El negocio de la insulina en Uzbekistán
de Vladimir Rozanskij

El gobierno relanza un proyecto con los rusos para abrir una importante fábrica para la producción de la hormona. En el país hay unos 250.000 pacientes con diabetes, de los cuales 2.300 son niños y casi 1.000 adolescentes. Sospechas de corrupción y una posible operación para eludir las sanciones contra Rusia.


Moscú (AsiaNews) - El gobierno de Uzbekistán anunció que planea abrir una importante planta para la producción de insulina, un proyecto impulsado por inversiones de Rusia. La insulina es un preparado vital para los enfermos de diabetes, una condición a la que Taskent está dedicando enormes esfuerzos. El anuncio se produjo durante la exposición "Innoprom - Asia Central", celebrada en abril y organizada por la empresa uzbeka "Zuma-Pharma" y la rusa "Gerofarm", de la que surgió el actual acuerdo.

Las autoridades uzbekas no brindaron detalles sobre el lugar donde se abrirá la nueva fábrica, ni sobre las normas que se propone seguir. Será la segunda planta de Uzbekistán dedicada al sector -la primera fue inaugurada en 2018 en Andižan, y hasta ahora se creía que era "la única empresa de insulina en toda Asia Central". Sin embargo, todavía no ha puesto en marcha la producción del preparado para tratar la diabetes, lo que ha despertado preocupaciones y sospechas de corrupción a gran escala.

Los pacientes con diabetes tipo I dependen del suministro de insulina, que se distribuye en Uzbekistán en dosis mensuales, pero con frecuentes interrupciones o retrasos. Como consecuencia, muchas veces los pacientes acaban hospitalizados e incluso requieren reanimación, con el riesgo de que ni siquiera la hormona pueda estabilizarlos para gozar de una vida normal. Cuando esto ocurre, según dicen algunos pacientes a Ozodlik, "nos ofrecen una insulina aún más fuerte, Lantus, que tenemos que buscar y comprar nosotros mismos".

Por cada inyección de insulina que el Estado no puede suministrar, los pacientes deben pagar 80.000 soms (unos 7 euros), pero la dosis apenas alcanza para tres o cinco días. Además, cada jeringa cuesta 200 soms. La insulina se compra en las farmacias privadas, pero a menudo se agotan las existencias. Según el Ministerio de Salud, en Uzbekistán hay unos 250.000 pacientes con diabetes, entre ellos 2.300 niños y casi 1.000 adolescentes.

La nueva fábrica de insulina despierta esperanzas en muchísimas personas afectadas por la enfermedad, tan extendida en el país. De hecho, los acuerdos preliminares con la empresa rusa Gerofarm tuvieron lugar antes del  inicio de la guerra en Ucrania, y se espera que ahora lleguen a la fase operativa. Algunos rumores indican que los rusos recibirían una de las fábricas semi desmanteladas en la provincia de Almalyk, pero por el momento no hay mayores detalles al respecto.

Permanecen los interrogantes sobre los turbios negocios del sector farmacéutico uzbeko en los últimos años, en los que estarían implicados miembros de la familia del presidente Mirziyoyev, y familiares del propio ministro de Salud, que posteriormente se vio obligado a dimitir. La fábrica de Andižan recurrió a un oneroso crédito de los bancos internacionales, por valor de 23.500 millones de soms (2,1 millones de euros), pero se desconoce el destino del dinero, dados los escasos resultados de la inversión.

Según un microbiólogo canadiense de origen uzbeko, Obid Mamadaliev, "en Uzbekistán no son capaces de producir realmente insulina, sólo la envasan con cajas y frascos que también son de producción extranjera... Conozco estas fábricas y los trucos de este negocio: con el pretexto de la producción importan todo sin pagar impuestos, y luego obtienen grandes ganancias a través de la reventa al Estado".

Se sospecha que incluso los medicamentos que salvan vidas podrían ser utilizados por Rusia para eludir sanciones y lavar dinero, con el apoyo complaciente de los "hermanos uzbekos".