica la fuente, las patrullas parecen "salir de caza", dispuestos a detener "a la mayor cantidad de gente posible", una directriz impuesta por las autoridades y que, no pocas veces, es fuente de malestar. Quería decirles [a los detenidos] -concluye- que yo no soy uno de ellos. La mayoría de nosotros somos simples soldados que cumplimos el servicio militar obligatorio".

La lucha para imponer el velo comenzó tras la revolución islámica de 1979 y fue alimentada por el propio líder supremo Ruhollah Jomeini, pero no faltaron los malentendidos respecto a su aplicación. Fue un proceso que "no se produjo de repente, de la noche a la mañana", explica el activista Mehrangiz Kar, de 78 años, sino que "ha ido aumentando paso a paso". Primero, con las mujeres que ofrecían el velo en las calles y luego, desde 1981, con las primeras leyes que instituían su uso obligatorio además de la vestimenta conforme a los preceptos islámicos. En cuanto a las penas por infringir el precepto, una ley parlamentaria de 1983 sancionó la flagelación y, más recientemente, la prisión.

La institucionalización de los infames escuadrones de la moral fue impulsada por el ex presidente ultraconservador Mahmud Ahmadineyad. Tras su victoria electoral en 2004, los controles se incrementaron dando valor "formal" al cuerpo llamado a vigilar las costumbres (y a las mujeres). Con el tiempo, sus matones se han convertido cada vez más en objeto de descontento y en símbolo de represión, llegando a detener a una mujer por llevar un pintalabios chillón, a otra por unas botas llamativas consideradas "demasiado eróticas". Todo aderezado con castigos, incluso crueles.

Y finalmente se produjo la llegada al poder del actual presidente Raisi. El 15 de agosto del año pasado, pocos días después de asumir el cargo, introdujo una nueva lista de restricciones, como el sistema de videovigilancia al estilo chino. Y dio amplias órdenes a los Gasht-e Ershad para que se aplicaran las normas inspiradas en la sharia, llegando a consecuencias extremas, como demuestra el trágico caso de la joven kurda. Hadi Ghaemi, director del Centro de Derechos Humanos de Irán, no duda de que: "Esta vez los manifestantes no sólo reclaman justicia para Mahsa Amini”. “También protestan por los derechos de las mujeres, por los derechos civiles y humanos. Por una vida sin dictadura religiosa".