Entre la guerra y la pobreza, cada vez más sirios recurren a drogas y psicofármacos
de Dario Salvi

La historia de una familia de Ghouta, desde el sufrimiento por el conflicto hasta la desesperación provocada por el hambre. La población sufre una "depresión colectiva" a la que responde con un creciente uso (y abuso) de medicamentos. Según algunas estimaciones, el 70% de los medicamentos vendidos el año pasado fueron psicotrópicos. Una demanda que alimenta el mercado negro.

 


Milán (AsiaNews) - “Cuando conocí a Haifa hace unos años, cuando la guerra estaba en su momento más crítico, tenía frente a mí a una mujer de Ghouta [suburbio oriental de Damasco, n.d.] con una gran sonrisa en el rostro, a pesar de los horrores y el sufrimientos que había vivido. En ese momento me impresionó, a tal punto que me pareció que ella era el símbolo de muchas mujeres sirias, por su fuerza, resiliencia y esperanza. La volví a ver hace un mes, y me produjo una terrible impresión ver en sus ojos la preocupación y el estado de agotamiento en que se encontraba, más allá del mero cansancio físico”. La que dialoga con AsiaNews es Maria Sargi [nombre ficticio para proteger su identidad, ed.], una funcionaria pública que  desde los primeros días del conflicto sirio actúa en el campo de la diplomacia y el activismo internacional. Haifa tiene tres hijos, y en los últimos meses la familia se ha alimentado con una sola pieza de pan por día. “¿Qué importan las enfermedades, frente al hambre? ¿Dónde está la lógica de lo que está ocurriendo, frente al hambre? ¿Qué sentido tiene la vida cuando tus hijos pasan hambre? ¡Tenemos hambre!".

Hemos tocado fondo

El pueblo sirio ha sufrido mucho en los años en que el conflicto arreciaba en el país, cuando las milicias yihadistas controlaban gran parte del territorio y todo el sistema que había gobernado la nación parecía al borde del colapso. Hoy las armas se cobran menos víctimas pero el ruido de la artillería ha sido reemplazado por la bomba de la pobreza, no menos dramática y mortífera, que ha empujado a una gran parte de la población al borde de la depresión. Tan es así que en este momento los sedantes, tranquilizantes y psicofármacos se encuentran entre los medicamentos más vendidos, en un intento de contener los casos cada vez más frecuentes de enfermedades o trastornos mentales en la gente común.

“Al final de su testimonio -continúa nuestra fuente- Haifa se puso a llorar histéricamente, repitiendo a los gritos que había tocado fondo”. Y ésa es la impresión que uno tiene al observar el país y su gente, que parecen haber retrocedido en el tiempo miles de años, casi a la edad de piedra, cuando el único propósito era conseguir suficiente comida para ese día y seguir con vida. ... "¡para sobrevivir!". En definitiva, eso es lo que les ha ocurrido a los sirios que, después de haber pasado largos años de guerra y haber esperado un futuro mejor, ahora "viven en un estado colectivo de frustración y desilusión. De la violencia de un conflicto externo -concluye la fuente - hemos pasado a la desesperación interior”.

Una depresión colectiva

Una de las consecuencias de esta "depresión colectiva" es que millones de sirios recurren cada vez más a psicofármacos y medicamentos para combatir las alteraciones y poder soportar una situación que se está volviendo insostenible. Incluso sin tener datos oficiales, y solo en base a la experiencia personal y cotidiana, muchos farmacéuticos de Damasco y Alepo entrevistados por AsiaNews confirman que la cifra de ventas es “muy alta”, sin ninguna duda "más elevada" que en cualquier otro período de la historia reciente del país. También pesa sobre la situación que viven los ciudadanos el creciente distanciamiento de la comunidad internacional que, después de haber mantenido durante mucho tiempo el interés y la presión sobre Siria, hoy ha desplazado el foco de atención a otros lugares, sobre todo a Ucrania, donde la propia Rusia, fundamental para el destino del conflicto, hoy concentra una gran parte de sus recursos militares. Por eso es que muchos sirios piden al menos "el levantamiento de las sanciones occidentales", para llevar un poco de alivio a la economía local y revertir un panorama en el que unos pocos "se están enriqueciendo cada vez más con la guerra, y el ciudadano común está cada vez más pobre, deprimido y desesperado".

La sensación de miseria, abandono y ansiedad ante el futuro empuja a un número cada vez mayor de personas -al menos en las zonas controladas por el gobierno, donde hay más datos- a recurrir a tranquilizantes y sedantes. Wafaa Keshi, que preside el sindicato de farmacéuticos sirios, da la voz de alarma y explica que el uso (y abuso) de estupefacientes y psicotrópicos es cada vez más frecuente debido al aumento paralelo de los trastornos mentales. Entre los más afectados por la depresión y el malestar se encuentran los veteranos de guerra y los sobrevivientes con discapacidades permanentes, que necesitarían -además del tratamiento farmacológico- tratamiento terapéutico y apoyo psicológico bajo supervisión médica constante.

El mercado negro

Según algunos cálculos estimativos, el 70% de los fármacos que se vendieron el año pasado pertenecían a la categoría de psicotrópicos, a los que recurren las personas para "escapar" de una realidad marcada por el alto costo de vida, salarios insuficientes y falta de atención médica y educación. Dada la gran demanda de psicofármacos y tranquilizantes, cada vez hay más farmacias que venden productos incluso sin receta médica; al mismo tiempo, se formó un circuito paralelo al oficial, cada vez más floreciente. Ahmad Shams al-Din, un farmacéutico de Jaramana (gobernación de Rif Dimashq), declaró a al-Monitor que los sirios "todos los días descubren nuevos narcóticos", que están muy difundidos en el mercado negro. Entre ellos se encuentra un compuesto local llamado Cemo, un jarabe verde para la tos que contiene una gran dosis de codeína, así como el Baltan, en base a heroína y que a menudo se usa, de manera inadecuada y sin supervisión médica, para tratar trastornos psicosomáticos o para drogadictos con crisis de abstinencia.

Qais Khazal, neuropsiquiatra, confirma que los tranquilizantes se han vuelto muy comunes entre los estudiantes universitarios, la mayoría de los cuales toman Baltan antes de un examen porque creen que los ayuda a concentrarse. Alia Zuhair, una estudiante de Damasco, cuenta que comenzó con media pastilla por día, pero después de seis meses toma tres cada seis horas. “También tomaba otros narcóticos -añade- como el jarabe verde para la tos Cemo y el analgésico Proxamol”. Bashar Hekmat, dueño de una tienda de comestibles en la capital, llega a ofrecer tres veces el precio de las pastillas si un farmacéutico se niega a venderlas sin prescripción médica. De lo contrario, recurre al mercado negro donde los traficantes son cada vez más numerosos.

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